El voto británico a favor de la salida de la Unión Europea, atentados terroristas, el fallido intento de golpe de Estado en Turquía, guerra y desplazamiento en Siria... En estas semanas hay pocas buenas noticias en Europa. Con mayor razón resulta importante lo que está sucediendo en Colombia.
La oportunidad para la pazEl acuerdo de paz entre el Gobierno y las Farc es un signo de esperanza desde Colombia para el mundo entero. El conflicto pareció ser insuperable; el hecho de que esté llegando a su fin demuestra que la diplomacia decidida, el liderazgo político y una sociedad civil comprometida son capaces de resolver aun los conflictos más graves y de traer la paz.
Con ese acuerdo de paz, Colombia da una señal para otros conflictos violentos en el mundo que hoy parecen imposibles de resolver: ¡La paz sí es posible! Los colombianos se pueden sentir muy orgullosos de ese mensaje.
Porque la dinámica más importante para la paz surgió en la misma Colombia. Hubo iniciativas valientes para llegar a un acuerdo entre quienes habían sido enemigos. Admiro el valor y el altruismo de tantas víctimas dispuestas a tenderles la mano a sus victimarios en señal de reconciliación.
En las negociaciones, el Gobierno colombiano ha mostrado liderazgo y ha tenido el ánimo necesario para sostener un proceso de varios años. Por eso felicito de todo corazón al presidente Santos y al equipo negociador de La Habana por ese gran éxito.
Los alemanes seguimos con mucha empatía lo que sucede en Colombia, porque a través de nuestra propia historia hemos aprendido que del acercamiento paulatino de muchos años puede surgir un profundo cambio. El gran modelo a seguir de mi partido, el socialdemócrata Willy Brandt, alguna vez dijo: “La paz no es todo, pero sin la paz todo ya no es nada”.
Bajo esa consigna, en los tiempos en que Europa estaba dividida por una Cortina de Hierro, la República Federal de Alemania buscó intercambio y mutua comprensión con la otra Alemania, con nuestros vecinos en Polonia y la entonces Checoslovaquia, pero también con la Unión Soviética –sin sacrificar sus propios principios ni su vocación por la democracia y la libertad–.
Esta política, acompañada por una diplomacia paciente y el apoyo internacional, finalmente llevó a la unidad de Alemania.
La unidad del país fue una gran suerte, pero también el comienzo de un trabajo muy duro. Porque la reunificación de los dos Estados alemanes fue un gran experimento político.
En la antigua República Democrática Alemana hubo incontables víctimas y muchos victimarios. Los conflictos para la Alemania unificada ya estaban programados.
Hoy, más de 25 años después, podemos afirmar que el experimento dio un buen resultado. Pero sabemos muy bien que, en su momento, el éxito no estaba garantizado. El camino hacia él fue largo y pedregoso, y aún no ha concluido.
La nueva Alemania unificada se enfrentó a las injusticias cometidas poniendo a disposición de las víctimas los expedientes de los órganos de seguridad nacional de la antigua República Democrática Alemana y haciendo visible para todos lo sucedido mediante información y memoria en museos y centros de memoria.
Esa propuesta les exigió mucho a muchas familias alemanas. Pero si bien no pudo anular las injusticias cometidas contra las víctimas del régimen totalitario, sí sentó las bases para el entendimiento y la paz en Alemania.
Nuestra propia historia nos muestra que los grandes esfuerzos valen la pena. Mi delegado para el proceso de paz, Tom Koenigs, desde hace muchos años está comprometido con la paz en Colombia.
En los últimos diez años hemos destinado 367 millones de euros a la construcción de paz, y desde 2014, adicionalmente, hemos otorgado créditos con un volumen de cien millones de euros por año.
Con recursos adicionales del Ministerio Federal de Relaciones Exteriores se realizan labores de desminado en las zonas de conflicto, se brinda ayuda a las víctimas de las minas y se da hospedaje y atención médica a los desplazados. También financiamos proyectos de desarrollo rural.
Consideramos que en las regiones más afectadas por el conflicto, el apoyo del Estado y de la sociedad es de especial importancia. El hecho de que en el acuerdo de paz, tanto el Gobierno como las Farc nos soliciten nuestro apoyo en las áreas de justicia transicional y reconciliación, para nosotros es un compromiso y un honor. Lo asumiremos con mucho gusto, por ejemplo proponiendo a peritos y jueces para la comisión de la verdad y la jurisdicción especial.
También asesoraremos a la justicia colombiana con proyectos relacionados con el tratamiento penal del conflicto y la restitución de las tierras expropiadas.Estamos dispuestos a hacer aún más si el próximo 2 de octubre, los votantes colombianos aprueban el acuerdo. Colombia se merece la paz. La decisión sobre guerra o paz, sobre el destino de su país ahora está en manos de las y los colombianos.
FRANK-WALTER STEINMEIER
Ministro Federal de Relaciones Exteriores de Alemania
Especial para EL TIEMPO
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