El periodista inglés John Carlin sostuvo en el diario El País de España que él consideraba que la concesión del Premio Nobel de Paz al presidente Juan Manuel Santos fue prematura (‘Premio Nobel prematuro de la paz’, 7 de octubre del 2016).
Carlin desconoce que no siempre los premios Nobel de Paz son para aquellos que ya han conseguido la paz. En ocasiones, el premio es un mecanismo para realzar a una figura pública clave en el plano nacional, regional e internacional y, mediante este gesto, ‘empoderarla’ para que pueda lograr el objetivo soñado de la paz.
Un ejemplo excepcional fue el caso del expresidente de Costa Rica, Óscar Arias Sánchez.
Elegido presidente de su país en 1986, se encontró con un entorno regional terriblemente convulsionado. La Resistencia Nicaragüense (más conocida como la ‘Contra’ o la ‘Contrarrevolución’) asolaba al gobierno sandinista afectando las fronteras de Honduras y Costa Rica.
Por otra parte, el triunfo sandinista en 1979 había revivido el fervor guerrillero en El Salvador y Guatemala, gracias al renacimiento de varios grupos guerrilleros articulados en torno al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y a la Unión Nacional Revolucionaria Guatemalteca (URNG).
Cuando Arias asumió la presidencia existía, al igual que hoy en Colombia, un gran activismo de la comunidad internacional a favor de la paz en la región. El más importante bloque regional era el llamado Grupo de Contadora, integrado por México, Panamá, Colombia y Venezuela.
Grupo de ContadoraEste grupo surgió de un llamamiento efectuado por el primer ministro de Suecia, Olof Palme, y los premios Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, y de Paz, Alfonso García y Alva Myrdal, para que los Gobiernos de América Latina jugaran un rol más activo en la consecución de la paz en Centroamérica.
La propuesta fue recogida por el presidente de México, Miguel de la Madrid, quien le encomendó a su canciller, Bernardo Sepúlveda, iniciar contactos con los Gobiernos de Colombia, Panamá y Venezuela para constituir una instancia multilateral para tal efecto.
La primera reunión se efectuó el 7 de enero de 1983 en la isla Contadora (Panamá). A pesar de la oposición de la Casa Blanca, liderada por Ronald Reagan, el plan de paz propuesto por el Grupo de Contadora recibió el apoyo de gran parte de la comunidad internacional, incluidas las Naciones Unidas.
En el mes de septiembre de 1983, gracias a la labor del grupo, los cancilleres centroamericanos adoptaron un ‘Documento de objetivos’ en una reunión efectuada en Ciudad de Panamá, el cual incluía medidas a favor de la democratización y la paz regional, el respeto al derecho internacional y el desarrollo y la cooperación económica.
En septiembre de 1984 se hizo pública el Acta de Paz y Cooperación en Centroamérica de Contadora, que creaba comités regionales para evaluar y seguir esos compromisos. Y en Lima, el 29 de julio de 1985, aprovechando el encuentro de presidentes para asistir a la proclamación del presidente Alan García, Argentina, Brasil, Perú y Uruguay anunciaron la creación del Grupo de Apoyo a Contadora o Grupo de Lima, constituyéndose así el llamando Grupo de los Ocho, que más adelante, en 1990, se convertiría en el Grupo de Río.
Aun cuando el Grupo de Contadora no logró establecer una fórmula de paz aceptable para todas las partes involucradas en los graves conflictos que asediaban a América Central en aquellos años, sembró la semilla para que más tarde germinara dicho plan. Inicialmente, mediante el Acta de Contadora para la Paz y la Cooperación en Centroamérica que firmaron los cancilleres centroamericanos en Ciudad de Panamá, el 6 de junio de 1986, y, ante todo, por medio de los acuerdos de paz de Esquipulas I y II.
El papel de Óscar AriasAprovechando que el día en que asumió la Presidencia de la República asistieron nueve mandatarios de América Latina, Arias los animó a constituir una “alianza continental en defensa de la democracia y la libertad”.
Al año siguiente, en 1987, diseñó un plan de paz para enfrentar la crisis regional. Conocido como el Plan de Paz Arias, éste sería la base de los acuerdos de Esquipulas II o el ‘Procedimiento para establecer la paz firme y duradera en Centroamérica’, que, posteriormente, fueron firmados por todos los presidentes centroamericanos el 7 de agosto de 1987. Poco después, Arias sería honrado con el Premio Nobel de Paz.
El día en que Arias recibió en Oslo el Nobel, la paz en Centroamérica era solamente un proyecto en curso. Sin embargo, ‘empoderado’ con este premio y el reconocimiento internacional, Arias pudo desempeñar un papel esencial en la región.
Tras la posesión de Violeta Chamorro, quien había desplazado del poder a Daniel Ortega y al FMLN, el 27 de febrero de 1990 se dio un nuevo impulso a las negociaciones con la Resistencia Nicaragüense. En estas participaron el expresidente Jimmy Carter; el secretario general de la OEA, João Clemente Baena, y el representante del Secretario General de Naciones Unidas, Elliot Richardson, y culminaron el 25 de abril del mismo año con el inicio de la desmovilización de la ‘Contra’, cuyo desenlace tuvo lugar el 27 de junio ante delegados de la ONU y la OEA.
Dos años más tarde, el 16 de enero de 1992, se firmaron en el Palacio de Chapultepec, en Ciudad de México, los acuerdos de paz entre el Gobierno salvadoreño y el FMLN. Y cuatro años más tarde, el 29 de diciembre de 1996 en Ciudad de Guatemala, se suscribió el Acuerdo de Paz Firme y Duradero entre el Gobierno de esta nación y los grupos guerrilleros agrupados en la URNG.
Por esto, creo que la decisión de concederle el Nobel al presidente Santos no solamente era justa por su voluntad inquebrantable para alcanzar la paz en Colombia, sino que, adicionalmente, constituye un gesto simbólico invaluable y que le ayudará a fortalecer los recursos de poder que se requieren para que este esfuerzo culmine exitosamente.
John Carlin, el buen periodista inglés, no acertó en esta ocasión. En la paz en Centroamérica participaron no uno sino cuatro premios Nobel. Uno de Literatura y tres de Paz. No es un premio cualquiera.
EDUARDO PIZARRO LEONGÓMEZ*
ESPECIAL para EL TIEMPO
* Es un reconocido analista político y social con larga trayectoria como profesor universitario. Fue cofundador y director del Instituto de Estudios Políticos y de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional. Fue, además, miembro y director de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, y también se desempeñó como embajador en Holanda. Por encargo del Gobierno y las Farc, fue uno de los dos relatores de la Comisión Histórica sobre el Conflicto.
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