“Mis convicciones y valores siguen intactos”, dijo Humberto De la Calle el miércoles por la noche, cuando el Gobierno Nacional y la guerrilla de las Farc terminaban las negociaciones de paz en La Habana.
Lo decía para explicarle al mundo que el acuerdo no se trataba de que hubiera una ‘claudicación mutua’, que los miembros de la guerrilla lo creían igual y que la mesa de negociaciones no fue un ejercicio de condescendencia. “Es el mejor acuerdo posible”, había dicho antes, tras casi cuatro años de negociaciones que terminaban esa noche.
La gran victoria fue lograrlo, llegar hasta el final.
Para él, reflexionaba al final de su discurso, significó conocer mejor a Colombia, que le doliera más “el sufrimiento de muchos compatriotas”, y también había “aprendido mucho de la capacidad de resistencia de los colombianos, de su generosidad y de su alegría”.
El hombre que condujo al equipo negociador del Gobierno Nacional en medio de las duras discusiones con las Farc y que decía que la última palabra sobre los acuerdos de paz la tendrían los colombianos: “está en manos de cada colombiano para que decida siguiendo lo que le dicte su íntima sabiduría”, era un joven rebelde en la Manizales de los años 60.
En un perfil publicado en este diario en diciembre del año pasado, escrito por Marisol Gómez, De la Calle contaba que en aquel entonces se sentía como un “monaguillo de los impulsores del nadaísmo”, Gonzalo Arango y Jotamario Arbeláez. A los 16 años, en el Colegio Mayor nuestra señora de Manizales, hacía eco a esa corriente desde el periódico Juventud, que dirigía en la escuela.
“Humberto de la Calle también fue subversivo, pero nunca creyó en la violencia como vía para cambiar el mundo que lo tenía inconforme”, lo retrata Gómez en su historia. “Había una oleada contra la situación del país y cuando entré a la Universidad de Caldas a estudiar Derecho, el activismo nadaísta se volvió político”, contaba De la Calle, quien primero alzó su voz desde el nadaísmo y luego desde el liberalismo.
En su vida profesional, el líder del equipo negociador del Gobierno Nacional en La Habana fue juez del municipio de Salamina después de que siguiera hasta esa población caldense a Rosalba, su amor desde la juventud y con quien tiene tres hijos. Cuando volvió a Manizales se convirtió en profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Caldas.
En su carrera política De la Calle fue concejal de Manizales y secretario General de la Gobernación de Óscar Chávez, quien fuera uno de sus mayores promotores políticos. En 1982 el Consejo Nacional Electoral lo llamó para que ocupara el cargo de Registrador Nacional, y posteriormente el presidente Virgilio Barco lo nombró asesor de asuntos electorales.
Luego, bajo el mandato de César Gaviria, fue nombrado ministro de Gobierno y encabezó la Asamblea Nacional Constituyente, donde lo ovacionaron por cinco minutos cuando se clausuró. Posteriormente fue precandidato presidencial del Partido Liberal, en las elecciones que luego ganó Ernesto Samper, de quien fue vicepresidente y renunció. También fue ministro del Interior de Andrés Pastrana, y luego se desempeñó como embajador en Londres.
A De la Calle era difícil verlo exaltarse en medio de los diálogos, pero también era fuerte en sus decisiones cuando el momento lo ameritaba, según contaba un colaborador a EL TIEMPO el año pasado. También, en una entrevista que le dio a Juan Gossaín en un momento difícil de la negociación, a mediados del año pasado, cuando los sondeos indicaban que decaía el respaldo al proceso, no dudaba en plantarse con que levantarse de la mesa era una posibilidad real.
“Me parece claro que el proceso está llegando a su fin, por bien o por mal. Sea porque logremos un acuerdo, ya que estamos trabajando en la recta final de los temas de fondo. O por mal, si, como está ocurriendo, la paciencia de los colombianos se agota. El riesgo es real. Yo sí quiero decirles a las Farc con toda seriedad: esto se puede acabar. Algún día es probable que no nos encuentren en la mesa de La Habana”, decía el negociador, en julio del 2015.
En medio de las dificultades, sin embargo, también recordó su reacción cuando el presidente Juan Manuel Santos lo llamó para ser el jefe del equipo negociador. “Ni siquiera lo pensé, que es lo que siempre dice la gente: déjeme pensarlo. Esas obligaciones no se piensan. Le dije que sí, y la que quedó perpleja fue mi familia, cuando les conté”.
Así de alto fue su compromiso desde el inicio.
Por fortuna, poco más de un año después, los negociadores de lado y lado lograron recuperar el rumbo. De la Calle también reconoció el esfuerzo de sus vecinos al otro lado de la mesa el miércoles por la noche: “Desde orillas opuestas, debemos reconocer a las FARC su disciplina de trabajo. Fueron conversaciones complejas, a veces amargas. Pero el resultado es suficiente recompensa”.
*Con datos de la historia El 'monaguillo' nadaísta que puede sellar la paz.