Sobre los muros de las casas de la vereda Caracolí, en Carmen del Darién, Chocó, hay rostros de mujeres indígenas, de niños, de Fidel Castro y ‘Manuel Marulanda’, hay guacamayas, tigres y flores. En el muro del centro de salud está el cantante cubano Silvio Rodríguez con un fragmento de su canción Días y flores:
“La rabia, imperio asesino de niños/
la rabia, se me ha podrido el cariño/
la rabia, el oro sobre la conciencia/
la rabia, coño, paciencia, paciencia”.
Una colección de arte de grafiteros que han pintado los murales de las comunas 13, 8 y 5 de Medellín hoy ilumina las fachadas de las casas de exguerrilleros de las Farc, en ese sitio de desarme que a partir del 15 de agosto se convirtió en espacio de reincorporación, al igual que los otros 25 puntos donde esa organización dejó sus armas.
Los 15 artistas, que viajaron hasta Caracolí, llegaron a esa vereda no solamente para ponerles color a estos muros blancos, sino también con la idea de “conocer” a los excombatientes y ver “cómo se podía hacer parte de este proceso de paz tan importante para el país”, dice Jampier Pérez, uno de los artistas.
Durante dos meses, un gestor cultural de Medellín –que pidió reserva de su nombre porque en repetidas ocasiones ha sido amenazado por bandas criminales que reprochan su trabajo comunitario– reunió al combo de artistas y gestionó los recursos para comprar las pinturas y cubrir todos los gastos suficientes para que ellos pintaran 35 murales.
Esa actividad cultural se realizó entre el 27 de junio y el 4 de julio. En esa semana, los miembros de las Farc también aportaron una parte de las pinturas.
“Fue poco tiempo para lo que se quería hacer, allá quedaron aerosoles para los (excombatientes) que se habían ‘engomado’ con el graffiti. Lo más bacano fue ver exguerrilleros cogiendo el aerosol para escribir su nombre o ayudar en las piezas que se estaban haciendo”, cuenta el gestor de Medellín.
Natalie Mistral, la exguerrillera de origen francés que hace parte de la dirección del punto, explica que para los miembros de las Farc ese espacio era una “posibilidad de hacer caer los prejuicios que habían de lado y lado, de intercambiar ideas y rebeldías”.
Mientras en Medellín los artistas eran convocados, en el Carmen del Darién los exguerrilleros hablaban sobre los murales que querían. “Se definió que debía ser una reivindicación cultural pero también de nuestra historia, de lo que somos”, añade Mistral.
Fue así como artistas y excombatientes acordaron los diseños de los 35 muros que se pintaron, teniendo en cuenta las preferencias de quienes habitan las casas, los materiales y el tiempo disponible. Lo siguiente fue un trabajo en equipo que duró ocho días.
“Todos (los excombatientes) tienen el don de la amabilidad, vos estabas pintando en el sol y en cualquier momento uno de ellos llegaba y te ofrecía una cerveza, agua o te ponían una sábana para que el sol no te pegara de frente”, recuerda el artista Pérez.
Para la ahora “exguerrillerada” de ese sitio, el toque artístico que les pusieron los grafiteros a sus casas les ofrece una mejor “calidad de vida”. “Fomenta el sentido de pertenencia y el equilibrio emocional” de los excombatientes, dice Mistral.
Todos (los excombatientes) tienen el don de la amabilidad, vos estabas pintando en el sol y en cualquier momento uno de ellos llegaba y te ofrecía algo de tomar
En el muro de una casa donde viven tres excombatientes en el espacio de reincorporación de Santa Lucía, en Ituango, Antioquia, otro grupo de artistas de Medellín pintó un mural, con ayuda de los campesinos y algunos miembros de las Farc.
Es un bosque de flores y mariposas y a la izquierda hay una niña que ofrece una flor con sus brazos extendidos.
Lo hicieron durante, lo que ellos llamaron, “un fin de semana cultural”. Fue una actividad independiente a la del espacio de Caracolí, pero también a finales de junio y con el apoyo de 16 artistas que viajaron desde la capital antioqueña para apoyar el evento, entre ellos, integrantes de la Corporación Canchimalos.
La idea fue del periodista alemán David Graaff y de la líder social Cristina Taborda, quienes buscaban entablar un diálogo entre la comunidad y los excombatientes: un punto de escape para las personas que vivirán en ese lugar tanto como dure su reincorporación.
“Veía que permanecer en un solo sitio era muy incómodo para ellos, que estuvieron acostumbrados a moverse como guerrilla y hacer muchas actividades”, cuenta el periodista. Por eso decidió escribirles a sus conocidos en Alemania y buscar apoyo económico. Les ofreció manillas de mostacilla checa, ‘chaquiras’ diminutas, hechas por los excombatientes de ese lugar, a cambio de donaciones. Con la colecta pudo recoger 2’500.000 de pesos y, con eso, costear los materiales para el mural y los talleres de arte que ofrecieron los artistas de Medellín.
Los miembros de las Farc pusieron la comida para las 300 personas que asistieron a la actividad durante todo el fin de semana, incluyendo a los exguerrilleros.
“Muchos excombatientes estaban prevenidos porque pensaban que no eran capaces de dibujar, pero a medida que se fue desarrollando la actividad, se soltaron y aportaron sus ideas para el mural”, dice la líder Taborda. Añade que a lo siguiente en ponerle color será a la guardería de allí.
ALEJANDRA MACHADO
Escuela de Periodismo Multimedia EL TIEMPO
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