Hubo un par de minutos de silencio. Los 242 soldados y policías secuestrados nos miraban con enorme tristeza. Frente a ellos, nosotros, los periodistas que habíamos ido a cubrir su entrega, quedamos inmóviles. Nadie hablaba. A pesar de haber visto tantas escenas de dolor en la larga guerra, esta superaba la violencia: muchachos de ropa raída, sucia, amarrados por el cuello, algunos con largas cabelleras, todos en sus huesos, detrás de una alambrada de púas como animales. Algunos de ellos estaban tomados de la mano, como si fueran pareja; otros tenían animales silvestres sobre sus hombros. El infierno.
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Para decenas de ellos, en este mes de junio de 2001, era la primera vez en años que veían a un persona distinta a un guerrillero de las Farc. La guerrilla los había movido por entre la manigua, en un aislamiento inmisericorde. Rara vez les permitió enviar una prueba de vida a sus humildes familias, menos una llamada. En las selvas del país, el follaje lo cubre todo. En ocasiones hasta la luz del sol.
Las distancias son cortas, siempre una pared de verde agreste y el ruido de los animales constante. Incluso los mismos guerrilleros narraban que en las contadas ocasiones en las que se les permitía salir para llevar algún mensaje debían sentarse durante un día en un árbol para acostumbrar los ojos a la llanura.
Y aquí continuábamos en silencio. Algunos de los secuestrados empezaron a llorar. Varios de los periodistas también. Nos habían llevado en embarcaciones, guiados por Germán Suárez Briceño o 'Grannobles', hermano de Jorge Suárez Briceño, 'Jojoy', jefe del poderoso bloque oriental que insistía en que la liberación era un gesto unilateral de paz y para reclamar el canje de guerrilleros presos.
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Fue durante la administración del presidente Andrés Pastrana, y la gestión la había hecho el comisionado de Paz de entonces, Camilo Gómez. Las Farc acondicionaron una tarima para el acto en el que estarían, entre otros, 'Manuel Marulanda', máximo comandante de la organización; 'Raúl Reyes', 'Simón Trinidad', Andrés París y Carlos Antonio Lozada, hoy senador de la República. Un grupo de embajadores y miembros de las Naciones Unidas habían asistido como garantes.
La entrega se había hecho en San Vicente del Caguán, pero el Secretariado de las Farc eligió La Macarena, donde las condiciones de hospedaje y de comunicación eran muy difíciles.
–¿Por qué eligieron La Macarena?– le dije a 'Jojoy'.
–Porque así todos se dan cuenta de la pobreza, así es como viven los campesinos de este país– me respondió.
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'Mono Jojoy'
AFP. Luis Acosta
Previo al acto de entrega, la guerrilla autorizó el acceso de la prensa al sitio donde estaban los secuestrados. Fuimos por río, a través de un paisaje sobrecogedor y en el que no se movía una hoja sin el conocimiento de la guerrilla, que se desplazaba por allí como pez en el agua.
Los jóvenes secuestrados habían sido llevados allí desde distintos puntos del país que agregaban como las cuentas de un rosario: Patascoy, Nariño; El Billar, Caquetá; Miraflores, Guaviare; Mitú, Vaupés.
Además de soldados y policías, las Farc engrosaron su lista de secuestrados con civiles sin importar su edad o género: Ingrid Betancourt, Fernando Araújo, Consuelo González de Perdomo, Alan Jara, Sigifredo López, para citar algunos; y centenares y centenares de personas anónimas que caían en lo que se conoció con el paradójico nombre de 'pescas milagrosas'.
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"El arma del secuestro fue la principal arma con la que la guerrilla de las Farc causaron pánico generalizado entre la población, fue un arma de terror, una de las más eficaces para causar miedo; pero, a su vez, fue una práctica con la que las Farc se suicidaron políticamente. Con esta acabaron cualquier tipo de simpatía, de respaldo, lo dilapidaron con el secuestro", dice el analista Ariel Ávila, subdirector de la Fundación Paz y Reconciliación.
En efecto, la guerrilla se deshumanizó por completo con este delito. "Las Farc-Ep encadenaron y amarraron a los cautivos como forma de castigo y humillación", "las Farc-Ep agredían a los cautivos con golpes, gritos, burlas y otros malos tratos físicos y sicológicos como forma de castigo, intimidación y coacción", "las Farc-Ep usaban las amenazas de muerte y simulacros de fusilamiento como castigo, intimidación y humillación", "las Farc-Ep privaron a los cautivos de condiciones de sanidad e higiene necesarias para el cuidado de su integridad", dice textualmente la Jurisdicción Especial para La Paz (JEP) en su imputación a ocho exjefes guerrilleros en el documento del caso 001, que busca investigar y juzgar a los miembros del secretariado de las Farc por la "toma de rehenes y otras privaciones graves de la libertad".
Un solo caso ilustra el horror al que llegaron. Cuando Henry Castellanos, 'Romaña', secuestró a Guillermo Cortés Castro, un reconocido hombres de medios de comunicación y expresidente de Santa Fe a quien sus amigos llamaban la Chiva, su familia clamaba porque a sus 74 años de edad estaba delicado de salud. Las Farc lo amarraron a dos palos, como crucificado, mataron unas gallinas y lo bañaron con su sangre, le tomaron fotos y se las enviaron a sus seres queridos. "Paguen rápido porque mire como está", escribieron.
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Héctor Fabio Zamora. EL TIEMPO
"El secuestro degradó las Farc imponiendo un enorme lastre político del que difícilmente podrá librarse. Con el secuestro ofendió a la humanidad y, claro, a toda Colombia", dice Jorge Restrepo, director del Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos.
"Si hubo un delito que acabó políticamente a las Farc fue el secuestro", dice Juan Diego Restrepo, director del portal Verdad Abierta. "Ellos de manera desproporcionada diseñaron e iniciaron una estrategia para hacer ese tipo de acciones extorsivas porque necesitaban muchos recursos para sostener la guerra".
Juan Diego Restrepo, que ha estudiado a fondo las causas y consecuencias del conflicto armado interno, dice que en muchos documentos de las Farc se evidencian crisis en la organización porque relataban que tras secuestrar a hacendados, ganaderos y comerciantes de los pueblos, estos abandonaron las regiones. La guerrilla, entonces, amplió el delito a personas más humildes para pedir cinco, dos o un millón de pesos. Así las cosas, todos los colombianos se convirtieron en potenciales víctimas de las Farc.
“El secuestro fue probablemente el mayor error estratégico de las Farc en la guerra, se echaron encima a toda la población y les echaron toda la leña a los paras", dice Sergio Jaramillo, exalto comisionado de Paz.
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¿Y ahora qué? Jorge Restrepo, del Cerac, dice que es importante mirar el futuro. "Soy optimista: después del perdón, ya pedido por las Farc, si sus principales mandos aceptan su responsabilidad ante la JEP y cumplen con la pena que por fin imponga la justicia, Colombia dará el paso definitivo para la reconciliación".
¿Pero será suficiente? "Para contribuir, de manera definitiva a esa reconciliación, los comandantes de las extintas Farc deberían renunciar a la representación política de su partido en el Congreso", dice él.
Luis Eduardo Celis, también analista del conflicto armado, dice que es claro que "el secuestro es un crimen atroz, repudiado de manera amplia por la sociedad colombiana y que desprestigió de manera contundente a las Farc".
Empero, también dice que se ha avanzado. Recuerda, por ejemplo, las declaraciones de perdón expresadas por Pastor Alape, quien dijo: "Al secuestrar nos equivocamos". Y subraya la importancia del acuerdo de paz, que trajo nuevas instituciones como la JEP, la cual con su trabajo permite que el país no solo conozca lo ocurrido sino que pone en el banquillo a sus autores.
"La decisión de la JEP de este jueves consigna por primera vez en detalle en un auto judicial y de acuerdo con los tipos penales que corresponde -crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad- el sufrimiento inconcebible y atroz que padecieron miles y miles de colombianos, desde ver su intimidad permanentemente vulnerada hasta actos de violencia sexual. Eso también es justicia. Nunca en ningún proceso una guerrilla había accedido a responder ante un tribunal por crímenes de esa magnitud”, argumenta el excomisionado Jaramillo.
Los autores de tan criminales acciones hoy deben mirar hacia atrás para contar, sin omitir detalles, toda su responsabilidad en este horror.
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Porque como alguna vez dijo Joaquín Villalobos (San Salvador, 1951), fundador y máximo dirigente del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), una de las cinco organizaciones del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, en El Salvador, "la única regla cuando se crea una guerrilla es que no haya reglas".
Y en eso las Farc fueron tan eficaces como en haber roto cualquier norma elemental de respeto y humanidad hacia sus cautivos, como los que vi en La Macarena, que rompieron el silencio con gritos y más gritos de felicidad, entre los sonidos de los animales, porque iban a quedar, por fin, en libertad.
ARMANDO NEIRA
EDITOR DE POLÍTICA DE EL TIEMPO
@armandoneira
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