Terminado el desarme de las Farc, que tendrá su cierre público este martes 27 en una de sus zonas de influencia histórica, Mesetas, en el Meta, el más grande desafío para esta organización que durante medio siglo enfrentó a punta de fusiles al Estado colombiano será darle vida a su partido político, precisamente, bajo las reglas de la institucionalidad que combatió.
Al mismo tiempo, por supuesto, la irrupción de las Farc en la política les plantea al Estado y a sus instituciones el reto de demostrar que en la Colombia del siglo XXI todos pueden defender sus ideas en la legalidad, y sin temor a ser asesinados.
La superación de estos dos desafíos, en medio de la polarizada precampaña para las presidenciales del 2018, hará la diferencia entre el viejo y el nuevo país, entre el país de la guerra y el país de la paz, que tanto los excombatientes como la clase política dicen querer y defender.
En lo que les corresponde a las Farc, el hoy todavía jefe guerrillero Pablo Catatumbo dice que respaldarán “al candidato presidencial que apoye y ponga en marcha los acuerdos de paz, independientemente de quien sea”.
Por primera vez, y ya convertidas en movimiento político –planean definir su plataforma y sus estatutos en agosto–, las Farc podrán llamar a sus bases a votar por el candidato que decidan respaldar, como lo hace hoy cualquier partido.
En las elecciones para el Congreso, en marzo, las Farc sí participarán con sus propios candidatos. En esos comicios obtendrán al menos cinco curules en el Senado y cinco más en la Cámara de Representantes. Esos cupos son los que les garantiza el Acuerdo Final de Paz.
Si en esa contienda electoral obtienen más de las 10 curules, eso será ganancia extra para el nuevo partido de izquierda que tendrá Colombia. Es la gabela que da la paz negociada y que, a pesar de los detractores, tiene sustento ya en una reforma constitucional aprobada en el Congreso, sobre las garantías para la incursión de las Farc en la política.
Hasta ahora, las Farc no han definido si quienes ocuparán esas curules serán miembros de esa organización o terceros que compartan el proyecto sobre el cual van a fundar su partido y que, según Pablo Catatumbo, recogerá la esencia de los acuerdos de paz.
Pero el senador y precandidato presidencial del Centro Democrático, Iván Duque, cree que los jefes de las Farc involucrados en delitos graves no deben ir “de manera inmediata al Congreso”, sino después de acudir a la justicia para responder por sus crímenes.
Por lo demás, el senador considera que el Estado “debe darles todas las garantías de seguridad” a los exguerrilleros y vigilar que no mantengan vínculos con organizaciones criminales ni bienes ocultos.
“Si eso se cumple –agrega– y ellos participan en los debates legislativos, la confrontación se dará en el terreno de las ideas”.
Para Pablo Catatumbo, el aporte político inicial de las Farc al país es “finalizar una guerra y participar abiertamente en la construcción de la nueva Colombia en paz”.
Aunque él es cauteloso sobre el tipo de estructura que tendrá el partido de las Farc, se sabe que piensan en mantener una dirección colectiva –de naturaleza leninista– que tomará las decisiones por consenso.
A las puertas de transformarse en un partido, los jefes de las Farc coinciden en que una de sus mayores preocupaciones es la seguridad de los excombatientes.
“Yo tengo escoltas, pero está claro que el Estado no puede ponerles escoltas a todos los guerrilleros”, afirma Pablo Catatumbo. Además de la preocupación por la vida de los exguerrilleros –cuando al menos ya cuatro han sido asesinados–, las Farc tienen incertidumbre sobre los sitios en los cuales vivirán y sobre los proyectos para incorporarse a la vida productiva, porque “todo está muy atrasado”. Todavía no hay resultados del censo que hizo la Universidad Nacional sobre las expectativas de los guerrilleros que están concentrados en 26 puntos del país. Tampoco del censo educativo.
Un sondeo inicial del Consejo Nacional de Reincorporación en 13 de las zonas indica que entre los guerrilleros “predominan las aspiraciones relacionadas con tareas agropecuarias y colectivas”. Además, el deseo de hacerlas en los territorios donde hoy están agrupados.
En este punto, la mayor dificultad tiene que ver con la asignación de tierras, que no está resuelta.
Lo que está claro para funcionarios del Consejo de Reincorporación es que hace falta un intenso trabajo previo de capacitación a los excombatientes.
“Nadie se convierte en emprendedor de la noche a la mañana. Las Farc deben dejarse ayudar”, dice un funcionario consultado por EL TIEMPO.
Y señala, a manera de ejemplo, que de mil proyectos económicos emprendidos por excombatientes del M-19, solo sobreviven dos. Y de los que comenzaron los exparamilitares, varios de ellos colectivos, solo se mantiene el 13 por ciento.
Hoy, que estamos a horas de que las Farc dejen de ser guerrilla después de 53 años, conviene recordar que su aterrizaje en la política y en la vida productiva será un proceso gradual y nada fácil. Y que cada quien, incluida la oposición, debe poner su parte.
MARISOL GÓMEZ GIRALDO
Editora de EL TIEMPO
En Twitter: MarisolGmezG
Comentar