La antigua columna móvil ‘Teófilo Forero’ de las Farc sigue funcionando con la disciplina de un ejército, pero en proyectos que hagan viable su subsistencia y su unidad. Al menos 147 exguerrilleros trabajan en su reincorporación económica en Miravalle, una vereda a dos horas y media de San Vicente del Caguán, Caquetá, en pleno corazón del caliente y selvático valle de El Pato.
Se levantan de madrugada para estar listos y desayunados a las 6 a.m. A esa hora tienen que ir a trabajar en la granja, en los proyectos de cultivo de peces o en los de ecoturismo. A la 1 p. m., 88 exguerrilleros atienden los cursos de validación de educación primaria y secundaria que dicta la Unad, con el apoyo del Consejo Noruego para los Refugiados, y más tarde, tipo 6 o 7 p. m., otros se capacitan con el Sena.
A 20 minutos en carro desde la recepción de ese denominado ‘espacio de reincorporación’ está el filo de una montaña donde los excombatientes adelantan, sin llamar mucho la atención, los ambiciosos proyectos colectivos.
Y no obstante las especulaciones de finales de octubre, según las cuales el exjefe de la ‘Teófilo’ Hernán Darío Velásquez, el ‘Paisa’, había abandonado el proceso de paz, exguerrilleros dan fe de que él, aunque no da la cara, es quien dirige los proyectos.
“Está comprometido con la reincorporación, a pesar de la lentitud y el incumplimiento del Gobierno en la seguridad jurídica”, dice un exguerrillero de la zona sobre el ‘Paisa’, que dirigió las peores acciones violentas de las Farc durante el conflicto, como el atentado al club El Nogal, en Bogotá.
Lo cierto es que en el ambiente de Miravalle se respira desconfianza. No solo por los temores frente a la seguridad física de los exguerrilleros (en septiembre asesinaron a uno), sino también porque varios de ellos, que deberán responder ante la justicia especial, no tienen resuelta su situación jurídica y temen ser capturados.
Aunque allí se agruparon para la dejación de armas alrededor de 180 guerrilleros, son 147 los bancarizados que permanecen discretamente en el sitio. Si quieren retirar el dinero que el Gobierno les consigna mensualmente desde que dejaron las armas (90 por ciento de un salario mínimo), tienen que ir hasta la cabecera de San Vicente del Caguán. Los otros están con sus familias en veredas de municipios cercanos.
El proyecto colectivo más grande que planean es el de piscicultura. Apenas el domingo pasado terminaron un pozo piloto para 700 cachamas
El proyecto colectivo más grande que planean es el de piscicultura. Apenas el domingo pasado terminaron un pozo piloto para 700 cachamas. “Vamos a ver cómo les va. La temperatura del agua para el cultivo de las cachamas es de 25 grados centígrados y aquí es de 21, así que el animal va a ser más pequeño”, dice Gustavo Juris, instructor del Sena que capacita a 27 exguerrilleros matriculados en el curso para estructurar este proyecto. “Si no pega la cachama, el plan B es el sábalo”, añade Juris.
Hace tres semanas, los excombatientes tuvieron clases de emprendimiento y agricultura. “Estamos colgados con todo lo que hay que hacer”, dice ‘Kevin Salvatierra’, apuntando un dedo a su yugular, al llegar a Miravalle después de ocho horas de viaje. Viene de hacer pedagogía de los acuerdos en Algeciras, Huila, con ‘Daneiro’, jefe político de la ‘Teófilo’.
La idea que tienen es producir al menos 160.000 cachamas cada seis meses y exportar. El ‘Paisa’ ya les dijo que hay que construir 20 pozos, cada uno con capacidad para 8.000 peces, mediante la técnica de geomembrana, un plástico grueso y negro que aísla la tierra del agua. Están demarcados, listos para iniciar su excavación.Según ‘Rafael’, el encargado de la ‘Teófilo’ para este proyecto, las cosechas serían enviadas a los países que han apoyado el proceso de paz y el posconflicto.
Entre tanto, un numeroso grupo de exguerrilleros trabaja en el diseño de un sendero ecológico que recoja la memoria histórica del conflicto en El Pato, zona donde campesinos declararon una de las siete “repúblicas independientes” que propiciaron el nacimiento de las Farc en 1964.
El ‘Paisa’, cuentan los excombatientes, también quiere poner a funcionar un invernadero. Ya está la estructura, pero quienes trabajan en este proyecto apenas están abonando la tierra para sembrar hortalizas. En las faldas de la montaña tienen plantíos de plátano y fríjol y, en pequeñas huertas, tomate y cebolla larga. También crían tres cerdos, uno de ellos reproductor y de gran tamaño.
“Quién se iba a imaginar que la ‘Teófilo’ estaría en proyectos tan bonitos como este”, dice Karime Viña, funcionaria de la Agencia para la Reincorporación y Normalización (ARN) en Miravalle. Esta bogotana, presente desde julio en la zona, mira sorprendida hacia el filo de la montaña.
Entre los exguerrilleros que están por fuera de este espacio, algunos de los cuales fueron citados a una jornada de asesoría jurídica por abogados de la ARN, hay quienes trabajan también en la elaboración de proyectos productivos.
Un viejo excombatiente dice que adelanta junto con otros 26 la conformación de una empresa para producir miel de abejas. La quieren exportar a Noruega y España. Cuenta que no está de manera permanente en Miravalle porque sería difícil ver a su familia. Los permisos para salir los da la antigua dirección de la ‘Teófilo’ y cuando los consiguen “los restringen a sábado y domingo”, agrega.
Por el momento, la vía de acceso a la zona donde está ubicado este grupo, que fue considerado el élite de las Farc, es una trocha en la que se atascan los camiones que suben con víveres.
Y aunque no se le ve por ningún lado, es evidente que al ‘Paisa’ le consultan todo. A pesar de que desde el 15 de agosto –cuando las Farc se desarmaron finalmente– rige la libre movilidad por la vereda, es él quien tiene la última palabra sobre la posibilidad de conocer la ciudadela que construyeron, conformada por alojamientos, aulas y bibliotecas.
JUAN CAMILO PEDRAZA
Enviado especial de EL TIEMPO
San Vicente del Caguán – Caquetá
juaped@eltiempo.com@JCamiloPedrazaM