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Nada contrarrestará el ridículo que harán si votan No: John Carlin

El escritor y periodista británico habla de las implicaciones de la votación de este domingo.

¿Periodismo político, deportivo o gastronómico? ¿O mejor el cine?
Soy básicamente un corresponsal, que es lo que he sido la mayor parte de mi vida en México, Centroamérica, Sudáfrica y Washington. No me considero un periodista deportivo, sería una falta de respeto con los que sí lo son. Soy incapaz prácticamente de analizar un partido de fútbol. Si escribo de fútbol es un poco antropológicamente, un poco políticamente, y casi siempre medio en broma. En cuanto a la comida, no sé hacer ni un ‘omelette’.
Pero comer sí sabe...
Ni siquiera tanto. Pero sé escribir sobre comida. Es curioso.
¿Y cine? Sus libros han inspirado dos películas. Una, la muy vista ‘Invictus’, sobre el liderazgo de Mandela en Sudáfrica, y otra con Bruce Willis, de la famosa saga ‘Duro de matar’ 1, 2, 3 y etc....
Esa es la buena. O puede que no tan buena, pero la más divertida. La otra es más seria. Hice un artículo cuando estaba viviendo en Washington para la revista ‘Wired’ sobre algo que es muy vigente ahora: los ciberataques y la guerra informática. Saqué muy buenas anécdotas de un tipo del Pentágono que había sido uno de los inventores de internet, y como que postulé para escenarios. Volviendo a su primera pregunta de qué me considero ante todo, soy alguien que escribe sobre política, conflictos y guerras y qué sé yo.
Desde luego, hay un paralelo entre la política y el deporte...
En el deporte siempre puedes encontrar metáforas para la vida y en la política también, con lo cual ahí indudablemente se cruzan.
¿Cuál es su equipo? ¿El Real?
No tengo equipo ahora. Siempre he mantenido que la relación de un hombre con su equipo de fútbol es la del amor más fiel y leal con la posible obsesión que siente por su mamá.
¿Qué le pasó con su equipo?
Me divorcié hace como diez años del Manchester United. Como en una película de Woody Allen en la que el protagonista está enamoradísimo de la mujer y no duerme, y va al psicoanalista y de repente un día se despierta, ¡pum!, y se acabó, ya no siente ese amor.
Ahora soy, volviendo a la comida, una especie de ‘gourmet’ del fútbol. Ya no siento el fanatismo de antes. Lo único que pretendo es dar los domingos por la mañana a los lectores tres minutos entretenidos durante su café, no aspiro a nada más, la verdad. Aunque a veces sí digo cosas que generan indignación enorme, sobre todo en el fútbol, que despierta pasiones como nada en el mundo. Al lado de ellas, olvídese de las que provocan los acuerdos de paz.
Mandela dijo que era un periodista “muy inspirado”...
Fue un halago bastante inesperado. Sucedió que para la paz en Sudáfrica, los cuatro años de negociaciones fueron una etapa de ultraviolencia, mucho más que en estos cuatro años en Colombia. Murieron unas 25.000 personas. Mi vida ahí como periodista era muy esquizofrénica, oscilaba permanentemente, y muchas veces en el mismo día, entre ir al lugar donde se celebraban las negociaciones, todo bastante civilizado y tal, y después iba a un lugar que estaba a quince minutos donde había masacres, atrocidades espantosas con niños, mujeres, bebés, una cosa tremenda.
Me di cuenta de que esto estaba siendo manipulado por la extrema derecha, que intentaba frenar la transición a la democracia. Me volví casi loco intentando destapar esta mano escondida. Mandela leyó mis artículos y se puso feliz de que yo le diera la prueba de su intuición. Por eso Mandela y yo logramos tener una bonita relación.
¿Qué lo trae a Colombia precisamente en este escenario de la firma de los acuerdos con las Farc?
He estado aquí como siete veces en mi vida. He desarrollado un vínculo emocional con el país, que me gusta mucho, especialmente la gente, que me parece especialmente interesante y brillante, de altísimo nivel intelectual y moral, como he visto en pocos lugares. Calidad humana.
Qué bueno que diga eso, porque aquí generalmente recibimos unos comentarios brutales...
Esto lo he hablado con otros extranjeros que viven aquí, y están de acuerdo conmigo. Entonces, bueno, me fui creando un cierto vínculo emocional con el país y a su vez, por supuesto, con su proceso de paz.
Pues le cuento que a mí, que soy medianamente enterada, usted me chivió con la noticia de que el presidente Santos condecoró en secreto hace pocos días en Cartagena a los asesores extranjeros del proceso: Villalobos, Ury, Powell y Ben Ami...
Exacto. Y conozco bien a Sergio Jaramillo; y bueno, he venido aquí a dar varias conferencias anteriormente. Ahora: si la pregunta es por quién iría en un partido de fútbol entre Colombia y Sudáfrica, la respuesta siempre será Sudáfrica.
Nos veremos en el próximo mundial. Lo que sí sorprendió es que usted dijera públicamente que nuestro James es un cobarde si no tomaba partido por el ‘Sí’. Hay que respetar todas las opiniones, comenzando por el ‘No’. Lo de James fue una provocación...
Para empezar, usted respeta el ‘No’ y yo no. Me parece demencial.
¿Por qué?
Fundamentalmente, es una cuestión de valores. De cómo se quieren retratar los propios colombianos. En el fondo, en la esencia, es una disputa entre una visión de la vida generosa y una visión de la vida mezquina. Entre una visión de la vida audaz y una visión de la vida miedosa. Entre el pasado y el futuro. Votar por el ‘No’ es seguir ahí estancando, embarrado en los rencores del pasado. Votar por el ‘Sí’ es pensar en el presente y en el futuro, en los niños y en los que no han nacido. Es optar por Israel/Palestina en vez de Sudáfrica/Irlanda del Norte. Así son los valores que yo pretendo defender, o sea, detesto la mezquindad más que nada.
Yo voy a votar por el ‘Sí’, pero tengo que decir de parte de los del ‘No’ que ellos no van contra la paz. Van contra un mecanismo de acuerdo que no les parece justo para lo que ha vivido el país. Aquí, esta guerra con las Farc no ha sido de la mitad del país contra la mitad del país. Ha sido una confrontación entre 7.000 tipos armados ilegalmente contra 40 millones de colombianos. Mucha gente quiere la paz, pero aspiraba a otras reglas del juego...
¿Qué querían? ¿Exterminio?
No.
O todos a la cárcel... Que vayan al monte a buscarlos entonces...
El problema es que aquí hay una cantidad de cosas en juego. Empecemos por la no repetición que debe garantizar un proceso como este. Mucha gente piensa que no quedó cerrada esa compuerta.
Bueno, ¿usted tiene garantía en su vida de que mañana no la va a atropellar un autobús?
Comparto sus argumentos a favor del ‘Sí’, exceptuando lo de la mezquindad, que me parece excesivo. Y creo que James tiene todo el derecho de seguir jugando futbol y de no meterse en política.
Por supuesto, todo el derecho. O sea, la gente se fija en la palabra ‘cobarde’ y claro, todos saltan a proteger al niño de la nación, al hijo de la patria, al predilecto, que es James. Pero la esencia del argumento es que él tiene la oportunidad no solo de pasar a la historia como un gran, gran futbolista, perfecto, sino además como un gran hombre.
Eso está retratado en la película ‘Invictus’, que es por la que usted dice que me conocen en Colombia. En ella se tocaron valores eternos, fundamentales en todos los seres humanos, independientemente de su raza, su religión, su idioma. Fue la historia de unos jugadores de rugby identificándose plenamente con una causa política en un momento decisivo en la historia de su país.
Eran casi todos jugadores blancos, que iban en cierto modo en contra de sus intereses porque los blancos iban a perder poder, y salieron y se la jugaron. Eso es ser grande, es hacer algo por el país, más allá de pegarle a una pelotita. Pero bueno, James tenía todo el derecho del mundo a no hacerlo; y si no lo hizo, le deseo toda la felicidad del mundo y que marque muchos goles y que gane millones de euros. Que sea feliz, perfecto.
Estamos saliendo de una confrontación de 52 años con un grupo muy minoritario desde todo punto de vista, no solamente en número sino en apoyo político, pero en el camino un día nos despertamos metidos en una confrontación agresiva entre el ‘Sí’ y el ‘No’ que está partiendo familias y que interrumpe amistades...
Absolutamente. Y habrá más después. Espérese.
Yo ni siquiera me atrevo a preguntarle a alguien cómo va a votar. Me parece una falta de respeto. Que cada persona haga lo que quiera. Pero esta confrontación a mí me da tristeza.
Y con gente echando leña al fuego. El otro día escuché una entrevista en la 'radio Caracol' con Uribe en la que dijo: “No olviden que un voto por el ‘Sí’ es entregar el país a las Farc”. Oigo eso y pienso: esto es una manipulación, una mentira horrible, es enchufar veneno a la sangre nacional.
Uribe no es Donald Trump, es un tipo muy inteligente y él tiene que saber que esto de ‘Timochenko’ presidente’ no es verdad. Entiendo que hay gente que se ofendió por lo que yo dije de James, y ahí sí yo pido perdón, lo siento, 'ok', está bien. Pero que una persona que es un expresidente de este país, el gran comunicador, con una capacidad de persuasión que nadie supera, diga una cosa así, me parece una falta de respeto abismal a la inteligencia mía, que lo estaba oyendo, y mucho más importante, a de los colombianos que lo oyeron.
Mire cómo están las cosas del otro lado: el Ministro de Defensa sale a decir que los que van a votar ‘No’ es porque no quieren que los militares salgan de las cárceles. Eso es procaz... No solo es una mentira, sino una falta de respeto.
Eso no lo sabía. Pero no es una mentira absolutamente central, polarizante, que todo el mundo oye todos los días, como que votar por el ‘Sí’ es entregar el país a las Farc. Eso me parece lamentable. Eso es una mentira incluso más gorda que cualquiera que las que contaron en el ‘brexit’, que ya es bastante.
Otra mentira que a mí me ofende mucho del Gobierno es que diga que no va a haber impunidad. Hay que decirlo: sí va a haber impunidad, y ese es el precio que tenemos que pagar por el proceso que estamos a punto de aprobar.
O sea, ¿usted no cree para nada en ese tribunal especial de justicia transicional?
No, para nada.
Pues, mire, ahí yo comparto su escepticismo. Estoy por el ‘Sí’ a muerte, pero esto va a ser lo que en inglés llamamos ‘a dog’s breakfast’, un caos total. Y muy bonito sobre el papel, lo más brillante que se ha pensado es eso de la justicia transicional, pero mejor seamos honestos.
Seamos honestos. Y aceptemos el costo...
En Irlanda del Norte los presos salieron de la cárcel. En Sudáfrica fue más complicado, pero mucho menos confuso que esto. Fue amnistía a cambio de confesión, y eso funcionó más o menos bien; fue una cosa interesante, un drama de dos años en vivo y en directo en la tele, y la gente venía, y se abrazaban los que mataron con las víctimas. Pero todas estas complicaciones de esa especie de exilio forzado que va a haber aquí, o 20 años de cárcel, estoy de acuerdo en que eso es un lío.
No pretendo convencer a nadie. La única reflexión que hago es: supongamos que gana el ‘No’. ¿Qué hacemos al otro día? ¿Uno se levanta y qué hace?
Como dije atrás, para mí esto es una cuestión de valores fundamentales. Pero además, pragmáticamente, es un tema económico. Veinte años después, Sudáfrica es uno de los grandes centros turísticos mundiales y, pese a que está muy lejos de todos lados, la visitan como 12 millones de turistas internacionales al año; se han creado 700.000 empleos directos y quién sabe cuántos indirectos.
He recorrido Colombia; el potencial que tiene este país para el turismo es enorme, y eso puede ser un barómetro para todo tipo de inversión extranjera. Pero además, a los colombianos, como a todas las nacionalidades, les interesa mucho cómo los ven en el resto del mundo.
¿Y cómo nos ayuda en eso que gane o pierda el plebiscito?
Cómo escribí en este mismo periódico, por más balones de oro que gane James, vueltas que gane Nairo, mundiales que gane la Selección Colombia, nada va a contrarrestar el ridículo mundial que ustedes van a hacer si votan hoy por el ‘No’.
Imagínense si gana Donald Trump las elecciones y es el nuevo presidente de Estados Unidos ¿Qué van a pensar en Colombia? Que esos gringos están locos. Bien, si aquí votan por el ‘No’, en el resto del mundo, donde no son conscientes de todos estos matices que hay aquí, pensarán: “los colombianos están locos”. O sea, abandonemos toda esperanza con esa gente. Hoy, Colombia tiene una oportunidad de cambiar de un día para otro la percepción mundial de este país.
Usted le dice la palabra ‘Colombia’ a una persona en una calle en Barcelona, Londres, Estambul, Johannesburgo, Washington, ¿y con qué la asocian? Con gente muy violenta y con narcotráfico. Dios mío. ¿En un mundo lleno de todo tipo de barbaridades, problemas sin solución como todo el tema islámico que afecta a Europa, que nos afecta a todos, y de repente ustedes tienen la posibilidad de una solución racional, y van a decir que ‘No’, mientras que si dicen que ‘Sí’, de repente cambian la percepción de Colombia? Si esto no es importante para los colombianos, ok, perfecto.
MARÍA ISABEL RUEDA
Especial para EL TIEMPO
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