El expresidente Álvaro Uribe ha utilizado como argumento el acuerdo de paz de El Salvador para promover el ‘No’, en el plebiscito del próximo domingo en el cual se consultará a los colombianos sobre lo pactado con las Farc.
Aseguró que el acuerdo de La Habana “corre el riesgo de la derogación, como en El Salvador, cuyo proceso fue respaldado de manera unánime en la comunidad internacional, a pesar de lo cual la ley de impunidad total cayó”.
En ese país centroamericano, como fruto de las negociaciones, se expidió en 1993 una ley de amnistía general. Este año, la Corte Suprema la declaró inconstitucional por perdonar todos los delitos cometidos durante ese conflicto (1980-1992) que dejó cerca de 75.000 muertos.
Joaquín Villalobos, el excomandante del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln) que firmó la paz en El Salvador, en diálogo con EL TIEMPO, dice que las críticas de Uribe son “una apuesta electoral futura, con costos muy serios para el presente” de Colombia y lo señala de polarizar al país. Habla también de la firma de la paz que presenció en Cartagena, el discurso de ‘Timochenko’ y el futuro de las Farc en la política.
¿Qué le responde al expresidente Uribe?
Yo respeto mucho al expresidente Uribe. Pero en este argumento está completamente equivocado. No se puede comparar a El Salvador con Colombia. En primer lugar, el Acuerdo de Colombia es un acuerdo muchísimo más elaborado que el nuestro. En segundo lugar, la guerrilla a la que yo pertenecí era bastante más fuerte que las Farc y el gobierno tenía unos niveles de ilegitimidad superiores. Eso está invertido acá.
El Fmln llegó al gobierno después de 20 años, que fue lo que le costó recuperar la credibilidad democrática. Tampoco se puede comparar al Fmln con Venezuela ni con Cuba. En El Salvador no se ha expropiado una sola empresa ni controla el poder judicial, y el expresidente del primer gobierno del Fmln está asilado en Nicaragua. Está funcionando el sistema del balance de poderes. No se puede creer que las Farc y el Fmln son cosas iguales.
El Fmln hizo retórica durante 20 años y ahora está gobernando con otra, porque la realidad le enseñó que no se podía hacer de otra manera. Cuba está caminando hacia el capitalismo, y Venezuela es un desastre. Es como querer asustar con una idea que no tiene pies ni cabeza.
¿Qué dice sobre el desconocimiento de los derechos de las víctimas que se dio por la ley de amnistía?
El acuerdo de El Salvador es mucho más simple. Hubo amnistía bajo el entendido de que había cierto balance y las víctimas no fueron un componente activo del acuerdo, porque el balance de los contendientes era mucho más fuerte que acá. Aquí las víctimas entran como un componente fundamental porque el Estado (Ejército y Policía) se reforma y las Farc se debilitan y se degradan. Estamos hablando de cómo esa fuerza entra al sistema. El acuerdo colombiano ha tenido la experiencia de los procesos anteriores, no hay uno en el mundo uno tan sofisticado como el de acá.
¿Qué consecuencias tiene la inconstitucionalidad de la amnistía para el acuerdo de paz de su país?
Va a terminar en un acuerdo político porque 25 años después no hay posibilidad de que haya procesos. Cuando se decretó la amnistía, una de las razones fue la depuración del Ejército. ¿Qué era más importante: hacer esas reformas democráticas o meter presos a unos cuantos coroneles? Hoy, corrientes, como la que ustedes padecen con Human Rights Watch, mantienen la idea de atender ese pasado.
Pero la realidad cambió con la entrada en vigencia de la Corte Penal Internacional. Al no haberse atendido a las víctimas de hace 25 años ¿podría entrar a juzgarlos?
Cuál impunidad hay que resolver en mi país. ¿La de hace 25 años, o la de hoy? Ese es el punto. Imagínate lo que puede implicar en términos de investigaciones. Por eso el plebiscito tiene tanto sentido, es una manera de blindar el acuerdo. Nosotros no tuvimos referendo y nos polarizamos. Si se se va a tratar de meter a la cárcel por cualquier cosa, el país no va a ser gobernado y se van a olvidar otra vez del campo. El acuerdo de paz es para ocuparse de los problemas reales de Colombia.
¿Qué pudo haber recogido el acuerdo con las Farc del salvadoreño?
En El Salvador, 25 años después, apenas se está hablando de justicia transicional. Algo inaplicable porque eso se debe hacer cuando empieza. En términos de la relación de justicia y paz te voy a hablar de distintos países.
En España posfranco se solía decir que no hubo amnistía sino amnesia. Cuando el exjuez Baltazar Garzón intentó tocar el punto, no pudo. Otro ejemplo, Chile pospinochet. Sí, hubo un escándalo cuando lo encierran, pero lo cierto es que los chilenos cuando retoman el poder, se ocupan de gobernar. Otro caso, Uruguay y la ley de punto final, posdictadura.
Si los juzgáramos desde el punto de vista estricto de la justicia diríamos que es una barbaridad porque se soportaron un montón de cosas. Pero dime a cuál, de estos tres países, le fue mal. A todos les ha ido muy bien. No es cierto que les vaya mal, si tienen un sistema de justicia ‘no muy justa’.
En América Latina hay tres guerrillas derrotadas: la gualtemalteca, con un genocidio y un nivel de violación de derechos humanos brutal; Sendero Luminoso de Perú, cuyo artífice de la derrota está preso; y en la argentina. En el intento de buscar una victoria total, colocó a los países en una situación bastante complicada. En los casos de Chile, Uruguay y España tenemos un caso exitoso de desarrollo. Lo que hizo Colombia es lo que le da una visión prospectiva.
¿En ese balance como le fue a El Salvador?
En mi país hay una confusión generada por la crisis de seguridad que vive, pero que no tiene nada que ver con el conflicto. No hay relación directa entre los desmovilizados del Ejército y de la guerrilla con el fenómeno pandilleril. Este se da por la parálisis de la economía.
Y sí hay una relación directa, positiva, entre el hecho de que en El Salvador no exista crimen organizado, resultado de las reformas, y los acuerdos de paz. Donde no se reformó la Policía o el Ejército, como en Honduras, hay crimen organizado.
En el Salvador el cese del fuego fue uno de los mejores del mundo y las reformas se hicieron. Sin embargo, se redujeron las capacidades sociales y coercitivas del Estado, por eso es la crisis de seguridad. Aquí no va a pasar lo mismo, porque se prevé que el Estado tenga presencia en más zonas, y se va a atender el problema de los desplazados y del agro. La ideología tiene mucha menos fuerza de lo que se piensa, los grupos armados nacen por el vacío del Estado. De eso se trata la paz.
¿Por qué cree que Uribe hace esas críticas al acuerdo de La Habana?
Pienso que es una apuesta electoral futura, con costos serios para el presente. Diría muy negativos. Si algo funcionó mal en El Salvador fue la polarización. Llevar a un país a condiciones extremas, cuando se llega al rechazo o inexistencia del otro, genera una incapacidad de pactar y, por lo tanto, de ingobernabilidad. En mi país pasó eso, se acabó la guerra pero no había consensos: no se aprobaban los presupuestos, se negaban las obras públicas que las tomaba el uno o el otro, y ahora el sistema judicial entró en esa polarización. Eso es un error. La lucha debe ser por el centro.
¿Cómo fue la aceptación de los excombatientes en la política?
En el caso de ustedes, un elemento importante es que las Farc son un actor marginal. El Fmln pasó 10 años en guerra, y le costó 20 años la reconstrucción de su credibilidad política para ser elegible. Las Farc han pasado 50 años en guerra, les puede tomar un siglo la reconstrucción de su credibilidad. Hablando en términos mecánicos, el tiempo para que las Farc llegasen a ser elegibles, bajo la figura ridícula y bastante absurda de ‘Timochenko presidente’, supera la edad biológica previsible de sus dirigentes.
La polarización tiene un efecto dañino para Colombia. La diferencia entre una sociedad polarizada y una polaridad constructiva es que en esta última la gente se habla, se pacta; en la polarizada se dejan de hablar, las familias se dividen y rechazan al otro, se convierte al odio. Eso cierra la posibilidad de consensos, que es en la forma en la que caminan los países. Calentar a Colombia entorno a una idea de irreconciabilidad, manipulando un pequeño grupo que de lo que se trata es de insertarlo en la sociedad para que pase de las armas a hacer política marginalmente, es fallarle al país.
¿Qué pasó con la refrendación ciudadana en El Salvador?
Cuando se firma el acuerdo, no hubo que preguntarle a la gente. Porque la guerra tenía tal presencia que no hubo uno que se atreviera a decir “no estoy de acuerdo”. A nadie se le ocurrió que se debía refrendar. Eso se hizo en Guatemala donde la guerrilla estaba derrotada. Por eso es importante acá. Se trata de resolver la guerra que está matando campesinos, amputando soldados, haciendo que la guerrilla reclute jóvenes en zonas olvidadas por el Estado. Es un acto de solidaridad con las Fuerzas Militares del país y sus familias. Es fácil decir que siga la guerra cuando los muertos no van a ser tus hijos, sino los hijos de los campesinos.
Usted ha dicho que la firma de la paz en Cartagena significó el funeral de la extrema izquierda… ¿Qué tal le pareció?
El acuerdo representa el fin de 63 años de lucha armada en el continente. Lo que queda son restos de Sendero Luminoso en Perú y una guerrilla en Paraguay y en México, con grupos que de vez en cuando le hacen ruido…
Y el Eln en Colombia…
Sí, pero no van a tener más alternativa que sumarse a este proceso. Pero decía que esto ocurre cuando está configurada la crisis del socialismo del siglo XXI. Con el régimen autoritario como lo hemos conocido, el presidente cubano Raúl Castro está diciendo “en el 2018 me voy”. Están a las puertas de un cambio generacional y con la apertura hacia Estados Unidos.
No hay ninguna base sólida que de un grupo como las Farc vaya a emerger el socialismo colombiano a la nueva moda. No tiene sentido. La extrema izquierda, las políticas antimercado, los métodos violentos de lucha y el rechazo a la democracia se están acabando. No se van a inventar aquí un soviet colombiano, eso es una locura y una bobería… eso no es serio.
¿Cómo vio el discurso de ‘Timochenko’?
Él habló de su programa de lucha. Y de eso se trata, de exponer sus ideas. Eso tiene relación directa con la parte más importante del discurso del Presidente en la que dijo que las diferencias iban a persistir por siempre, pero que él iba a defender el derecho de todos a expresar sus opiniones. No se puede tener una guerra, solo porque no queremos escuchar a este personaje o a quienes piensan como él.
Por otro lado, destaco el perdón de ‘Timochenko’. Claro, fuerte, directo, sin ambages. Impresionante. La frase “por todo el dolor que hemos causado” es una aceptación dura, y un paso fundamental para que empiecen a hacer política. No tienes idea cómo costó eso en El Salvador. Yo hice una figura mucho más suave cuando empezó el proceso. Me impactó mucho lo que dijo.
¿Qué figura utilizó?
Dije “no hemos sido infalibles, hemos cometido errores. Y este es el momento de reconocer con humildad y decirle a la gente que nos equivocamos. No importa si otros reconocen…”. Algo más light.
Las Farc han empezado a pedir perdón. Además de eso, sucedió con las víctimas de los 11 diputados muertos en cautiverio, con las de la masacre de Bojayá y de La Chinita…
Lo que se ha hecho aquí ha sido más avanzado que lo que ha pasado en otros lados. Eso nunca ha ocurrido en mi país. El único que dijo esa frase fui yo hace 25 años… Después empezaron a decir cosas, pero no es lo mismo. Esos hechos tienen un valor de curación para un país que ha sufrido mucho. Eso habla bien de Colombia. Hay un estereotipo violento de los colombianos y eso no se soluciona metiendo a todo el mundo a la cárcel, o siguiendo una guerra con más mutilados y muertos… Eso se cura con esos actos de reconciliación.
Juan Camilo Pedraza
UNIDAD DE PAZ
EL TIEMPO
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