El presidente Juan Manuel Santos visita Washington con la esperanza de obtener apoyo para el polémico acuerdo de paz de su gobierno con la exguerrilla de las Farc.
Santos ya sabe que algunos de los apoyos más fuertes de Colombia en Estados Unidos cuestionan la efectividad de un acuerdo de paz que las Farc ya están violando.
Rescatar el proceso de paz y salvar a Colombia no son objetivos mutuamente excluyentes. Pero ambos objetivos solo pueden lograrse si los colombianos mantienen un escepticismo racional sobre las Farc y sus intenciones.
No se puede negar que la relativa ‘paz’ en Colombia hoy en día es un beneficio tangible y significativo del acuerdo. Sin embargo, las preguntas sobre el cumplimiento de las Farc, los plazos perdidos en la fase de implementación y los dramáticos incrementos en la producción de coca contribuyen a que se generen dudas dentro de Colombia y entre los grupos de interés estadounidenses.
Tal vez nadie estará satisfecho con que el acuerdo no logre responsabilizar a los comandantes de las Farc por sus horribles crímenes de guerra. Sin embargo, el acuerdo avanza con muchos objetivos positivos y necesarios para Colombia, y muchas de las deficiencias del acuerdo pueden ser mitigadas a medida que este se implemente.
La expansión del crecimiento económico y la presencia del Gobierno en las zonas de posconflicto abordarán lo que ha sido un fracaso fundamental del Estado colombiano. Al firmar este acuerdo, Colombia inicia un camino que eventualmente le permitirá reducir y redirigir los recursos, que ahora se emplean para la lucha contra las guerrillas y los grupos criminales. Sin embargo, ese día llegará solo si el Gobierno colombiano es realista y consciente de los persistentes desafíos de seguridad que todavía enfrenta.
En Colombia y Estados Unidos muchos observadores temen que las Farc no hayan renunciado a su intención de subvertir y transformar la sociedad colombiana, de identificar todos sus fondos ilícitos o de entregar sus armas. Las preocupaciones acerca de las intenciones de las Farc se basan en una lectura justa de su ideología marxista leninista, que están alimentadas por sus actitudes y acciones actuales.
Las Farc no han cumplido con el cronograma del acuerdo, con la entrega de los niños que fueron reclutados, con la dejación de las armas y la desmovilización de la guerrilla.
El escepticismo sano acerca del proceso de paz no podrá ser apaciguado con la estrategia del Gobierno de minimizar los problemas con la implementación del acuerdo y con el incumplimiento de las Farc.
Hay una tendencia comprensible de algunas personas en el campo de Santos que enfatizan en los desafíos positivos y mínimos.
Este complicado acuerdo de paz está en una fase delicada y los opositores de Santos atacan al proceso de paz con una crítica políticamente exagerada. Sin embargo, al descuidar las fallas, el Gobierno refuerza la narrativa de que no está suficientemente comprometido en responsabilizar a las Farc o a cumplir sus promesas a comunidades colombianas que están desde hace mucho tiempo abandonadas. El resultado inútil es el creciente escepticismo en Colombia y entre los políticos estadounidenses, que contemplan la continuación de la ayuda a Colombia.
Para revertir esta tendencia y asegurar el éxito a largo plazo del acuerdo de paz, las autoridades colombianas deben cumplir con los plazos establecidos en el acuerdo para que las Farc sean responsables de sus violaciones.
El Gobierno también debe demostrar a su socio estadounidense que se compromete a reducir urgentemente la producción de coca, si es necesario, mediante el restablecimiento de la fumigación aérea. Estados Unidos puede y debe retribuir proporcionando respaldo político, asistencia material, apoyo de inteligencia y ayuda en la búsqueda, captura y repatriación de los activos financieros ocultos de las Farc.
Es un argumento persuasivo que Estados Unidos debe continuar apoyando a Colombia para consolidar los logros obtenidos. No obstante, es igualmente importante que Estados Unidos aconseje a los políticos colombianos a no desperdiciar esas ganancias confiando más en las Farc que en su propio sentido común.
Roger Noriega*
*El autor fue embajador de Estados Unidos ante la OEA y subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental desde el 2001 hasta el 2005. Es investigador visitante en el American Enterprise Institute y su firma Visión Américas LLC representa a clientes estadounidenses y extranjeros.