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Proceso de Paz

La carta de dos expresidentes suramericanos sobre el acuerdo de paz

Fernando Henrique Cardoso, expresidente de Brasil y Ricardo Lagos, expresidente de Chile.

Fernando Henrique Cardoso, expresidente de Brasil y Ricardo Lagos, expresidente de Chile.

Foto:Archivo particular

Exmandatarios Ricardo Lagos, de Chile, y Fernando Henrique, de Brasil, hablan del proceso con Farc.

Redacción El Tiempo
Un mensaje a los colombianos sobre la trascendencia de la votación que se avecina en el plebiscito sobre el acuerdo de paz fue revelado por dos reconocidos expresidentes suramericanos: Ricardo Lagos, de Chile, y Fernando Henrique Cardoso, de Brasil.
En su escrito, los exmandatarios señalan que “en juego está mucho más que el regreso a la guerra” y destacan que, aunque el acuerdo tenga defectos, le pondría fin al mayor conflicto armado de América Latina. El siguiente es el texto del mensaje, titulado ‘Colombia debe darle a la paz una oportunidad’:
"Por primera vez en 52 años nació un niño en una Colombia pacífica. Llegó al mundo el 26 de septiembre, a pocos minutos de que el histórico acuerdo de paz entrara en efecto. Este es un logro asombroso. Después de todo, la vida de todo colombiano ha sido delineada por esta guerra nacional de medio siglo. El camino para llegar al acuerdo no estuvo exento de grandes dificultades, y la ruta para asegurar la paz va a ser aún más desafiante. (Lea también: 'Hay una guerra menos en el mundo, y es la de Colombia': Santos)
Un gran obstáculo se acerca a la vuelta de la esquina. Los colombianos irán a las urnas para ratificar la duramente ganada paz en un plebiscito que se llevará a cabo el 2 de octubre. Y aunque el acuerdo tenga defectos –nunca hay arreglos totalmente perfectos–, es, por lejos, el mejor alcanzado nunca con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc). Le pondría un fin definitivo al mayor conflicto armado de América Latina.
En juego está mucho más que el regreso a la guerra. El acuerdo de paz demanda una serie de reformas a gran escala e inversiones que podrían mejorar la calidad de vida de todos los colombianos, especialmente los más pobres. No solamente se hace hincapié en las reformas agrarias, sino que ofrece un nuevo enfoque en la lucha contra las drogas, lo que incluye la restauración de la autoridad gubernamental en las áreas anteriormente cedidas a las Farc.
Los colombianos se encuentran entendiblemente cautelosos acerca de darles concesiones a las Farc. Después de todo, más de 220.000 soldados, guerrilleros y civiles han muerto en la lucha y más de siete millones han sido expulsados de sus casas en el último medio siglo. Hay reales preocupaciones acerca de si la guerrilla irá o no a entregar las armas, con o sin la asesoría de las Naciones Unidas. Tienen razón en ser cuidadosos, ya han pasado antes por este mismo camino. (Además: Guía práctica para entender los acuerdos de paz)
Podría decirse que la cuestión más delicada es la que se refiere a cómo hacer frente a los crímenes de guerra. Según los términos de los acuerdos, aquellos que admitan graves atrocidades (incluidas ejecuciones) recibirán sentencias conmutadas de cinco a ocho años con la obligación de llevar a cabo servicios comunitarios. Aquellos implicados en crímenes de menor gravedad, como narcotráfico, serán beneficiados con amnistía. Mucha gente siente que esto deja por fuera las violaciones de derechos de soldados y guerrilleros rasos muy fácilmente.
La cuestión de adjudicar crímenes de guerra es, a menudo, una de las partes más problemáticas en los procesos de paz. Las críticas, a veces, muestran este asunto como una cuestión de escoger entre paz y justicia, lo que se configura en una falsa dicotomía. Colombia puede alcanzar ambas. Si las autoridades nacionales implementan el acuerdo de paz de forma cuidadosa, deberían ser capaces de reconciliar los legítimos intereses y necesidades de las víctimas con los requerimientos legales para que se lleve ante la ley a los criminales de guerra.
El coraje y la convicción del liderazgo colombiano no tienen paralelo en la historia reciente. Las negociaciones en La Habana, que comenzaron en el 2012, fueron tensas y exhaustivas. Aun así, los equipos negociadores se esforzaron por llevar este proceso adelante, con el constante desafío de un coro de voces hostiles y una profunda polarización en todo el país. (Lea: Campañas por el 'Sí' y el 'No' entran en la recta final)
Pero es, por supuesto, el pueblo colombiano, incluyendo víctimas y supervivientes, el que debe ser felicitado. Durante la firma de los acuerdos, el presidente Santos anunció que este era “el principio del fin del sufrimiento, del dolor y de la tragedia de la guerra”. Son aquellos que más han sufrido los que le están dando a la próxima generación una oportunidad que la mayoría de los ciudadanos creyeron que nunca se materializaría: una oportunidad para vivir en paz".
EL TIEMPO
Redacción El Tiempo
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