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Partidos Políticos

Presidenciales de 1970: ¿en busca de lo que no sucedió?

Misael Pastrana (1923-1997) fue el último presidente del Frente Nacional, entre 1970 y 1974.

Misael Pastrana (1923-1997) fue el último presidente del Frente Nacional, entre 1970 y 1974.

Foto:Archivo EL TIEMPO

Carlos Martínez Simahan escribe sobre las elecciones que llevaron al poder a Misael Pastrana.

Hace 50 años, el 7 de agosto de 1970, se posesionó de la Presidencia de la República Misael Pastrana Borrero. Era el último de los cuatrienios del Frente Nacional y le correspondía el turno al Partido Conservador, que, ajeno a tan alta responsabilidad, se dividió en múltiples candidaturas: José Elías del Hierro, Cástor Jaramillo Arrubla, Evaristo Sourdís, Hernán Jaramillo Ocampo, Belisario Betancur y Misael Pastrana.
En tan desordenado escenario, el Partido Liberal se decidió por Pastrana Borrero, pero subsistieron las aspiraciones de Sourdís y Betancur.
Al mismo tiempo reapareció el general Rojas Pinilla con un populismo elemental que EL TIEMPO llamó de “la dialéctica de la yuca”, pero fácilmente comprensible por las masas urbanas que se sentían relegadas por el gobierno transformador de Carlos Lleras Restrepo, víctima de un escándalo bien aprovechado para cobrarle el perfil tecnocrático.
Fue la elección más reñida de que se tenga memoria en la historia del país. Resultado final: Pastrana, 1’625.025; Rojas, 1’561.412; Belisario, 417.350, y Sourdís, 336.288.
Recientemente, en este diario (EL TIEMPO 11-7-2020), dos periodistas, María Plaza Cuéllar y Sandra Rodríguez Novoa, sostuvieron que “el 19 de abril de 1970 es un episodio sin suficientes explicaciones” y agregaron que “no fue la Registraduría Nacional la que informó los datos oficiales al pueblo, sino que fue el mismo Gobierno el que lo hizo”. Son afirmaciones infundadas, que no corresponden a 'Lo que pasó aquella noche' (Tercer Mundo 1977), libro-documento del ministro de Gobierno de entonces, Carlos Augusto Noriega. Resumamos lo pertinente:
19 de abril de 1970. 4 p. m.: se cierran las urnas. 7:30 p. m., “las cadenas radiales daban el resultado de las elecciones con cifras que superaban los datos oficiales llegados a la Registraduría Nacional y al Ministerio de Gobierno, según lo disponía el decreto 3254 de 1963”.
8:30 p. m. Primer boletín oficial de la Registraduría Nacional: Rojas Pinilla, 312.278; Pastrana, 298.571, que correspondía al 26 por ciento de los municipios. Los reporteros registraron el triunfo del general, y desde las instalaciones de Todelar se inflaban los números con supuestos datos oficiales. Las otras emisoras, para no dejarse chiviar, hacían lo mismo.
Es entonces cuando el ministro de Gobierno habla con el registrador Jordán Jiménez, quien le confirma que solo se ha emitido un comunicado. Noriega sale a la televisión nacional para desmentir las informaciones radiales y leer el citado único comunicado.
Dijo, además, que solo la Registraduría Nacional estaba autorizada para suministrar datos de las elecciones y advirtió que contravenir esa disposición tendría las consecuencias legales previstas. Inmediatamente después se reunió con los reporteros radiales, a quienes solicitó “no hacer novela electoral” y atenerse a los informes oficiales.
Ante la reconvención, Todelar optó por ‘encadenarse’ a la Radio Nacional, de lo que se arrepintió pronto y continuó difundiendo sus propias cifras. No hubo nunca cierre de emisoras.
10 p. m. Segundo boletín de la Registraduría: Rojas, 753.243; Pastrana, 744.022.
11:35 p. m. Tercer boletín: Rojas, 1’117.902; Pastrana, 1’096.140 votos, correspondientes a 597 municipios “incompletos”.
Entregado el tercer boletín, el periodista Daladier Osorio interroga al ministro:
¿Los periódicos están obligados a publicar únicamente datos oficiales?
–Sí, deberían hacerlo.
–¿Pueden publicar datos extraoficiales?
–Pues sí, pero diciéndolo –concluye Noriega.
2:50 a. m. Cuarto boletín de la Registraduría: Pastrana, 1’368.981; Rojas, 1’366.364, correspondientes a 785 municipios “incompletos”. Primera ventaja de Pastrana, que luego se va consolidando.
9 a. m., 21 de abril, quinto boletín: Pastrana, 1’447.121; Rojas, 1’142.532.
El octavo y último boletín, del 23 de abril, contenía datos de 914 de los 920 municipios y equivale al 99 %, faltando 516 corregimientos e inspecciones de policía: Pastrana, 1’621.467; Rojas, 1’546.499. (En el 6.º y 7.º boletín se mantuvo la tendencia.)
El fraude, insistentemente atribuido al ministro de Gobierno, nunca tuvo fundamento. Precisemos que Carlos Augusto Noriega, siempre acompañado de los periodistas más respetados de la época, Arturo Abella y Jaime Soto, despachaba desde las oficinas de Telecom por la facilidad de las comunicaciones. “Allí llegaban telegramas, no votos”.
El registrador nacional, cuyo equipo de expertos redactaba los comunicados, era un “magistrado ideal, probo y diligente”, y el presidente Lleras Restrepo, ajeno toda su vida al manipuleo electoral, “se acostó temprano esa noche, con la sensación del triunfo de Rojas”.

No obstante la vigilancia cuidadosa con que se realizaron los escrutinios, continúa la fábula de la adulteración de las elecciones de 1970

Fueron, ciertamente, las elecciones más disputadas, pero también las más vigiladas de nuestra democracia. Se elegían, por primera vez, presidente, concejales, diputados, representantes y senadores. Y cada candidato tenía su vocero en cada mesa de la circunscripción correspondiente.
En Bogotá, urnas abandonadas en la calle 19 fueron escrutadas tardíamente con la protesta de liberales y conservadores. Constancia de la Anapo: “Por tal razón Alianza Nacional Popular apoya la conducta honesta de la Comisión escrutadora”.
Los disturbios del 20 de abril obligaron al presidente Lleras a decretar toque de queda, con la orden perentoria: “¡Vayan a sus casas, a acostarse!”. Luego de la conversación del presidente Lleras con el general Rojas Pinilla en la Nunciatura Apostólica, en la cual Lleras afirmó que entregaría el poder a quien resultara ganador, designó, “con el visto bueno de Rojas”, una junta de notables, de todas las tendencias, para la especial vigilancia de los escrutinios.
Cumplidos, durante tres meses, los conteos municipales y departamentales sin ningún reclamo determinante, se hizo el escrutinio nacional por la Honorable Corte Electoral, también sin reclamos importantes, al término del cual los notables dejaron la siguiente constancia:
“No hemos hallado en los documentos de la Registraduría Nacional del Estado Civil, ni en las quejas, audiencias, investigaciones y denuncias en que el comité intervino, elemento alguno que nos impida expresar nuestra convicción moral de que no hubo alteración ninguna, cuantitativamente apreciable, de la voluntad que los sufragantes quisieron conscientemente expresar en las urnas, respecto de los candidatos presidenciales, el 19 de abril último. Juan Uribe Holguín, Adán Arriaga Andrade, Augusto Ramírez Moreno, Gonzalo Vargas Rubiano, Jorge E. Gutiérrez Anzola, Rafael Delgado Barreneche, Álvaro Ortiz Lozano (rojista), Carlos Mario Londoño (rojista). 15 de julio de 1970”.
No obstante la vigilancia cuidadosa con que se realizaron los escrutinios, continúa la fábula de la adulteración de las elecciones de 1970. Es más, el propio Noriega, resentido por su derrota al Senado (1982), que atribuyó al bolígrafo del expresidente Pastrana Borrero, se hizo eco del supuesto fraude en Nariño que se atribuía Luis Avelino Pérez.
Sin embargo, en reportaje a Lucy Nieto de Samper (eltiempo.com, 16 de abril/95) responde así sobre el tema: “... el cuento de Luis Avelino relatado 15 años después de los hechos no puede confirmarse porque él está muerto. Además, el gobernador de Nariño no era él, sino el ‘Cabezón’ Martínez. Esos, y todos los escrutinios, fueron vigilados por la Comisión de Alto Nivel”.
No era para menos, puesto que el supuesto fraude hubiera requerido superpoderes para trastocar más de 700 mesas, concitar tantas complicidades como jurados y testigos hubo, desaparecer o cambiar cientos de telegramas, y todo eso en las tres horas transcurridas entre el tercero y cuarto boletín. Fue, pues, otra de las incontinencias alicoradas de Luis Avelino Pérez.
Ahora bien, en las pocas investigaciones al respecto se evidencia la intención de encontrar lo que no sucedió: el fraude. Se deduce que la diferencia estrecha implica ‘chocorazo’. Todo lo contrario, significa más participación, más democracia. La verdad exige respetar los hechos con rigor. Es como si entre columnistas y analistas anidara un bien cultivado rencor ante la exitosa trayectoria de Misael Pastrana Borrero.
Este hijo del Huila se destacó desde sus inicios en la vida pública. Brillante y siempre informado del acontecer mundial, está muy lejos del “hombre gris” del que habla Enrique Santos Calderón en un libro de memorias escrito en tinta roja y con la mano izquierda. Pastrana Borrero realizó el cuatrienio más fecundo de todo el Frente Nacional, como lo registró Luis Guillermo Vélez, a la sazón presidente de la Dirección Liberal, en su libro 'Memorias de fin de siglo' (1999).
También, desde una perspectiva distorsionada, se ha pretendido juzgar al Frente Nacional, que cumplió sus objetivos: la paz entre liberales y conservadores y la caída del dictador (mayo de 1957). Ha surgido un facilismo conceptual que le endilga al Frente Nacional solo la repartija burocrática, ignorando la dimensión de la guerra fratricida entre los dos grandes partidos, que condujo al desgarramiento histórico del 9 de abril de 1948; ignorando la dictadura de Rojas Pinilla, que cerró EL TIEMPO, 'El Espectador' y 'El Siglo', que ejecutó la masacre en la plaza de toros de Santamaría (más de 30 personas murieron el 5 de febrero de 1956) y que asesinó y encarceló a estudiantes que pedían libertad en las calles de Colombia; ignorando el alborozo nacional que produjeron los acuerdos de Benidorm y Sitges, suscritos por Laureano Gómez y Alberto Lleras.
Los estudiantes de entonces nos sentíamos hacedores de historia, éramos la avanzada en la batalla contra la dictadura.
No es cierto, tampoco, que se les cerraran las puertas a otras expresiones políticas diferentes al azul y al rojo. El mismo surgimiento de la Anapo contradice esa apreciación.
Pretender juzgar el pasado con las categorías del presente es impropio de la disciplina histórica. Una afirmación de las periodistas mencionadas sobre que “Enrique Peñalosa hubiese sido la principal carta del bipartidismo para la contienda” indica el desconocimiento del momento político a que se refieren.
Corresponde, pues, admitir los hechos bien probados. Sin embargo, por estos días se da en Estados Unidos un sugestivo debate sobre la objetividad en el periodismo, y no son pocos los que la consideran superada por los tiempos.
A un ignoto Agatón se le atribuye una frase más propia de los filósofos cínicos: “Ni siquiera Dios, solo los historiadores pueden cambiar el pasado”.
CARLOS MARTÍNEZ SIMAHAN*
Especial para EL TIEMPO
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