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Partidos Políticos

¿Cuál es la responsabilidad de las élites en este momento del país?

Cayetana Álvarez de Toledo, periodista, historiadora y política española.

Cayetana Álvarez de Toledo, periodista, historiadora y política española.

Foto:Asofondos

Entrevista con la diputada española Cayetana Álvarez de Toledo, invitada al congreso de Asofondos.

¿El triunfo de Isabel Díaz Ayuso en Madrid es extrapolable a todo España?
A ver. Yo creo que es un éxito pedagógico, que deja lecciones muy importantes. Primero, el coraje al servicio de las ideas. Frente a la izquierda no tuvo miedo, no fue tacticista ni timorata. Segundo, se tiende a pensar que para reagrupar hay que tener un perfil bajo, y creo que no es verdad. Lo moral es lo eficaz. Y cuando plantas cara con la defensa de los principios, se consigue, como ella lo hizo, reagrupar un espacio que va desde la derecha, que se había ido a Vox, hasta el centroizquierda, que estaba en los límites del Partido Socialista.
Usted era la vocera del Partido Popular. ¿Qué produjo su relevo?
Sucedió el 17 de agosto pasado. Y como lo expliqué ampliamente en su momento, el presidente del PP consideró que mi concepción de la libertad no era compatible con su autoridad. Pero los partidos no son sectas ni ejércitos de clones sin conciencia; al contrario, la manera de ampliar el espacio electoral es permitir voces libres dentro de un partido. Fui además partidaria de un gobierno de concentración constitucionalista para hacer frente al desafío nacionalista y separatista en España. Ahí tuvimos diferencias. Y, en tercer lugar, yo defendía la despolitización de la justicia, como último dique de contención, en lo que están el separatismo y el socialismo. No entrar en un reparto de cargos en el Poder Judicial.
¡Qué importante es ese mensaje para Colombia! Con las respuestas que me ha dado confirmo que es una mujer de convicciones muy firmes. A eso ahora lo llaman polarización. ¿Usted es polarizante o es víctima de la polarización?
La política contemporánea es muy de etiquetas. Simplifica los mensajes y la imagen de las personas. Yo, que he sido periodista, sé que lo que se suele hacer es eliminar los matices para que no se estropee la imagen preconstruida de una persona. En este mundo simplificador, se tiende a la polarización.
¿Cuáles son los principales problemas contemporáneos de la política?
El culto a las emociones, y la exaltación de la identidad.
Usted sostiene que a la Constitución posfranquista del 78 se debe que España sea una nación moderna, un milagro en ciudadanía, en libertad, en igualdad, porque fue un acuerdo posible entre distintos: monárquicos, republicanos, creyentes, ateos, catalanes, castellanos, vascos, andaluces. ¿Eso sobrevive en la España de hoy?
La Constitución está vigente, y debe ser defendida. Pero el Partido Socialista se ha quedado como un cascarón vacío, y lo que ha hecho es incorporar en su estructura ideológica ideas que quedaron marginadas en la transición. Ideas de rencor, de ruptura, ideas de revolución. Y eso está encarnado en Podemos.
Que, según usted, no es un partido constitucional…
Es un partido que trabaja para la destrucción del sistema constitucional. Es decir, el propio Pablo Iglesias decía: ‘la Constitución es un candado que tenemos que romper’. Ellos venían a buscar la ruptura. En España hay dos grandes tendencias: la reforma y la ruptura. La transición la hacen las fuerzas reformistas, la centroderecha, la centroizquierda, incluso los nacionalistas y el Partido Comunista, que hace una evolución desde la época revolucionaria radical hacia el reformismo de la transición.
Lo único que se queda fuera del sistema constitucional son las fuerzas de la ruptura: Eta y el mundo radical de izquierda del Frap, y algunos grupos de la extrema derecha, pero muy minoritarios.
El reformismo gobierna durante décadas y en un momento dado, con la crisis de la socialdemocracia, vuelven estas fuerzas de la ruptura, identitaristas, comunistas, pero de la vieja escuela, vinculadas con el chavismo, con todas estas nuevas tendencias caudillistas, a recuperar un protagonismo enorme dentro del panorama político. El Partido Socialista acepta pactar con estas fuerzas de la ruptura, para estar en el poder.
La semana pasada, el presidente Pedro Sánchez ha anunciado su disposición de indultar a los golpistas del 1.º de octubre en Cataluña. Me recuerda un poco también a Gustavo Petro, ¿no?
¿Y por qué le recuerda a Petro?
Porque es como sea, y al precio que sea, para llegar al poder y permanecer en el poder. Están dispuestos a sacrificar la fortaleza democrática de sus países y el bienestar de su pueblo por su permanencia en el poder. Y se cabalga a lomos de esos tres males contemporáneos que son la polarización, el populismo y la posverdad.
¿Qué tan enterada está de lo que nos está pasando en Colombia?
Lo sigo con inquietud porque, insisto, Petro es la encarnación de estas figuras que sacrifican la democracia y el bienestar de sus pueblos, a su llegada al poder. Y Petro mueve la desestabilización de Colombia, para sus fines. Colombia no puede caer en las garras del populismo, sería una tragedia política y social. Una cosa es la protesta pacífica y otra la demolición de un gobierno y la desestabilización de un país, disfrazando de protestas pacíficas y reivindicaciones justas sus propósitos antidemocráticos.
Es muy importante una gran toma de conciencia y una gran movilización democrática de las fuerzas tranquilas, moderadas, reformistas de la sociedad, en defensa de su orden democrático, y contra los oportunistas que vienen a aprovechar la inquietud, en este caso de la pandemia, para sus propios fines antidemocráticos.
En el mundo ya creen que aquí la protesta social se está callando a punta de bala. Y abusando de la protesta social legítima, nos tienen bloqueado el país…
A nosotros nos pasó en Cataluña en 2017. Cuando la policía tuvo que poner orden para evitar una votación ilegal antidemocrática y anticonstitucional, que rompía a Cataluña en dos, y a la comunidad española en dos, se hizo una inmensa campaña de propaganda, acusando a la democracia española de ser poco menos que una dictadura tiránica, continuadora del franquismo más represivo.
¿Qué nos recomendaría para manejar esta situación?
Mucha fortaleza, mucho coraje interior y mucha pedagogía política. Movilización de los demócratas en defensa de sus instituciones y de su dignidad democrática. Hay que desenmascarar a estos impostores y aprovechados que cabalgan a lomos de las legítimas preocupaciones de la gente, para desestabilizar el país, y hacerse con el poder y perpetuarse en él.
Hay que ser absolutamente nítidos y no tener miedo en la defensa de las fuerzas del orden. Si hay casos aislados, se depuran. Pero las fuerzas del orden, policía y ejército, tienen que ser defendidas y amparadas. Aquí, Colombia se juega su futuro. No puede caer en manos de quienes pretenden instaurar un modelo que en Venezuela conocen y aquí hemos visto de cerca con Podemos.
Y hablando de Venezuela, ¿por dónde ve la salida hoy?
Como sabe, se ha iniciado un proceso de negociación. Soy muy escéptica de todo proceso de negociación, en general, por motivos morales y estratégicos. Le deseo a Juan Guaidó éxito en esta iniciativa, porque los venezolanos se juegan mucho al igual que todos los demócratas. Y aquí sí diría unas cosas que quizás son lecciones importantes para los colombianos, los españoles, los chilenos, los peruanos y otros tantos. Primero, la responsabilidad de las élites en Venezuela es enorme a la hora de haber permitido que el chavismo llegara al poder. Las élites colombianas, españolas, chilenas, o sea, quienes tienen poder e influencia económica, social y política, tienen que actuar y trabajar organizadamente, de manera militante, en defensa de sus democracias.
Aquí hay mucha élite trabajándole a Petro, como dicen, ‘por si acaso’, irse acomodando…
Hay que exigirles a las élites de nuestros países que no hagan negocio con la erosión de la democracia, como pasó en Venezuela. Y en nuestros países hacen negocio grupos mediáticos, grupos económicos, grupos de poder. Un pésimo negocio para todos: es pan para hoy y muchísima hambre y destrucción institucional para mañana.
Hay que decirles a los ciudadanos la verdad, y pedirles también su militancia democrática. No podemos sentarnos en casa, protestar por todo lo que sucede, por lo mal que lo hace todo el mundo, y no implicarnos en la protección y la defensa de nuestro orden de convivencia. He visto que ha habido unas manifestaciones en Colombia, pacíficas como la del silencio, en Cali, muy importante...
Cambiando de tema, hablemos de su posición frente a lo que llama el feminismo radical de tercera ola, según el cual, por el solo hecho de haber nacido mujeres, somos víctimas. Y que los hombres son seres a los que hay que reprimir por definición. ¿Cómo aterrizamos esos conceptos?
El feminismo de tercera ola es una expresión más de un fenómeno más amplio que es el separatismo. Hay dos grandes problemas contemporáneos, la implosión identitaria, impulsada por el separatismo, y la tentación autoritaria. Es decir, estamos entre la turba y la tiranía, entre la identidad y el autoritarismo. En el frente identitario, mire lo que pasó en Chile.
Una de las expresiones separatistas, que quieren dividir a las sociedades internamente, es el feminismo de tercera ola. Que primero se erige en un colectivo granítico, homogéneo, es decir, exige que todas las mujeres pensemos igual, sintamos igual, y, por tanto, votemos igual, y a la izquierda.
Cualquier mujer que se salga del canon es considerada una mala mujer, o una machista en potencia, e incluso una cómplice del maltrato a la mujer. A ese colectivo se le adorna con lo de ser víctima de nacimiento. Yo no soy una víctima, no nací como tal por ser mujer, tengo libertad y tengo responsabilidad. No todas las mujeres dicen la verdad, ni todos los hombres mienten, como dice el feminismo.
Si yo no admito que hable en mi nombre un hombre, tampoco voy a admitir que hable en mi nombre una mujer, por el mero hecho de compartir conmigo unos determinados órganos sexuales. Yo no quiero una guerra de sexos. La relación entre hombres y mujeres a lo largo de los siglos, y todavía más ahora, es de colaboración. Y aspiramos a la igualdad, no a la discriminación de un sexo frente a otro.
(Lea también: El energúmeno)
¿A dónde conducirá el tema de las identidades? Que por cierto, no es solo una guerra entre hombres y mujeres…
No. También a blancos y negros, indígenas y a quienes no lo son. Hace unos días, la alcaldesa de Chicago, ella es de color, dijo que solamente iba a dar entrevistas a periodistas de minorías raciales. Esto parece una anécdota, pero no lo es. Es una involución identitaria y racista, discriminando a otras personas por su color de piel.
Es un ataque profundo al mayor principio de la modernidad política, de la ilustración y de la civilización, que es que a las personas no se nos juzga por nuestros signos, atributos, ni identidad, ni sexo, ni raza, ni creencias, ni religión ni por la lengua que hablamos.
Dentro de una comunidad política se nos juzga, exclusivamente, como ciudadanos, por el hecho de nacer libres e iguales ante la ley. Si los indígenas solamente pueden ser representados por indígenas, y los negros solamente por negros, como diría la alcaldesa de Chicago, y las mujeres solo por mujeres, y los hombres solo por hombres, estamos destrozando el principio de representación, y, por tanto, destrozando el principio democrático.
Y de sociedad, y de colectividad y de humanidad…
¿Y qué es lo que va a venir luego? Y eso es lo que a mí me preocupa. El enfrentamiento por sexos, por razas, por lo que sea, y luego vendrá, en un movimiento de péndulo, la presunta solución autoritaria a poner orden. El modelo autoritario, que tiene tanto eco en América Latina, ¿no? Modelos militaristas, caudillistas, pero ahora disfrazados en modelo como el chino, que te ofrece capitalismo a cambio de un control y una autoridad. Y que ofrece un pacto complemente mefistofélico a los ciudadanos, a quienes les dicen: dame tu libertad a cambio de que yo te proporcione seguridad, tranquilidad, bienestar y salud.
Ese es un falso pacto, porque cuando usted entrega su libertad, también está entregando todo lo que hay detrás, en seguridad, en bienestar, etcétera. Es muy importante que quienes defendemos el espacio racional, cívico, democrático, de ciudadanía, nos movilicemos, nos reagrupemos.
A los amigos colombianos y venezolanos les digo: tenemos que crear un nuevo espacio político de la razón, inspirados por esa frase tan bonita de la Constitución de Cádiz, de demócratas de ambos hemisferios, para promover un nuevo espacio político, trasatlántico de la razón. Donde personas de espacios políticos amplios, es decir, liberales, conservadores, progresistas ilustrados, socialdemócratas, que defendemos los valores de la democracia, el pluralismo, el Estado de derecho, la legalidad, frente a todas estas fuerzas de involución, reaccionarios, los Petros, los Iglesias, los Zapateros, los Maduros, es decir, todos estos ejes que se están moviendo, para socavar nuestros sistemas democráticos y constitucionales.
Tenemos que trabajar unidos, tenemos que compartir experiencias, tenemos que ayudarnos unos a otros, porque los problemas que tiene un colombiano son muy parecidos, salvando, digamos, lo local y la idiosincrasia de cada país, a los que tenemos nosotros.
La despido con una pregunta corta. Usted pasó del periodismo a la política. ¿Esa es una puerta giratoria?
Yo he tenido una ida y vuelta. Empecé en el periodismo, fui a la política, volví al periodismo, y ahora he vuelto a la política. Esto, como dice una frase tan bonita de Montaigne, que repetía un escritor catalán que se llama Josep Pla, “la vida es ondulante”. Pero siempre desde una actitud de militante de la democracia.
Pues Colombia pasa por un momento muy ondulante que ojalá no ponga en juego nuestra democracia...
A eso me dedico también: a hacer pedagogía sobre la democracia colombiana. Tienen un país que cuenta con mi profunda admiración, que salió realmente de un agujero muy profundo, de ser prácticamente un Estado fallido. Que ahora haya otros que quieran meterlo nuevamente en otro agujero, por otras vías, es absolutamente inaceptable y no se puede permitir. Hay que impedirlo.
MARÍA ISABEL RUEDA
Especial para EL TIEMPO

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