El país vivió este martes una nueva jornada de protestas en la que 20.000 ciudadanos, según estimativos de la Policía Nacional, salieron a expresar su inconformidad en 103 municipios del país. Se trató de una página más del paro nacional iniciado el 21 de noviembre y dejó cinco conclusiones gravitando en el ambiente.
Los extremos del espectro político —en esto coincidieron el uribismo y el petrismo— se concentraron en la actuación de la alcaldesa de Bogotá, Claudia López. Los primeros la cuestionaron por no haber utilizado desde el inicio el Esmad; y los segundos, por haberlo hecho. Los extremos ideológicos se juntaron, como se lee en las redes sociales, para incluso llegar a pedirle su renuncia a tan solo 20 días de haber iniciado su mandato. Esto muestra que la protesta social es aprovechada por sectores políticos para sacar réditos a su favor.
Aunque desde el primer momento, la alcaldesa señaló que solamente como último recurso usaría el Esmad, ha tenido que hacerlo. Ella se mantiene en su línea: respeto a la protesta como ejercicio democrático y no rotundo a las acciones que perjudican a los demás ciudadanos, como es el caso del bloqueo del sistema TransMilenio. El paro nacional del 21 de noviembre fue contra la gestión del presidente Iván Duque, mientras que en esta ocasión el nombre que más gravitó en el ambiente fue el de Claudia López.
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En línea con el punto anterior, este martes entraron en acción los nuevos gobernantes, en especial los de las grandes capitales –Claudia López, en Bogotá; Daniel Quintero, en Medellín, y Jorge Iván Ospina, en Cali–, quienes hasta hace muy pocas semanas eran vehementes críticos de las políticas del Gobierno Nacional. Ahora, desde las sillas que están estrenando, vivieron en carne propia los reclamos de ciudadanos que les exigen de un día para otro soluciones a problemas estructurales. Los tres, que hasta hace poco estaban en el asfalto marchando al lado de los manifestantes, vieron la otra cara de la moneda. A López le afectaron el TransMilenio (el último reporte indica que en total 77 buses fueron vandalizados, de los cuales 32 son zonales y 45, troncales), Quintero vio cómo los vándalos intentaron ingresar al Hotel Dann, y Ospina vio cómo destrozaban a piedra la sede del Icetex. Los dos primeros son tendencia en Twitter porque adversarios políticos también piden su revocatoria.

En Medellín, encapuchados rayaron varias paredes y lugares de la ciudad.
Esneyder Gutiérrez. EL TIEMPO
A las 4 de la mañana de este martes ya había reportes de la presencia de encapuchados en los terminales del sistema de TransMilenio, dispuestos a impedir que este entrara en operación. Luego se revelaron conversaciones de WhatsApp en las que dictaban un libreto para sus acciones criminales. Son evidencias que dejan en claro que se trata de hechos coordinados, debidamente preparados y con la clara intención de salir a la calle a destruir. Es un desafío enorme para las autoridades, que escuchan el coro de ciudadanos —cada vez más fuerte— para que los capturen y los sometan a juicio . ¿Quiénes están detrás de estas personas? ¿Quién los impulsa a tomar estas acciones? “Tenemos que unirnos como ciudadanos para seguir rechazando estas bandas que vienen a hacer vandalismo”, clamó la ministra del Interior, con funciones delegatarias, Nancy Patricia Gutiérrez.

Encapuchados se enfrentaron con la policía en Suba desde las primeras horas de este martes.
Mauricio Moreno. EL TIEMPO
Una de las dificultades de las marchas en el país –y que quedó en evidencia en la jornada de este martes– es la ausencia de un líder o un grupo de líderes que represente a los manifestantes. Esta situación no solo le crea un problema al Gobierno Nacional para definir con quién debe sentarse a la mesa, sino que diluye la responsabilidad de los hechos que se presentan. Diógenes Orjuela García, presidente de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), por ejemplo, reclama los éxitos de la protesta, pero cuando se le pregunta qué opinión tiene de las personas afectadas que deben caminar durante horas para llegar a casa o de las acciones de los vándalos, mira para otro lado. Dice que eso no es asunto suyo.
El protagonismo de las marchas –que en esta ocasión estuvieron más lánguidas–, sin embargo, muestra que se sostienen por la mayoritaria participación de los jóvenes. Se trata precisamente del segmento de población con el que más le ha costado trabajo conectarse el primer mandatario. “Iván Duque es el presidente elegido por voto popular más joven en la historia de Colombia. Se posesionó con 42 años recién cumplidos”, escribió el diario español El País. “En medio de la oleada de protestas, el mandatario ha perdido decididamente el favor de los jóvenes, protagonistas de las movilizaciones”, aseguró en un análisis que tituló ‘Las protestas ahondan la brecha entre Duque y los jóvenes’. Esta situación parece seguir no obstante los esfuerzos del mandatario que en su conversación nacional ha dedicado buena parte de su tiempo a escucharlos.

Las manifestaciones contaron con la participación de diferentes sectores sociales.
Néstor Gómez. EL TIEMPO
En estos momentos, en el país hay varios escenarios distintos pero relacionados con este tema. Uno es el paro nacional, que tiene en el comité de paro a sus máximos representantes. Otro es la conversación nacional impulsada por el presidente Duque para atender los reclamos que se escuchan en la calle. En los dos escenarios, las peticiones son tan disímiles y variadas que parecen diluirse. “El paro lo hicieron por 13 puntos, luego lo ampliaron a 104 y después a 130”, dice Diego Molano, encargado por la Casa de Nariño para buscar una solución con los líderes del paro. Este martes, los manifestantes sumaron nuevos puntos más a su agenda: en contra de los asesinatos de los líderes sociales, fin a las chuzadas y la salida de Uber. “Tenemos la mejor voluntad, pero si no concretan, se nos va el gobierno hablando”, dice Molano. El excandidato presidencial y líder de la Colombia Humana, Gustavo Petro, dice, por su parte, que para que la movilización no se disperse “en múltiples objetivos debe concentrarse en reformas estructurales que superen el neoliberalismo que nos rige”. Al menos en este punto hay acuerdo entre orillas tan distintas. Entre tanto, es evidente una nueva división que cada vez se hace más profunda entre quienes salen a marchar y quienes rechazan las movilizaciones por los traumatismos en seguridad y movilidad, principalmente, que estas generan.
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