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Gobierno

Elecciones, ejercicio de la soberanía del pueblo

Elecciones en Colombia.

Elecciones en Colombia.

Foto:Mauricio León / EL TIEMPO

Los comicios construyeron legitimidad y participación popular al inicio de la república.

Desde el comienzo del periodo de crisis, los comicios tuvieron un papel central en el cual la legitimidad provenía de la voluntad de los sufragantes.
En la república, el sistema representativo sustenta –hasta nuestros días– la voluntad de conformar una comunidad de ciudadanos libres e iguales. La práctica electoral buscó ampliar la ciudadanía al involucrar directamente al pueblo con los mecanismos de representación.
La elección de diputados al Congreso de Angostura que tuvo lugar en las diferentes provincias de Venezuela y en la provincia libre del Casanare optó por el voto directo, lo que fue una novedad, entendible bajo el contexto de guerra pero que no volvería a ocurrir hasta mediados de siglo.
En las siguientes elecciones, correspondientes al Congreso de Cúcuta de 1821, participaron 21 provincias que pertenecían a los antiguos territorios de la Capitanía General de Venezuela y el Virreinato de la Nueva Granada. Como en Angostura, la convocatoria fue amplia, pero dada la extensión del territorio se implementaron elecciones de segundo grado, es decir, los votantes primarios elegían electores que posteriormente elegían a los delegados.
El proyecto republicano colombiano sentó sus bases en la soberanía ejercida por el pueblo a través de las elecciones, pero con frecuencia sus nuevos líderes consideraron el mecanismo electoral una ocasión conducente a la demagogia y a los desórdenes públicos. La construcción de un sistema representativo pasó simultáneamente por el reconocimiento del pueblo como el fundamento último de la soberanía y la reducción de sus capacidades de ejercerla. De hecho, tras las elecciones, el pueblo cedía la soberanía a sus representantes. No fue sino hasta 1856 cuando se dieron las primeras elecciones presidenciales bajo sufragio universal masculino. Sin embargo, a partir del establecimiento del régimen federal (1858), los Estados tuvieron potestad para restringirla y a nivel central, esta se limitó nuevamente en 1886.
Aun con estas limitaciones, las elecciones fueron muy importantes en la vida de los colombianos, y lo siguen siendo hoy en día, pues constituyen una práctica en la que los grupos sociales negociaron y se enfrentaron según sus experiencias y expectativas, construyendo diversas ciudadanías. Durante el siglo XIX existió una sólida voluntad de las autoridades y de la ciudadanía para realizar los comicios, a pesar de las dificultades y retos. Así ocurrió, por ejemplo, durante el Olimpo Radical (1863-1884), en el cual se eligió presidente cada dos años y en el marco de alteraciones del orden público.

Datos curiosos

Un nuevo mundo en señas. En 1924 se fundó el internado católico de Nuestra Señora de la Sabiduría, la primera institución que promovió la educación de los niños sordos en Colombia. Sin embargo, la nueva Constitución reconoció en 1991 a las personas sordomudas como comunidad lingüística minoritaria.
Incluidos y excluidos, según quien gobierne. Los indígenas fueron ciudadanos durante el siglo XIX. Pero la Constitución del 1886 los consideró salvajes cuyos derechos fueron limitados. Cien años más tarde, con la Constitución del 91 consiguieron de nuevo sus derechos como ciudadanos, los cuales fueron ratificados por la Corte Constitucional en 2014.
El baile eterno. Durante las celebraciones en Santafé, a las fiestas en las plazas asistían las familias compuestas por padres, hijos, sirvientes y el perro familiar. Se bailaba por más de dos horas la contradanza española y el vals colombiano. El primero resultaba una osadía para algunos por los constantes movimientos que demandaba.
Ese voto salió caro. La Constitución de 1832 establecía que quien vendiera su voto o comprara el de alguien más perdería su ciudadanía.
Excluidos por estigma. Las personas enfermas de lepra fueron aisladas durante la Colonia y buena parte de lo que llevamos de vida republicana. Muchas veces llegaron a quitárseles sus derechos y propiedades. Llegaron a recluirlos. Solo a mediados del siglo XX cesaron estas medidas, pero siguieron siendo mal vistos por tener la ‘maldición de San Lázaro’.
EL TIEMPO
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