El excanciller Julio Londoño explica si puede haber o no confusión limítrofe en el margen del río Arauca, a raíz del reciente episodio militar que subió la calentura entre Colombia y Venezuela.
¿Por qué ante un río, que supuestamente es un límite natural, terminó alegando Venezuela que ya no lo es?
El río Arauca siempre ha sido el límite entre Colombia y Venezuela. Por lo menos desde la población de Arauquita hacia el oriente, porque la parte alta del río Arauca era territorio colombiano por lo menos hasta 1941. Lo que se debe tener en cuenta es esto: en un momento determinado, mediante un acuerdo concertado entre las dos cancillerías, la de Colombia y la de Venezuela, se resolvió en los años treinta señalar cuál era la vaguada del río, es decir, el canal del río por donde está la parte más profunda del río.
Los ríos, evidentemente, cambian su curso…
Exactamente. La idea de la vaguada fue fundamentalmente para establecer la soberanía de las islas que había sobre el río, de tal manera que las islas que quedaban al norte de la vaguada, en el caso del río Arauca, eran venezolanas, y las que estaban en la parte sur de la vaguada eran colombianas. Entonces se asignaron las islas, no solamente en el río Arauca, sino en el río Meta, en el río Orinoco, en el río Negro, etcétera.
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¿No se supone que las islas también por el cambio del cauce pueden desaparecer o aparecer?
Claro que sí. Ese es el problema. Precisamente porque los ríos, especialmente los ríos llaneros, tienen la característica de que no son ríos estables, mucho menos las islas. Las vaguadas cambian con gran frecuencia debido a diferentes fenómenos naturales. Y a veces también las islas, como usted me está señalando, desaparecen o se presentan fenómenos de accesión, es decir, se pega una isla contra el territorio de uno de los dos países, desaparecen o se unen a otras islas. Además, la población del área va cambiando el nombre de las islas con el tiempo, la que antes se llamaba A cincuenta años después tiene otro nombre y veinte años después, otro. Entonces es una situación de inestabilidad que se ha presentado a lo largo de los años. El acuerdo que se hizo entre cancillerías, con el tiempo se ha ido modificando sustancialmente por razón de la dinámica del río.
Entonces podemos suponer que mientras han aparecido unos terrenos de un lado pueden haber desaparecido del otro...
Claro. Y se han pegado. El problema es que si una isla determinada, supongamos que haya sido asignada a Venezuela en 1930, pero con la dinámica del río esa isla se pegó completamente a la costa colombiana y empezó a ser parte de la margen colombiana del río, entonces la isla en sí misma desaparece, y se vuelve parte de la margen de Colombia. Entonces, el hecho de que una isla o cualquier nombre que hubiera podido tener en ese entonces se hubiera asignado eventualmente a un país y que esa isla transformada, modificada, incluso en el nombre, por el efecto de la dinámica del río se pega a la margen del otro, esa isla en sí misma deja de ser isla, es parte del territorio del Estado que se encuentra en el sur, en este caso de Colombia.
Pero el río sigue siendo la frontera…
Sí, el río es la frontera. Interpretar en este momento que los trabajos de las comisiones que se desarrollaron en 1928 o en 1930 prevalecen sobre el límite entre los dos países, que es el río Arauca, es absurdo, eso no puede aceptarse bajo ningún punto de vista.
¿Evidentemente se equivocaron los militares venezolanos en algo que no era materia de equivocación?
A mí se me hace que en eso ha habido un error absolutamente evidente de los comandantes venezolanos, quienes deliberadamente mandan a unas tropas al otro lado con cualquier argumento que tengan en la mano. Eso no es factible porque el río Arauca, fundamentalmente, jurídicamente, desde 1891 en el Laudo Arbitral Español, y de ahí en adelante, ha sido la frontera entre los dos Estados.
Meterse a Colombia ha sido una costumbre de Venezuela con fines políticos internos, una provocación de dominio territorial, de soberanía, para ver si nos enfurecemos…
Eso es una estrategia que tienen desde hace muchísimos años.
¿Y cómo responder a esto? Porque, claro, Colombia tampoco puede dejar que la invadan…
Yo creo que las gestiones que se hacen, por una parte en precancillerías, entre los ministros de Defensa y entre los comandantes del área, servirían para tratar de explicarles a los comandantes correspondientes de las tropas venezolanas que están incurriendo no solamente en un error que es absurdo jurídicamente, sino sumamente peligroso.
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Pero, doctor Londoño, esto no es una decisión militar, que unos militares resolvieron pasarse para el lado de Colombia. Porque ellos mismos decían que no se iban hasta que no recibieran órdenes de arriba, del Gobierno central. Esto no fue una equivocación militar de buena fe, sino un plan absolutamente deliberado…
Peligrosísimo. Se me hace peligrosísimo eso. Eso sí es mucho más complicado porque es una acción deliberada. Esa situación con las islas se ha venido presentando desde hace 25 años. El río Arauca tiene esas características, es uno de los ríos más móviles.
¿Y cómo se ha resuelto en estos 25 años? ¿A las buenas?
Venezuela trató de hacer en un momento determinado una serie de trabajos de dragado en el río Arauca, que no sirvió absolutamente para nada, porque un par de dragas metidas en un río de esas características y ese caudal, no hacen nada.
Eso dijeron, que iban en una labor de dragado. ¡Hágame el favor!
El dragado nunca ha tenido y no puede tener resultado en un río de ese caudal. A la larga, esos trabajos no sirven. A lo que tendría que llegarse sería a un acuerdo entre los dos países, a ver cómo se tratan esos problemas. Partiendo de la base, naturalmente, de que el río Arauca es el límite. Eso sucede en la frontera con muchos Estados. Inclusive entre México y los Estados Unidos. Entonces, se tienen sistemas para poder acordar un procedimiento, un ‘modus operandi’ frente a esas acciones, que no solamente pasa entre Colombia y Venezuela y en el río Arauca, sino en muchas otras partes del mundo. Pero pasar a esto, a ocupar la margen contraria de un país, eso resulta absolutamente absurdo e inaceptable.
Nosotros tenemos que defendernos, pero no dejar prender la chispa…
Pues podría haber una opción, a pesar de que Venezuela por política internacional desde hace muchísimos años es opuesta a cualquier intervención de terceros, sea un arbitraje, un arreglo judicial o, incluso, una conciliación; Venezuela debería aceptar que se entrara a estudiar el problema conjunto en el sector del Arauca, por una comisión internacional, un árbitro o algo de esas características. Yo creo que podría ser la forma de hacerlo, fuera de que hay –se supone– en este momento una relación privilegiada entre Colombia y Venezuela.
Pues se supone. ¿No? Se supone. Pero como nos ha ido tan mal también últimamente con esos arbitrajes internacionales… Y con Venezuela no nos rige la Corte Internacional de La Haya y, además, nosotros nos retiramos de allá…
No. Hay un viejo tratado que se llama ‘Tratado de no agresión, conciliación arbitraje y arreglo judicial’, firmado en 1939. Ese tratado establece que todas las diferencias que se presenten entre los dos países serán sometidas a una Comisión Permanente de Conciliación, constituida por dos personas de cada uno de los países y un quinto miembro elegido de común acuerdo entre esos cuatro. Esa Comisión de Conciliación, por razones que desconozco, no ha sido reactivada.
Eso es lo que le iba a preguntar, porque su nombre es ‘permanente’. ¿Dónde está esa comisión que no la vemos por ningún lado?
El Gobierno poco a poco dejó de renovar los miembros de la Comisión Permanente de Conciliación, que estuvo reconstituida durante los gobiernos del doctor Virgilio Barco y Carlos Andrés Pérez. Hicieron una reunión internacional en la que se restableció la Comisión Permanente de Conciliación, pero desde entonces eso se dejó pasar. No hay ninguna razón para que, si los dos países quisieran, dejara de reconstruirse la Comisión Permanente de Conciliación del tratado de 1939, y entrara a estudiar eso, porque todavía, en principio, el tratado está vigente y establece que todas las diferencias que no se hayan podido solucionar entre las dos partes por los medios diplomáticos ordinarios, esto es, por las negociaciones, se deben someter a ella. Incluso, hay una posibilidad remota de acudir en un momento determinado a la Corte Internacional de Justicia.
Finalmente, teniendo en cuenta que esto no es, digamos, una casualidad militar que les llevó el lunes a meterse a Colombia, sino que realmente Venezuela está enfrentada a una sanción de la OEA, que se viene venir, ¿es permitido pensar que todo está vinculado?
Sí, sin duda alguna. Si la decisión vino de Caracas, seguramente por parte del hombre fuerte del régimen, el Ministro de Defensa de Venezuela, etcétera, o de quien venga, es evidente que tiene el propósito de generar una cortina de humo en la situación interna que está viviendo Venezuela. Es una vieja estrategia que se ha adoptado, no solamente por Venezuela, pero especialmente por ella, y tenemos pruebas fehacientes de que ha sido así en varias oportunidades.
¿Cuántas veces que usted recuerde, como estudioso del Derecho Internacional y de las relaciones diplomáticas de Colombia, hemos estado en circunstancias semejantes?
Pues le puedo contar una que fue muy conocida, que todavía algunos colombianos la recuerdan, que fue el caso de los islotes de Los Monjes en 1952. Cuando estaba la Junta Militar de Gobierno, había una situación muy complicada internamente en Venezuela, y aprovechando la coyuntura que había en Colombia actuaron ‘de facto’ sobre los islotes de Los Monjes; el ministro de Guerra y miembro de la Junta Cívico-Militar de Venezuela, el general Pérez Jiménez, resolvió ocupar militarmente Los Monjes.
Y está el famoso episodio, cuando usted era Canciller, con la corbeta ARC Caldas...
El episodio con la corbeta Caldas fue exactamente de las mismas características, teniendo en cuenta que los militares vieron ahí una posibilidad para hacer prevalecer su influencia en Venezuela.
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Pero digamos que esa fue una decisión militar y no civil...
Yo creo que fue una cosa impulsada por los militares, no creo que la iniciativa hubiera sido exactamente del poder civil, del presidente Jaime Lusinchi. Pero, naturalmente, el presidente Lusinchi se acogió a la presentación de los militares, que eran los que estaban mandando la parada en Venezuela.
MARÍA ISABEL RUEDA
Especial para EL TIEMPO
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