No se trató, en absoluto, de un acto de saqueo o expoliación el obsequio que en 1892 hizo el presidente colombiano Carlos Holguín Mallarino de la colección Quimbaya a la reina regente de España, María Cristina de Habsburgo-Lorena. Fue una acción ilegal, contraria a la Constitución, que, por tratarse de un tesoro de la nación, obligaba al mandatario a pedir la autorización del Congreso de la República, cosa que no hizo, tal vez por tratarse de una ‘civilización muerta’, irónicamente expresado así por Holguín en su mensaje de donación a la soberana.
Hablamos de un invaluable tesoro de Colombia y de la humanidad, conformado por 122 piezas de sinigual orfebrería, que incluye poporos, desnudos masculinos y femeninos, sillas y objetos ceremoniales y ornamentales.
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En su inocente justificación para el Congreso, Holguín adujo que se trataba de retribuir el arduo trabajo de la reina en un laudo arbitral dentro de un litigio limítrofe colombo-venezolano.
‘Ni tinto ni tanto’ es un adagio que cuadra en este caso, con la mirada de suspicaces observadores de la historia de este gesto por parte de alguien que, desde antes, había tenido cierto trato personal con la soberana en su calidad de embajador en Madrid.
Hace apenas tres años, un denodado internacionalista colombiano, Antonio José Rengifo, doctorado de la Universidad de Londres y actual director del Centro de Pensamiento en Mares y Océanos de la Universidad Nacional, se presentó en Madrid, en el Museo de América, para conocer la colección Quimbaya y, estando allí, pidió hablar con la directora de dicho museo.
“Olvídense los colombianos de que España vaya a devolverles la colección Quimbaya” fue la respuesta de la señora, luego de que Rengifo le manifestó que él había sido uno de los promotores de la demanda que la Corte Constitucional del país falló a favor, ordenando al Estado colombiano reclamar a España la devolución del tesoro.
Ya, doctor Rengifo, los lectores conocen parte de esta historia. Háblenos ahora de la importancia de esa colección y de las implicaciones jurídicas de su salida ilegal, confirmada así por fallo de la Corte Constitucional en octubre de 2017...
La colección Quimbaya es de un valor inestimable. Como referente hay una información de National Geographic que da cuenta del valor asegurado para el Busto de Nefertiti: 390 millones de dólares.
La colección Quimbaya ha entrado al grupo de los grandes tesoros en el mundo saqueados a lo largo de la historia o salidos ilegalmente y reclamados por los países de origen, tales como los mármoles del Partenón de la acrópolis ateniense, reclamados al Reino Unido por sucesivos gobiernos griegos; la babilónica Puerta de Ishtar, exhibida desde 1930 en el Museo Pérgamo de Berlín, reclamada por Irak, y el busto de Nefertiti, reina de Egipto y esposa del faraón Akenatón, exhibido en Alemania.
En estos casos, las escalas de tiempo para las reclamaciones son amplias, pues se trata de bienes culturales e identitarios de grupos étnicos y naciones. Un hecho ilícito, como el saqueo o la salida ilegal de un bien cultural de un país hacia otro, nunca podrá consolidarse como legal, así haya transcurrido mucho tiempo. Es un principio de derecho internacional.
¿Fue esto una determinación unilateral, personal y autónoma del presidente Holguín o cumplió con el mínimo protocolo?
El presidente se limitó a informar al Congreso de su decisión unilateral e inconsulta, pasando por encima de algo a lo que lo obligaba la Constitución: pedir autorización al Congreso para enajenar bienes nacionales y celebrar un tratado con el Estado receptor, España, que recibió ese tesoro de buena fe y con sorpresa, aunque debió abstenerse. Esas 122 piezas salieron de Colombia, en calidad de préstamo, para ser exhibidas en Madrid en 1892, con motivo de las celebraciones del Cuarto Centenario del Descubrimiento de América. Una vez cumplida su función, el presidente encargado de Colombia, Carlos Holguín Mallarino, decidió obsequiarlas a la reina regente de España.
¿A cambio de qué?
En su informe de 1892 al Congreso, Holguín expuso que hacía el obsequio como agradecimiento a la reina regente por el estudio para la solución de una cuestión limítrofe y por su generosidad en cuanto a los gastos requeridos por ese arbitraje internacional, pero esa explicación parece insostenible, pues nunca ha sido aconsejable hacer regalos a un juez por resolver un caso.
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Ojeando el largo expediente de reclamos a España de devolución de esa colección, veo una serie de acciones populares y sentencias de altas cortes que prácticamente le ordenan al Gobierno hacer esa reclamación. ¿A qué atribuye usted este incumplimiento?
Siendo Belisario Betancur presidente de Colombia, y Ernesto Samper, embajador en España, hicieron gestiones para la devolución de la colección, pero se enfrentaron a una muralla de indiferencias y fórmulas diplomáticas. Sin embargo, existe hoy en el mundo una dinámica, en aumento, de reclamaciones y restituciones de bienes culturales, que impactan nuestro caso.
Son muchos los Estados que hacen reclamaciones y también restituciones, sin que ello afecte las relaciones diplomáticas entre los respectivos países. Su pregunta habría que trasladársela a los funcionarios que vienen negándose a hacer la reclamación, en contravía de lo ordenado por la Corte Constitucional en su sentencia SU 649 de 2017, como resultado de una demanda que promovimos varios ciudadanos. Hasta ahora, en lo concerniente a la colección Quimbaya, el Estado sigue en deuda con los derechos culturales de los colombianos.
Si las autoridades colombianas, debido a la razón que sea o sin razón, se muestran renuentes a plantear el reclamo, ¿cuáles son las instancias internacionales competentes que nos quedan?
No conozco ningún documento que cuestione la referida sentencia de la Corte Constitucional colombiana, y lo paradójico de esta situación es que el país parece estar dejando pasar una coyuntura única para la defensa de su patrimonio cultural, y ello en momentos en que representaciones, reclamaciones y restituciones sobre ese patrimonio toman nuevas dinámicas, como la devolución, por parte de Francia, de 80.000 objetos de arte a los países africanos.
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Si la propia España ha sido beneficiaria de devolución de reliquias por parte de otros países, ¿no sería consistente consigo misma devolvernos la orfebrería quimbaya?
Las reclamaciones y restituciones pueden asumir diversas modalidades, derivadas, unas, del expolio nazi de obras de arte durante la Segunda Guerra Mundial, sobre lo cual la Unión Europea abunda en tratados y reglamentaciones; otras, derivadas del tráfico ilícito, consignadas en tratados y legislaciones internas de los Estados, y otras más son las restituciones voluntarias.
Los casos abundan. Las reclamaciones pueden presentarse contra Estados, museos o particulares. La Dama de Elche, obtenida por España en devolución, una bella escultura ibérica del siglo V a. C., fue devuelta por Francia casi medio siglo después, a pesar de haber sido adquirida lícitamente por el Museo del Louvre.
Si fueron 433 las piezas quimbayas vendidas por Fabio Lozano Torrijos al Estado colombiano a fines del siglo XIX y 122 las obsequiadas por el presidente Carlos Holguín Mallarino a la reina regente de España en 1893, ¿dónde están las 311 piezas restantes?
La Colección Quimbaya
ha entrado al grupo de los grandes tesoros en el mundo saqueados a lo largo de la historia o salidos ilegalmente y reclamados por los países de origen.
La antropóloga Clemencia Plazas, exdirectora del Museo del Oro, adelantó estudios sobre la ubicación de piezas de la cultura quimbaya en museos de Europa y Estados Unidos, pero subsisten muchos interrogantes sobre el paradero de esas 311 piezas. La Corte Constitucional le ordenó al Gobierno Nacional adelantar todos los estudios tendientes a la ubicación y reclamación de las piezas faltantes, salidas ilegalmente de Colombia. No tengo conocimiento de que nuestras autoridades de la cultura hayan hecho algo al respecto, y no entiendo por qué, si muchos otros gobiernos han procedido de manera positiva.
Suponiendo que España nos devuelva tales piezas, habría que asegurarlas y, en tal caso, asignarles un valor concreto. ¿Cuál sería?
La colección Quimbaya es de un valor inestimable. Podría sugerirse como referente una información de 2013 de National Geographic que da cuenta del valor asegurado para el Busto de Nefertiti: 390 millones de dólares.
Finalmente, doctor Rengifo, déjenos su mensaje para las autoridades colombianas y, en particular, para España, sobre lo que para nosotros significaría colocar la colección Quimbaya en el lugar que le corresponde: el Museo del Oro...
La colección Quimbaya es una de las expresiones artísticas más maravillosas de la orfebrería anterior a la llegada de Colón a América, salvada del espolio y la guaquería. Hay que generar conciencia en torno a la necesidad de que todas las expresiones culturales y arqueológicas de Colombia deben ser protegidas como parte de nuestro patrimonio cultural y de la identidad nacional.
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El Gobierno de Colombia debe pedir la devolución de la colección Quimbaya en acatamiento de la sentencia de la Corte Constitucional, y España, por su parte, debe devolverla en un acto de honradez y decencia, pues es claro que nunca debió aceptarla como obsequio y que, legalmente, nos pertenece. Debe primar el buen entendimiento entre las naciones, pero también los ciudadanos están desarrollando acciones y políticas con el fin de defender su patrimonio cultural. Para la cultura, crucial en los procesos de la globalización, el reloj parece marcar la hora de las reclamaciones, inevitablemente generadoras de tensiones, pero que habrá que resolverlas pacíficamente y con sólidas sustentaciones.
Lástima que se nos quede entre el tintero la actualización de otro caso gordo, en el cual están comprometidos también España y usted: el rescate del galeón San José. Esperemos otra oportunidad.
ENRIQUE POSADA CANO*
Para EL TIEMPO
*Fundador y exdirector del Instituto Científico de la Orinoquia y el Instituto Confucio, escritor y exdiplomático de Colombia en China.