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La cita Santos-Trump despejó dudas sobre la relación binacional
Encuentro de Juan Manuel Santos con Donald Trump

El presidente Juan Manuel Santos con el mandatario estadounidense, Donald Trump, durante su encuentro en Washington.

Foto:

César Carrión / Presidencia

La cita Santos-Trump despejó dudas sobre la relación binacional

El apoyo recibido por el mandatario nacional permite hablar de una visita exitosa.

El clima en Washington se sentía caliente por causa de temperaturas que superaban con facilidad los 30 grados centígrados, dándole a esa capital un ambiente estival impropio para esta época de la primavera. Por eso, cuando el FAC 001 aterrizó el miércoles a las cuatro de la tarde en la Base Aérea Andrews, los integrantes de la comitiva que acompañó a Juan Manuel Santos a la visita oficial que terminó el viernes buscaron con rapidez subirse a los vehículos de la caravana.

Así comenzó una intensa agenda presidencial que incluyó reuniones con académicos, legisladores de los partidos Demócrata y Republicano, entrevistas con medios de comunicación, encuentros con empresarios y, por supuesto, una cita con Donald Trump y los integrantes de su gabinete, el jueves en la Casa Blanca. En todas las ocasiones, la nota predominante fue la cordialidad, que sirvió para despejar cualquier duda sobre un deterioro en las relaciones binacionales.

El programa también comprendió un desayuno con el vicepresidente Michael Pence que tuvo lugar en su residencia oficial, ubicada en lo que se conoce como el Observatorio Naval. La reunión sirvió no solo para confirmar que el exgobernador de Indiana pisará territorio colombiano en agosto, sino para establecer un canal de comunicación directo con alguien cuyas posibilidades de ascender al que se considera el cargo más importante del planeta vienen en ascenso.

Un buen arranque

Que el ambiente era amigable, fue claro desde el principio. En el gran salón de la Biblioteca del Congreso, ubicada a metros del Capitolio, Santos asistió en la noche del 17 a una cena con 200 asistentes que degustaron un menú de ensalada de fresas y chalotas caramelizadas, costillas de res en cocción lenta con hongos salvajes, torta de chocolate y café colombiano.

Sin embargo, el verdadero plato fuerte fue la entrega de un informe titulado ‘Hoja de ruta para el compromiso de Estados Unidos con Colombia’, elaborado con el auspicio del centro de pensamiento Atlantic Council. Los senadores Roy Blunt (republicano) y Ben Cardin (demócrata), que oficiaron como cabezas del reporte, abandonaron sus diferencias para proponer el apoyo al país, considerado un caso de éxito de la política exterior estadounidense.

Más allá de las propuestas específicas, el mensaje central es que hay consenso en ambos partidos en torno al respaldo a Colombia. La expresión más clara del compromiso tuvo lugar a comienzos de mayo, cuando se aprobó un paquete de 450 millones de dólares, que se suma a los más de 10.000 millones girados por el tesoro estadounidense desde comienzos del siglo. Ese compromiso será ratificado este martes, cuando se sepa el monto propuesto para el 2018, en el que habrá un recorte, pero tal vez menor que en otras latitudes.

La intervención de Santos le mereció aplausos. Con una comodidad que no siempre exhibe cuando habla en el territorio nacional y en un inglés impecable, habló con franqueza de los desafíos que persisten e insistió en su mensaje de que “hacer la paz es más difícil que hacer la guerra”. Al final recibió una ovación cerrada del auditorio, que lo despidió de pie.

Fueron muy elogiosos y aceptaron que la paz abre una posibilidad de disminuir la producción de cocaína

El día más intenso

Las cosas también salieron bien en el compromiso con el cual arrancó la mañana del jueves. En un salón del icónico Hotel Mayflower, el presidente colombiano asistió al lanzamiento del Consejo Empresarial Estados Unidos-Colombia, que abarca a una veintena de compañías de lado y lado, con intereses en ambos países. La iniciativa tiene el auspicio de la Andi y la Cámara de Comercio norteamericana e incluye nombres conocidos como Coca-Cola, Oxy, Aviatur y Argos, entre otras firmas.

El bloque de tiempo siguiente tomó casi cuatro horas, con interlocutores distintos y otros temas en la agenda. La camioneta blindada que llevaba a Santos, precedida por seis motos de la Policía, se desplazó al Congreso a las 10 de la mañana, para el que resultó ser el escenario de discusión más intenso de todos.

Uno a uno, el mandatario colombiano se entrevistó con el presidente de la Cámara de Representantes, con el líder de la mayoría republicana y de la minoría demócrata, al igual que con una serie de legisladores. Aparte de las expresiones de respaldo, las preguntas fueron más agudas y tuvieron que ver con el aumento en el área sembrada de cultivos ilícitos y las estrategias para reducirlas.

Al final, quedó claro que hay inquietudes, pero también confianza en que se logren las metas de erradicación propuestas para este año. La afirmación del Ministerio de Defensa sobre la destrucción de 15.000 hectáreas de plantaciones en el primer trimestre cayó bien, aunque se trata de la cuota inicial de un programa ambicioso que comprende, además, la erradicación voluntaria. “Fueron muy elogiosos y aceptaron que la paz abre una posibilidad de disminuir la producción de cocaína”, dijo uno de los asistentes.

Tal vez, la mayor sorpresa del almuerzo de trabajo en el Capitolio fue lo que se dijo sobre la situación de Venezuela. “Le pregunté a Santos qué podíamos hacer para ayudar a las Fuerzas Armadas colombianas para que puedan disuadir una provocación (de Caracas)”, declaró el senador Lindsey Graham a los medios. A su vez, el senador Marco Rubio habló de una “profundización” en la relación militar.

En la Casa Blanca

La preocupación por el país bolivariano se volvió a oír en el número 1300 de la avenida Pensilvania. A las tres de la tarde, las puertas de la Casa Blanca se abrieron para recibir al presidente colombiano, a quien Donald Trump esperó para conducirlo a la Oficina Oval, antes de pasar a la reunión de altos funcionarios de ambos lados.

El ambiente en la residencia del mandatario estadounidense era tenso. Los periodistas veteranos comentaron que no era usual ver tantas cámaras ni comunicadores aglomerados a la llegada de la caravana.

La razón, a decir verdad, no tenía que ver con Colombia, sino con la expectativa de oír a Trump, quien no había hablado en público desde la designación de Robert Mueller como fiscal especial, quien le meterá mano al asunto de la injerencia rusa en la campaña. De ahí que la primera pregunta en la rueda de prensa, después de la declaración que cada jefe de Estado leyó en el podio, ubicado en el salón amarillo del ala este, tuviera que ver con política interna.

Las respuestas dadas por el mandatario abrirían los noticieros esa noche y los periódicos al día siguiente, pero no acallaron la polémica. De hecho, un comentarista de televisión dijo que tuvo dificultades para entenderle y que “el inglés de Santos es mucho mejor que el de nuestro presidente”.

No obstante, el momento más importante para Colombia sucedió cuando el anfitrión despejó cualquier duda sobre el respaldo de su administración al proceso de paz, tras decirle a su invitado que “ha hecho una maravillosa labor”. “Más claro no canta un gallo”, se apresuró a señalar en español Santos, una frase que su interlocutor no oyó porque se había quitado el audífono de la traducción.

Una conocida expresión estadounidense habla de “la cereza en el pastel”, a la hora de describir lo mejor de una experiencia. A eso equivale una afirmación que borró de un tajo todas las especulaciones sobre un enfriamiento entre Bogotá y Washington.

Recibido el espaldarazo de los poderes Legislativo y Ejecutivo, lo que quedaba era cumplir con el resto del programa. Nuevas como la de permitir la entrada del aguacate Hass, apoyar la entrada a la Ocde o el establecimiento de un diálogo de alto nivel que una vez al año revisará el estado de las relaciones binacionales confirman que la alianza estratégica con el ‘Tío Sam’, que ya casi completa dos décadas, sigue indemne. “Esta visita reafirmó la relación estratégica que tenemos”, sostuvo el embajador Juan Carlos Pinzón, quien termina su misión con broche de oro.

Sumas y restas

Lo anterior no desconoce que el énfasis temático de Trump y su gente se diferencia del de Barack Obama. Comercio e inversión son importantes para el sector privado, pero no para un gobierno de corte proteccionista, que busca renegociar el TLC con México y Canadá. Puesto de otra manera, seguimos de amigos y la ayuda continuará, pero las prioridades del lado de allá son otras.

Así es evidente que Washington desea ‘narcotizar’ la agenda común. Desde la campaña presidencial fue manifiesto el tono de adjudicarles parte de los problemas que enfrenta la sociedad estadounidense a los males que vienen de afuera, como las drogas ilícitas. Ese es uno de los motivos de la obsesión con el muro en la frontera con México.

En consecuencia, habrá un seguimiento mucho más cercano a los éxitos de Colombia en su campaña de erradicación. Si estos no se consiguen, lo previsible es que suba la presión en favor de un retorno de las fumigaciones aéreas, a pesar de que las demandas por los efectos nocivos para la salud que tiene el glifosato (que se vende con la marca Roundup) aumentan su número en Estados Unidos.

Por otra parte, surge la incógnita de Venezuela. Enviar la señal de que hay sectores del Congreso estadounidense dispuestos a respaldarnos en caso de una agresión de Maduro es algo que nos hace menos vulnerables y no pasará desapercibido en Caracas. Al mismo tiempo, no hay duda de que con una frontera de más de 2.200 kilómetros de extensión, el Gobierno colombiano está obligado a manejar con guante de seda un tema que puede desembocar en un incidente fronterizo o una crisis migratoria.

Tales preocupaciones, sin embargo, quedaron aplazadas temporalmente gracias a los ecos de una visita considerada exitosa. Por tal razón, la cara de Juan Manuel Santos el viernes, poco antes de salir hacia la cercana Universidad de Virginia, para pronunciar el discurso en el acto de graduación en que estaba su hijo Esteban, no era solo la de un padre orgulloso. Era la de un mandatario satisfecho que sentía un soplo de aire fresco.

RICARDO ÁVILA
Director de Portafolio

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