A pocos meses de cumplirse el primer año de gobierno de Emmanuel Macron, el filósofo Edgar Morin escribió un interesante perfil del actual mandatario francés. En un artículo publicado por Le Monde, Morin expone la dualidad, ambigüedad o multiplicidad interior que suscitan algunos personajes históricos de la política, y, en particular, las ambigüedades que pueden habitar en el pensamiento de un hombre público.
En el caso de Macron, las evidencias saltan a la vista. Asegura Morin que el joven presidente lleva en sí una contradicción. Desde la campaña, cuando decidió aventurarse a la primera magistratura por fuera de los partidos tradicionales y consolidar un movimiento que lo llevara al Elíseo, mantiene una ambigüedad entre su perfil de literato y filósofo, no obstante haber trabajado en la banca y la finanza.
Es un contradictor al afirmar que el destino del país estará por encima de todo, aunque sustenta su pensamiento en un modelo neoliberal más cercano al empresariado y el poder financiero. Constata Morin la contradicción de su pensamiento humanista con un equipo de gobierno de jóvenes tecnócratas que miran más a través de las cifras.
Estas consideraciones muestran cuán compleja puede ser la figura de un hombre público que lleve los destinos de un país. ¿Cómo aprehender el discurso del nuevo presidente Iván Duque? ¿Es posible encontrar en este corto tiempo un sello que lo diferencia de su mentor, Álvaro Uribe, y de las líneas de su partido? Desde la campaña, Iván Duque se ha posicionado como un hombre moderado, autodefiniéndose como de extremo centro e insistiendo que se deben dejar de lado los debates “de la pequeña política” y las posiciones doctrinarias.
Un análisis de sus discursos desde su acto de posesión permite hallar las primeras características del lenguaje presidencial. En pocos días ha visitado las comunidades afectadas por la ola invernal, ha participado en varios consejos de seguridad, se ha reunido con los empresarios, ha participado en festivales y eventos culturales y ha tenido encuentros con las comunidades para escuchar a los ciudadanos. Sus intervenciones en Bogotá, el Catatumbo, Tumaco, Cartagena, Girardot, San Andrés y Tibú dan cuenta de los principales ejes temáticos de su agenda de gobierno, pero también de sus principales intereses a la hora de gobernar.
Pilares como la legalidad, la justicia y la recuperación de la libertad constituyen la base fundamental de su obra de gobierno. Iván Duque no deja de lado ni las filiaciones ideológicas del uribismo ni las banderas del conservatismo.
Sus primeras acciones fueron en el sector de la seguridad. El 8 de agosto viajó a San Andrés para realizar su primer acto: un consejo de seguridad. Y, días más tarde, dio a conocer el programa ‘El que la hace la paga’, diseñado junto con la Fiscalía General y la Policía Nacional para prevenir, controlar y reducir delitos como el secuestro, la extorsión, el feminicidio y la agresión a menores.
Los ejes centrales del pensamiento conservador, como la seguridad, la justicia y el imperio de la ley para garantizar el ejercicio de la libertad de los ciudadanos, están en el corazón de sus propuestas. La recuperación de los valores, como son la defensa de la vida, la familia y la integridad, así como la lucha contra la corrupción, son otro eje del discurso presidencial.
El léxico del nuevo presidente pasa también por una mirada del nuevo siglo y se traduce en una agenda de avanzada que consolida las bases de una educación tradicional
El discurso de Duque inscribe a la nación como la figura central de su proyecto de país. Propende por un proyecto común a pesar de las diferencias: “Tenemos la certeza de que llegó el momento de actuar juntos para ratificar nuestra gran fortaleza como nación (…) Yo quiero esta tarde plantear en este encuentro hacia dónde tenemos que ir como nación (…) Hoy más que nunca tenemos que ser capaces de mirar a nuestra nación con optimismo”.
La nación está acompañada de otros referentes que no se ciñen únicamente al pueblo y a la patria. A través de las visitas a las diferentes regiones, Duque expone la necesidad de interactuar con los colombianos. Su llamado lo hace a “las regiones”, “las comunidades”, “los ciudadanos”, “la ciudadanía” y “la sociedad colombiana”. Sus discursos no son un monólogo; insiste en la comunicación con su contraparte. Las palabras más reiterativas son: construir, diálogo, compromiso, escuchar, pensar y soñar.
A diferencia del uribismo, que se ha caracterizado por un discurso muy local, el Presidente le da un lugar central al mundo en sus proyectos. Sus alocuciones muestran una preocupación por que Colombia esté a la vanguardia en temas de ciencia y tecnología o de infraestructura. Pero también para que se den a conocer la cultura, los productos locales y los adelantos en materia de sostenibilidad ambiental:
“Hemos sido capaces de convertirnos en una economía pujante que el mundo reconoce y que se ha ganado el respeto de la comunidad inversionista” (…) “todos estos propósitos que queremos labrar tienen que ir de la mano con un país que también mira ante los ojos del mundo buscando la cooperación con otros países (…)”.
El léxico del nuevo Presidente pasa también por una mirada del nuevo siglo y se traduce en una agenda de avanzada que consolida las bases de una educación tradicional. Si bien la política educativa debe revivir los valores fundamentales, como “la cívica, la urbanidad y el respeto”, su mirada está centrada en la formación académica y universitaria, la búsqueda de la doble titulación para los bachilleres con el fin de que puedan obtener un título técnico según la vocación productiva de la región, lograr la conectividad y concretar una universidad virtual y gratuita.
Durante un encuentro con la comunidad de Tibú, en Norte de Santander, afirmó: “Yo le voy a pedir a la ministra Silvia Constaín que, con los operadores, rápidamente tengamos un plan de conectividad para los municipios del Catatumbo, y que esa pueda ser la oportunidad para empezar a dar la oferta de educación universitaria virtual gratuita en este país, con convenios con distintas universidades”.
Desde la campaña, el candidato Duque ha insistido en que su accionar va más allá de las rupturas ideológicas. Sus actos no están signados por los lineamientos de un partido, la adhesión a una clase o unos intereses particulares que le indiquen el corpus ideológico por seguir. En su corpus de ideas se encuentra su principal sello:
fortalecer la economía naranja en el país. Esta propuesta, que lo ha acompañado desde su experiencia en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), es una referencia notable en sus inquietudes como mandatario. Es así como ha afirmado: “La economía naranja integra sectores ancestrales como festivales, carnavales, gastronomía, museos, centros arqueológicos”.
En cada uno de sus encuentros ha enfatizado la necesidad de abrirles puertas a estos sectores olvidados y que pueden constituirse en una fuente importante del desarrollo económico: “Hay muchas personas que no valoran lo que significa la economía de la cultura o no saben lo que significa. Y resulta que en Colombia, la economía naranja, dónde están las artes, los medios, las creaciones funcionales, los festivales, los carnavales, representa mucho más para la economía de lo que representa la minería. Y representa más que sectores tradicionales como el café, sin restarle ninguna importancia. De lo que nos damos cuenta ahí es de que la cultura en Colombia es de un poder no solamente social sino económico”.
En su vocabulario aparecen temas a veces lejanos del tradicional discurso político: apoyo a los talentos, impulsar la creación de teatros, museos y resignificar la gastronomía local.
Convencido de eliminar las rupturas ideológicas, insiste en cada encuentro: “Yo no le pido a nadie que piense igual que yo, yo no le pido a nadie que se sintonice con mis ideas políticas, pero sí nos tenemos que sintonizar con las soluciones que estamos planteando, que no tienen ideología”.
El Presidente plantea en su discurso valores tradicionales de la derecha, pero también se pueden encontrar ejes temáticos desarrollados en la izquierda, o alusiones a luchas históricas en esta corriente política. Los valores como la solidaridad, la justicia social a través de una lucha contra la evasión fiscal, el cuidado por el medioambiente y la ecología son temas sensibles en sus postulados. Quiere un sistema educativo preparado para los retos de la cuarta revolución industrial, desea apuntarles a las energías renovables y al cuidado del medioambiente: “Debemos proponernos que en estos cuatro años crezcamos como nunca antes las energías renovables. Que nosotros enfrentemos la deforestación, que les demos impulso a los vehículos eléctricos (…) Y que tengamos en cada colombiano esa conciencia de reducir la huella individual de carbono”.
Sus figuras tutelares también perfilan su discurso y le dan profundidad. Allí se encuentran los intelectuales y líderes políticos liberales como Darío Echandía y Alberto Lleras Camargo. Estos referentes le inquietan no solo por los ideales que pregonaron sino por su erudición, su capacidad analítica frente al país y su oratoria. Sobre Lleras Camargo ha afirmado: “Es una figura que para mí representa muchas cosas: la gran capacidad oratoria, una gran capacidad de escribir y opinar sobre la realidad colombiana y, al mismo tiempo, un vínculo sólido con Echandía”.
Los discursos del primer mandatario recogen también figuras como Federico García Lorca, el gran poeta español que, como lo recuerda el Instituto Cervantes, fue detenido y fusilado por sus ideas liberales en 1936. Asegura que su amor por la cultura reside en la figura de este reconocido autor: “Yo estoy convencido, como lo dijo en alguna ocasión Federico García Lorca cuando fue a inaugurar la biblioteca de su pueblo, Fuente Vaqueros, en España, que hay que entregar un pan y un libro, porque no hay peor hambre que el hambre de conocimiento, que no se puede saciar”.
Retomando los planteamientos de Morin podríamos afirmar que la dualidad en Duque proviene de un discurso moderado versus la filiación política dura de su partido, una dualidad entre la herencia uribista y sus principales ambiciones y objetivos, que lo caracterizan más por un humanismo y una mirada en el nuevo siglo. Finalmente, esa dualidad es la que se encuentra en su llamado a trabajar para todos y no en función de una directriz política.
Sin duda, los primeros 100 días de Duque serán decisivos para constatar el paso de las palabras a las acciones. También será un período para conquistar paulatinamente la credibilidad del conjunto del país y no solo de su partido. Es de esperarse, como lo hace Morin frente a Macron, que la dualidad lo lleve a mantener los valores de responsabilidad y solidaridad, como lo dejan ver sus primeros discursos.
MARÍA FERNANDA GONZÁLEZ E.
Ph. D. en Ciencia Política de la Universidad de la Sorbona
ESPECIAL PARA EL TIEMPO
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