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Editorial: Una brasa que le queda a Trump

Decir que la guerra fría entre Estados Unidos y Rusia sigue caliente es un retruécano obvio.

Editorial .
Decir que la guerra fría entre Estados Unidos y Rusia sigue caliente es un retruécano obvio, quizás, pero real. Y señala un panorama delicado. El mandatario estadounidense, Barack Obama, a solo 20 días de dejar el poder que ostentó durante ocho años, cumplió ayer su decisión de expulsar de su país a 35 diplomáticos rusos, acusados de tener injerencia en los ataques informáticos contra grupos políticos en las pasadas elecciones presidenciales, en las que resultó electo el republicano Donald Trump. Además, Obama sancionó a funcionarios de inteligencia de Moscú que, cree, estuvieron involucrados en aquellos ataques.
Este es quizá el más serio incidente en la poco cordial relación entre Washington y Moscú durante los últimos años. Obama y Vladimir Putin han chocado a menudo, ya sea por la anexión de la península ucraniana de Crimea por parte de Rusia, o por la intervención militar de este país en Siria, una guerra brutal que ha costado muchas vidas, destrucción –incluidos irrecuperables patrimonios históricos– y masivo éxodo humano, en la que el país de los zares se puso del lado de apuntalar a Bashar al Asad a cualquier costo. Y por muchos otros temas; entre otros, de políticas internacionales y de seguridad.
En esta ocasión, Obama, ya de salida, pero que sigue siendo el Presidente de la primera potencia mundial, sintió que, a través del ciberespacio, Rusia se le entró a la casa sin violar las guardas. Y que pudo haber influido en los resultados electorales en los que su partido, con Hillary Clinton como candidata, fue derrotado.
Es un incidente grave, con suspenso incluido. Por lo pronto, el líder moscovita ha puesto una pausa tensa, seguramente en espera de que este 20 de enero su interlocutor sea su amigo Trump. Pero de todos modos a este le queda, de entrada, una brasa en la mano, porque la decisión de Obama es respaldada por el Congreso estadounidense, y allí están el partido y los amigos de Trump, que de una vez deben comenzar a mostrar un patrón de conducta con el nuevo inquilino de la Casa Blanca. Ojalá la diplomacia le baje la llama al caldero.
editorial@eltiempo.com.co
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