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Sendero en la montaña

Protección de cerros de Bogotá no debe caer en debates estériles, este ecosistema pide atención.

Editorial .
Pocos dudarían hoy en señalar que los cerros orientales de Bogotá son el verdadero patrimonio de la capital. La historia de la ciudad nace y pervive a los pies de esa cadena montañosa de no menos de 14.000 hectáreas y cuyos diez picos albergan una riqueza natural que da vida y cobijo a 7,5 millones de bogotanos, como lo hizo también con los primeros pobladores indígenas en épocas de la conquista.
Ahora que la Alcaldía Mayor anda empeñada en seleccionar las siete maravillas de Bogotá, es lógico que una de ellas deben ser sus montañas centenarias, y no solo por lo que representan en sí mismas, sino por la tenacidad con que han resistido los embates de la deforestación, los incendios y los desarrollos urbanísticos sin control en décadas recientes.
La vida de la capital gira en torno a sus cerros. Y, en tiempos en los que la salvaguarda de los ecosistemas constituye una demanda global, vale la pena reflexionar sobre cuál debería ser la mejor estrategia para garantizar su protección y conservación. Una iniciativa de la Alcaldía busca que sea el involucramiento ciudadano el que facilite su cuidado, a través de la construcción de un sendero ecológico de más de 100 kilómetros que podría ser visitado por la ciudadanía. Esto, para quienes tienen a cargo el proyecto, facilitaría la mitigación de riesgos como conflagraciones y derrumbes, y también ayudaría a la restauración de la capa vegetal nativa y a controlar el acceso de visitantes.
Sin duda se trata de un ambicioso plan, digno, por tanto, de ser analizado con el rigor con el que aparentemente se está haciendo. Dice la Administración que en su diseño se ha venido trabajado en los últimos tres años, de la mano de organizaciones de caminantes y defensores de los mismos cerros.
Ahora bien, el tema no ha pasado desapercibido para los críticos del gobierno ni para sectores ambientalistas que reclaman por la poca socialización de la iniciativa y la escasa claridad respecto a la magnitud de la obra, así como de los efectos de la capacidad de carga que soportaría. Si bien ya existen diseños, el sendero está pendiente de una solicitud de licencia ambiental que hizo la Alcaldía ante la Anla y que está estancada debido a una orden judicial que aplazó la audiencia pública prevista con varias comunidades para el pasado 11 de octubre.

El sendero propuesto podría integrar eficazmente esta riqueza natural a la ciudad antes de que sea esta la que termine devorándola

Como decíamos al comienzo, los cerros tutelares de Bogotá constituyen un patrimonio que debe ser protegido a toda costa. Y si una alternativa viable es el sendero de Las Mariposas, como se lo ha denominado, su planteamiento no puede arrojar dudas. Sería lamentable, eso sí, que posiciones extremas echaran por la borda cualquier medida que se adopte para amparar esta riqueza natural, que hoy necesita ser integrada de forma responsable a la ciudad antes de que esta termine devorándola por completo.
Otros países han incorporado sus encantos naturales a la dinámica urbana a través de actividades como el senderismo, lo que ha contribuido a su cuidado. En Bogotá ha sido la falta de atención y de una estrategia integral de protección lo que ha facilitado invasiones, inseguridad, depredación, urbanismo mal concebido y emergencias naturales. Los cerros orientales merecen mejor suerte.
EDITORIAL
editorial@eltiempo.com
Editorial .
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