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¿Saravena, rodeada?

¿Saravena, rodeada?

Los desmanes del Eln en Saravena, Arauca, no solo sorprenden, sino que preocupan e indignan.

De los atropellos de la guerra, de la que por fortuna vamos saliendo, ya a los colombianos poco nos sorprende. Sin embargo, lo descrito en este diario por la periodista Salud Hernández-Mora, el martes pasado, sobre los desmanes del Ejército de Liberación Nacional (Eln) en Saravena, Arauca, no solo sorprende, sino que preocupa e indigna.

Es verdad que se está llevando un proceso de paz con esta guerrilla, en medio de la guerra, pero desanima saber que en Saravena, que ha sido su viejo fortín, más bien están envalentonados y dictando sentencias de muerte, como si les faltaran años de sevicia.

Porque no otra cosa es el hecho de que los jóvenes saravenenses Luis Naranjo y Lewis Calderón tengan allí seis cuadras por cárcel. Entre admiración y miedo, se los conoce como los ‘suicidas’, por su valor en seguir haciendo política al lado de las instituciones legales, de la Fuerza Pública y del temeroso pueblo.

Luis Naranjo (izq.) y su compañero de ideales, Lewis Calderón, debieron hacer la campaña al Concejo de Saravena en esta tanqueta.

Foto:

Salud Hernández-Mora

Ambos hoy viven en un gueto, como dice justamente Hernández-Mora, que es el área demarcada como anillo de seguridad, donde se resguardan los más amenazados del pueblo, incluido el alcalde local, Yesid Lozano, del Centro Democrático, como Naranjo y Calderon. Allá, en ese anillo, están las instituciones del Estado y las sedes bancarias.

Y en todas partes, incluidas zonas veredales, están los ‘elenos’, que extorsionan, seguramente secuestran, amenazan y matan. Porque en Arauca este año han asesinado a 37 personas, la mayoría en Saravena.

Sabemos que las Fuerzas Militares y de Policía libran una dura lucha, pero aquí se necesita mayor acompañamiento a la sociedad civil, que no se atreve a denunciar; se necesita que no parezca que los delincuentes son los buenos, mientras los buenos huyen o se guarecen.

Ni en Arauca ni en Saravena pueden sus gentes y sus políticos, del partido que sea, seguir en la mira de las armas. La mesa de diálogo debería pronunciarse. Ya saben el país y la comunidad internacional que esta guerrilla anda rezagada del tren de la reconciliación y paz que se aclimata en Colombia, pero, entonces, el Estado debe garantizar con sus armas y sus herramientas la libre movilización, al menos.

- editorial@eltiempo.com

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