La crisis entre Madrid y Barcelona parece ya tener vida propia y se mueve a través de dinámicas que día a día la encaminan a extremos que hubieran sido inimaginables hace algunos meses y que llevan a pensar que ya no hay reversazo que detenga el engranaje, salvo una enérgica reacción absolutamente apegada a la Ley del Gobierno central.
Este jueves se cumplió el segundo plazo que el presidente Mariano Rajoy le dio al gobierno catalán para que aclarara si declaró o no la independencia, y de ser así, que la retirara. Pero de nuevo la respuesta fue una carta en la que el presidente autonómico, Carles Puigdemont, jugó a la ambigüedad, no sin antes amenazar al gobierno conservador de que si “impedía el diálogo” y “continúa la represión” el parlamento de su región podría proceder a votar la declaración formal de independencia.
Sobre esto no hay que llamarse a engaños. El ‘diálogo’ del que hablan los independentistas no tiene que ver con arreglar el conflicto con Madrid y devolverse de las líneas rojas que nunca debieron superarse. Su ‘diálogo’ parte del hecho de que intentan consumar una independencia a la brava y violando la Constitución española en el que Madrid solo cumpliría un papel de facilitador para evitar daños mayores, como la creciente conflictividad social o la ya evidente polarización que está empezando a desgarrar el seno de las familias catalanas, que, al contrario de lo que el discurso secesionista pregona, no es tan mayoritaria y abiertamente a favor de un deslinde de Madrid.
Por eso, el paso siguiente será la aplicación del drástico artículo 155 de la Carta Magna, que habla de la suspensión de la autonomía, es decir que Madrid tendría que asumir las competencias que se le retiran a la Generalitat. La discusión mañana será en el consejo de ministros para determinar hasta qué grado se intervendrá la autonomía y si eso va a derivar en un llamado a elecciones en la región.
Más allá de esto, las realidades sobre el terreno asustan: la salida de más de mil empresas de Cataluña, el anuncio de la caída del PIB y los temores del euro dan una medida de lo que pasará si no se pone fin a este sainete, que a nadie ha hecho reír.
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El presidente español, Mariano Rajoy, acudió al artículo 155 de la Constitución de España a pesar de que Carles Puigdemont, presidente de Cataluña, impulsa el diálogo con el gobierno central.
Reuters / Jon Nazca
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