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Riesgo de garrote

Colombia debe prepararse para jugar en el nuevo tablero que plantea Trump.

Editorial .
La amenaza del ‘garrote’ como estrategia para doblegar a sus percibidos contrincantes en el tablero internacional no es extraña en la política exterior estadounidense. Pero desde la llegada del presidente Donald Trump a la Casa Blanca, esta ha adquirido nuevas y preocupantes dimensiones, acercándose peligrosamente al matoneo.
Además de las sanciones económicas que viene empleando para someter a rivales como Irán o Venezuela, y que en esta administración republicana describen como un esquema de “máxima presión”, Trump ha instituido ahora la imposición unilateral de aranceles como parte de su arsenal negociador. Es lo que viene haciendo con China, país al cual ya le impuso tarifas a unos 250.000 millones de dólares en importaciones, y lo que advierte hacerles a otros socios en la Unión Europea si no pactan algún tipo de arreglo comercial que beneficie la producción estadounidense. Son vientos de tempestad que ya sacudieron a América Latina. México acaba de vivir en carne propia los efectos de su agresiva política. Y Colombia debe tomar nota.
Como se sabe, no obstante tener un tratado de libre comercio vigente con esta nación (el Nafta todavía rige, mientras el Congreso de Estados Unidos ratifica el nuevo pacto acordado), Trump amenazó con imponer aranceles a todas las exportaciones mexicanas si este país no tomaba medidas para frenar la inmigración ilegal. Un 5 por ciento en principio, y luego otro 5 por ciento adicional cada mes, hasta llegar al 25 por ciento.
La crisis se desactivó luego de que México se comprometió a expandir un programa que lo obliga a albergar en su país a los migrantes que han pedido asilo mientras Estados Unidos tramita las solicitudes, y otro que plantea enviar a 6.000 miembros de la recién creada Guardia Nacional para que frenen el flujo de ilegales que entran por Guatemala pero cuyo destino final es su vecino del norte. Aunque el Gobierno mexicano lo intentó vender como un éxito, pues solo se habrían comprometido a cumplir con lo que ya venían haciendo, dejó un mal sabor y genera un pésimo precedente.
Y si bien la administración de Andrés Manuel López Obrador tenía razones de sobra para frenar una medida de efectos cataclísmicos para la economía de su país, terminó cediendo –y muy rápido– a presiones de Estados Unidos, a todas luces indebidas. Sin duda, en Washington hay preocupaciones legítimas por el aumento de la inmigración ilegal, pero es muy cuestionable que amenace con una retaliación comercial para forzar un acuerdo en un tema relacionado con la seguridad y las políticas migratorias. En especial cuando se supone que entre ambos existe un TLC que debe garantizar las reglas de juego. Adicionalmente, ya es ‘vox populi’ que el acuerdo también incluye una cláusula de “tercer país seguro” si México no logra reducir el flujo de inmigrantes en 45 días. Según ese pacto, la nación azteca tendría que dar asilo o refugio a todos los guatemaltecos que lleguen a la frontera sur de Estados Unidos, lo cual redefiniría las normas que hoy rigen la inmigración a otras naciones y podría tener graves efectos en la región.
A diferencia de China o Europa, que por su tamaño y poder han respondido al desafío de Trump elevando sus propias tarifas a los productos de Estados Unidos, el mensaje que sale del ejemplo mexicano es que países más pequeños, como lo son la mayoría en la zona, no tendrían cómo contrarrestar este matoneo del presidente estadounidense. Mike Pompeo, su secretario de Estado, dejó entrever esta semana que esa es una fórmula que consideran ganadora y seguirán aplicando.
Lo anterior nos lleva al caso colombiano. Nadie duda de que Washington considere a nuestro país como uno de sus mejores aliados en la región. Pero Trump ya ha dado claras muestras de que esa sociedad es irrelevante cuando de por medio están asuntos como la inmigración y el tráfico de estupefacientes. Ya amenazó con descertificar a Colombia si no se reduce la producción de cultivos, y hasta sostuvo que desde nuestro territorio estaban inmigrando criminales a EE. UU. Es una retórica que podría crecer, pues son dos cuestiones –drogas e inmigración– que venden muy bien en la base de Trump, y sin duda las usará en su campaña de reelección. Más aún, es factible que amenace con imponer tarifas a productos colombianos si no se frena el narcotráfico, o, incluso, con suspender la ayuda, como lo hizo recientemente con Guatemala, Honduras y El Salvador.
A la luz de lo anterior, el gobierno del presidente Iván Duque debe anticipar un escenario semejante y diseñar estrategias para contenerlo. Entre ellas, reforzar la relación con el Congreso de Estados Unidos, el único capaz de poner freno a los impulsos de Trump, y articular una reacción más regional que le implique un costo al mandatario estadounidense. De lo contrario corre el riesgo de repetir los errores de un México que tuvo que improvisar cuando ya tenía el garrote sobre su cabeza.
EDITORIAL
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Editorial .
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