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Reflectores sobre Trump

El proceso en su contra coincide con elecciones y una economía con buenas cifras.

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Pocas certezas existen sobre lo que marcará el último tramo del actual periodo de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, en especial ahora que la Cámara de Representantes formalizó el inicio de un proceso de investigación ya en curso con miras a un posible juicio en el Senado. El motivo son posibles delitos que habría cometido el mandatario al presionar a su homólogo ucraniano, Volodimir Zelenski, para que investigara al precandidato demócrata Joe Biden y a su hijo Hunter. Nuevas revelaciones sugieren también que habría movido fichas para conseguir que el Gobierno ucraniano reconozca que se confabuló con el Partido Demócrata para incidir en los comicios de 2016. Es este un acontecimiento histórico, en la medida en que solo tres mandatarios del país del norte han sido sometidos a un proceso de destitución: mientras que a Bill Clinton y a Andrew Johnson los absolvió el Senado, Richard Nixon renunció a su cargo poco antes de tener que comparecer ante la Cámara Alta.
En medio de la incertidumbre por el desenlace de este cuarto proceso, hay algo que difícilmente dejará de ocurrir: la constante aparición del mandatario en los medios de comunicación. El desarrollo de esta fase del proceso garantiza que todos los reflectores se posen sobre el inquilino de la oficina oval, y este es un factor clave. Otro, y muy atado al primero, es que el desarrollo del proceso de investigación se dará de forma paralela con la campaña presidencial. Es inevitable que lo que en ella suceda termine teniendo un poderoso eco en la labor de la Cámara, y viceversa. Así, en juego está no solo llegar a la verdad acerca de la conducta de Trump y si incurrió en un acto por el que merece ser destituido de su cargo. También, el perfil de quien será su oponente por el Partido Demócrata, el tono que adopte Trump en los meses por venir, la agenda de la contienda electoral y el rumbo que tome la ya crítica polarización de la sociedad.
Y es que el solo hecho de que los integrantes demócratas de la Cámara de Representantes hayan decidido dar el paso de iniciar el proceso ya es resultado del mayor peso que hoy ostentan las corrientes menos moderadas de dicha colectividad. Fue al constatar esta realidad cuando la líder de los demócratas en el Congreso, Nancy Pelosi, durante mucho tiempo renuente a tomar este camino, justamente por la visibilidad que le dará a Trump en meses electorales, finalmente dio su brazo a torcer. Detrás de su decisión está la fuerza que han venido adquiriendo las precandidaturas de Elizabeth Warren y Bernie Sanders, ambos de posturas más extremas que las de Biden.
Es, por lo tanto, una apuesta arriesgada la de los demócratas, quienes se jugaron esta carta con la confianza de que los testimonios ya conocidos sacudieran la opinión pública, generando un clima propicio para avanzar y un trampolín para sus precandidatos. Pero esto no ha ocurrido. O no aún. Los más recientes sondeos indican que apenas un 49 por ciento de la ciudadanía está a favor de que Trump sea juzgado por el Senado, mientras que un 47 por ciento no cree que existan méritos. Para que el llamado impeachment –el juicio en la Cámara Alta– logre tracción se requiere un apoyo popular de mucha mayor envergadura.

Para muchos importa más lo que pase con su bolsillo que la moralidad de un acto del presidente

Muchos coinciden en que el meollo del asunto está en que si bien la posible presión de Trump a su homólogo para que este tomara una decisión en beneficio suyo es una conducta que en el papel daría para que el Senado lo separe del cargo, el bajo desempleo y el buen semblante de la economía pueden relajar los estándares éticos y morales de millones de estadounidenses. Sobre todo de los republicanos.
Un posible giro dependerá, en gran medida, de los testimonios de los llamados a declarar, que serán transmitidos por televisión. Hay enorme expectativa por lo que pueda decir, en caso de que así se le requiera, el exasesor de seguridad John Bolton, quien estuvo muy al tanto de todo lo que sucedía en la relación con el país báltico y abandonó el Gobierno de forma intempestiva tras un enfado de Trump. En esta lista figura también el exalcalde de Nueva York y ahora abogado del presidente, Rudolph Giuliani.
Por lo pronto, Trump es plenamente consciente de cómo están las cartas, faltándole a él destapar la de un posible próximo acuerdo comercial con China. Sabe que ahora tendrá mayor vitrina para negar o minimizar el episodio de la llamada a Kiev, al tiempo que subraya una y otra vez las cifras que le son favorables, sin olvidar, como ha sido un rasgo suyo, presentarse como víctima. Y es que para muchos en la calle importa más lo que pase con su bolsillo que las consideraciones en torno a la moralidad de un acto del presidente, susceptible de ser llevado no solo al terreno de las conspiraciones, e incluso de las posverdades, sino al de los grises a la hora de evaluar su moralidad.
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