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¿Quién le cree al CNE?

Después de las dudosas elecciones regionales en Venezuela, seguramente vendrá una nueva crisis.

Editorial .
Los resultados de las elecciones de gobernadores realizadas el domingo en Venezuela son desconcertantes o cuando menos “sorpresivos” –como dijo la jefa de la diplomacia de la Unión Europea, Federica Mogherini–; “no son libres ni justos” –como dijo EE. UU.–; o son “preocupantes” –como lo expresó el Gobierno francés–.
Y son todo eso, porque sigue resultando inexplicable que en la descomunal crisis que atraviesa el país, con gente pasando hambre, saliendo por miles y con violaciones de los derechos humanos, los ciudadanos sigan girando cheques en blanco al chavismo y a su presidente Nicolás Maduro, que a duras penas rasguña el 20 por ciento de aceptación.
Así sucedió en la reciente elección de la constituyente, en la que el oficialismo sacó del sombrero la inopinada cifra de 8 millones de votos a favor, sufragio histórico que ni Chávez, en su momento de mayor gloria, conquistó jamás. Y así sucedió el domingo, cuando el chavismo obtuvo 17 de 23 gobernaciones, cuando las encuestas apenas le auguraban cinco, en medio de graves denuncias de fraude y del anuncio de la opositora Mesa de Unidad Democrática (MUD) de que no reconocerá los resultados.

El CNE entendió que no pasa nada si les tuerce el pescuezo a las elecciones y que lo puede hacer en impunidad, pues ni observadores internacionales hay

Fue ingenuo pensar que con el precedente de las cifras de la constituyente, el CNE, al mando de la imperturbable Tibisay Lucena, iba a cumplir su papel de árbitro imparcial y no le iba a meter mano al proceso valiéndose de tretas que arrancaron en la migración de mesas de votación en zonas tradicionalmente opositoras y terminaron en un inusualmente rápido y poco transparente escrutinio, entre otras muchas.
En suma, el CNE entendió que no pasa nada si les tuerce el pescuezo a las elecciones y que lo puede hacer en impunidad, pues ni observadores internacionales hay. Apenas unos ‘acompañantes’ que le lavan la cara. Se perdió la vergüenza.
No obstante, estas circunstancias no explican totalmente la derrota de la MUD. Una vez más, la oposición fue inferior al momento histórico en el que miles de venezolanos durante meses se jugaron la vida en las marchas callejeras contra el régimen, en el que más de 130 murieron por las balas de la Guardia Nacional, o los que pasan sus días como presos políticos. En su momento de mayor efervescencia, la oposición desactivó la calle al entrar en una barrena de contradicciones y de intereses particulares que la llevó a llegar fracturada a estas regionales, que eran claves para proyectar un diálogo para la transición, en posición de fuerza frente a Maduro y su constituyente plenipotenciaria, y para preparar las presidenciales del 2018, eso sí, sin la garantía de que el CNE esta vez sí las haga libres y justas.
Pero es la hora en que la oposición sigue sin lograr presentarse como una alternativa confiable y unida, y no concreta plena sintonía con el venezolano de la calle para sacar al país del hoyo en que lo metió el chavismo. Aún se esperan las pruebas y las cifras del denunciado ‘fraude’.
Pero el hecho es que se abre una nueva crisis en Venezuela, vendrán más sanciones y aislamiento internacional y el país seguirá reventándose. Pero Maduro y su cohorte avanzarán en la ‘revolución’ y disfrutarán del espectáculo. Finalmente, es la miseria de su pueblo la que los sostiene.
editorial@eltiempo.com
Editorial .
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