Resulta incomprensible que después de tantas manifestaciones en contra de los atentados ambientales que se cometen contra los cerros de Bogotá sigan apareciendo evidencias del daño que se les ocasiona. Tanto a ellos como a la comunidad que los circunda. El hallazgo reciente de una escombrera que acumulaba 55.000 metros cúbicos de material desechable, entre otros, a la altura de la calle 163 con carrera 4.ª, prendió de nuevo las alertas.
Para las autoridades, se trata de una actividad ilegal que, además de agredir el medioambiente, pone en peligro a los vecinos de barrios aledaños ante un posible deslizamiento. Adicionalmente, dicen residentes del sector, el lugar se ha prestado para otro tipo de actividades, como el consumo de estupefacientes. El sitio viene operando desde hace doce años, sin que hasta el momento ninguna autoridad haya conseguido actuar de forma contundente. Entre otras razones, porque sus funcionarios terminaban siendo amenazados por quienes custodiaban el lugar.

La acumulación de residuos generó una montaña de escombros que pone en riesgo a los habitantes de Santa Cecilia.
Secretaría Distrital de Ambiente
Finalmente, la Secretaría de Ambiente consiguió ingresar al lugar –el martes pasado– y trasladó las pruebas de lo hallado a la Fiscalía General para que adelante las investigaciones pertinentes. Esta es una acción que la comunidad esperaba y que defensores de los cerros también venían reclamando. Lo que debe suceder de inmediato es el restablecimiento del orden alterado en este espacio, que, si bien es privado, debe ceñirse a las normas que prohíben el funcionamiento de escombreras y cualquier actividad que ponga en riesgo el ecosistema.
Estas acciones se suman a otras llevadas a cabo meses atrás contra varias construcciones ilegales en los cerros orientales y que afectaron recursos naturales e hídricos, y otras 28 indagaciones por invasión, daño y contaminación registrados en el parque ecológico Entre Nubes, en Usme. Y ha habido otros operativos contra cambuches y asentamientos ilegales. Y así tiene que seguir sucediendo, pues, además del voraz apetito urbanístico, la informalidad también ha puesto en riesgo los cerros tutelares de la capital.
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