En la vida y memoria de los pueblos hay personajes que trascienden durante algún tiempo; unos pocos perduran varias décadas y muy pocos alcanzan los siglos. Otros son reconocidos por su obra o personalidad, pero mucho tiempo después de su muerte.
En Colombia, Policarpa Salavarrieta es un caso sobresaliente de quien, después de ofrendar su vida en la lucha por la libertad, recibe el reconocimiento inmediato de la sociedad, el cual ha trascendido en la memoria colectiva hasta hoy. Su desaparición fue profundamente lamentada; su actitud firme y decidida dejó una honda huella en pro de la defensa de la libertad, la igualdad y la democracia. Además, su recuerdo se incrustó con facilidad en la mente y el corazón de los colombianos.
Nacida en la Villa de Guaduas, hasta allí enviaron los hermanos Almeyda a un emisario a buscarla y pedirle trasladarse a trabajar con los patriotas en Santafé. Su aporte a las juntas que se reunían en la capital y el entusiasmo por el apoyo al ejército que se estaba organizando en los Llanos Orientales, bajo el mando de Santander, fueron decisivos para la causa de la independencia.
Policarpa Salavarrieta es un caso sobresaliente de quien, después de ofrendar su vida en la lucha por la libertad, recibe el reconocimiento inmediato de la sociedad.
La Pola fue ejecutada junto con ocho compañeros de lucha patriótica, entre ellos su novio, Alejo Sabaraín, en la mañana del 14 de noviembre de 1817, en la plaza Mayor de Santafé, y de inmediato se convirtió en un referente de valor y coraje frente al régimen opresor de los españoles. Ella fue inmolada a los veintiún años, en plena flor de la juventud. Su sacrificio la consagró a quedar eternamente joven, aguardando el momento en que los colombianos rompamos la indiferencia y tengamos dignidad para afrontar cualquier tipo de opresión y defender con firmeza la libertad. Su ejemplo y sacrificio infundieron conciencia de patria, la que tanto requiere hoy Colombia.
Al conmemorarse el bicentenario del sacrificio de Policarpa, los colombianos debemos volver al interés por la historia para reencontrarnos con su acción decidida por su gran causa; la que debe ser de todos: ¡la Libertad!
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Monumento a Policarpa Salavarrieta en la carrera 3 con calle 18
Archivo / EL TIEMPO
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