En la carrera 9.ª con la calle 81, en Bogotá, fue grabado el video más mentado de la semana: un hombre disfrazado de cono, que hacía parte de una reciente estrategia distrital llamada 'El Poder del Cono', fue agredido por un motociclista infractor que se enfureció por los gritos que suelen hacer parte de aquella campaña de cultura ciudadana –desde un altavoz, para avergonzar a los transgresores de las normas, los ciudadanos disfrazados de cono gritan el número de la placa y luego “¡que salga!” y “¡que se mueva!”–, pero este no supo lidiar con los empujones del motorista mal parqueado, sino que se lanzó a dar golpes y patadas como un violento más.
En honor a la verdad, el grupo de inspectores disfrazados de conos anaranjados, cuya labor implica persuadir y concientizar a los conductores que ocupan el espacio público como si fuera de ellos –antes de llegar a un comparendo, antes de que la grúa llegue para llevarse sus vehículos–, ha tenido suerte a la hora de enfrentarse a los infractores: de 2.300 casos que han detectado, más o menos, solo unos cuantos han terminado en multas, y solo el sonado caso del motociclista enfurecido, que se ha utilizado de la peor manera en las redes sociales, ha terminado en vergonzosos actos de violencia.

Captura del momento en el que el motociclista se agarra a golpes con uno de los funcionarios de la campaña.
@Macarosanq
El episodio ha tenido las consecuencias que cualquiera habría imaginado: la renuncia del hombre disfrazado de cono. Pero la gran conclusión tendría que ser lo mucho que está necesitando Bogotá el regreso de la cultura ciudadana: es hora de que los infractores acepten sus errores en vez de andarlos tapando con violencia, es tiempo de que el espacio público sea respetado, es indispensable que los bogotanos tengan las riendas de sí mismos para que la ciudad recobre su vocación de convivencia. Buena parte del correcto funcionamiento de la capital –de que su tránsito no sea una pesadilla y de que sus celebraciones no terminen en riñas– depende de que sus ciudadanos tengan claro que no es una posibilidad pasar por encima de los demás.
La cultura ciudadana sigue siendo el mejor camino para convencer a los bogotanos, con humor, de que la convivencia es todo.
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