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Muertes absurdas

Muertes absurdas

Todas las fatalidades en la vía pública son absurdas dado que, sin excepción, eran evitables.

Entre las muchas formas de morir, sin duda alguna la producida como consecuencia de nuestras malas conductas en la vía pública resulta ser una de las más absurdas. Son muertes que se hubieran podido evitar solo con buen comportamiento y cuidado.

Las historias detrás de cada incidente de tránsito aterran: niños que pierden la vida porque un carro a toda velocidad los arrolló cerca de su casa, un motociclista que fallece porque no supo frenar a tiempo o no maniobró bien su vehículo tras zigzaguear por la avenida, un peatón que decidió ignorar el puente, un joven que quiso colarse en TransMilenio, un borracho que se cruzó sin advertir el peligro, un ciclista que prefirió obviar la ciclorruta...

Claro, no todo es culpa del peatón –quien más muertos pone en todos estos hechos– o de los ciclistas, otro actor altamente vulnerable en el espacio público (y que cada vez demuestra menos apego a las normas). También hay que tener en cuenta la mala señalización, el estado de las vías y la forma como se conduce en la calle, particularmente las motos: más del 90 por ciento de sus conductores carecen de pericia al maniobrar estos aparatos, según el mismo gremio.

585 personas perdieron la vida en las calles de la capitalel año pasado . Entre ellas, 282 peatones, 175 motociclistas y 71 ciclistas

Tales reflexiones vienen a colación con motivo del curioso homenaje que esta semana rindió la Alcaldía de Bogotá a las 585 personas que el año pasado perdieron la vida en las calles de la capital. Entre ellas, 282 peatones, 175 motociclistas y 71 ciclistas. Como acertadamente lo manifestaron las autoridades del Distrito, se trató de 585 muertes evitables. Si bien este año ha habido un descenso del 11 por ciento en este tipo de hechos, un solo caso registrado debe motivar reflexión. Nada justifica este tipo de incidentes, que, como decíamos, pueden ser perfectamente evitables.

Solo basta con ser prudentes, mantener vehículos y bicicletas en perfecto estado, respetar las normas, no exceder los límites de velocidad, utilizar la infraestructura de la ciudad de forma correcta porque esta, en últimas, garantiza la vida de los ciudadanos.

Detrás de todo esto hay también un fenómeno cultural, hacia el cual deberían dirigirse todas las acciones del Estado para comenzar a respetar la vida en la vía. Cuando se destruye una señal de tránsito, cuando no se repara una calle que representa un peligro para conductores y transeúntes, cuando se opta por el atajo y no por el camino correcto o cuando se invaden los carriles del transporte masivo para ahorrarse 2.200 pesos a cambio de la vida es porque subyace en el comportamiento de la gente un desapego por la seguridad propia y la de los demás.
No es gratuito que varios países ya hayan adoptado normas más estrictas en aras de proteger la integridad de las personas en la calle, como sancionar a quien cruce una esquina peligrosa mientras observa su celular.

Pero no todo puede ser sanción. Las campañas del Fondo de Seguridad Vial van en la dirección correcta: generar autorreflexión en el momento de adquirir una motocicleta, rodar en bici o desplazarse por una vía en carro o a pie; advertir que todos tenemos derecho al mismo espacio, claro, pero, en especial, a saber utilizarlo antes de convertirse en la próxima víctima.

- editorial@eltiempo.com

‘Muertecicletas’

Foto:

Matador

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