Salió a la luz hace un par de días, en las páginas de este mismo diario, la historia de un funeral que terminó convertido en parranda vallenata. Sucedió a petición del difunto, en Puerto Giraldo, corregimiento de Ponedera, departamento del Atlántico: quien no supiera bien la historia, y de golpe viera a un montón de gente vestida de fiesta bailando alrededor de un féretro, pensaría seguro en un caso de locura colectiva, pero la verdad es que fue el fallecido Manuel Martínez, de 80 años, quien dejó planeado su propio sepelio de tal modo que se convirtiera en una celebración.
No solo sus hijas y sus nietas, sino también una buena parte de los habitantes de Puerto Giraldo –comenzando por la alcaldesa–, terminaron participando en una fiesta enorme en la que hubo baile, sancocho, asado y ron. Nadie lloró porque él, que en el pueblo era conocido como Mañe, lo había dejado prohibido: “Como no bailes con tu pollera colorá, vengo del más allá y te puyo las costillas”, le había dicho a una de sus hijas. Y entonces celebraron su vida, con todo el amor y todo el respeto que le guardaban, y celebraron su muerte como si hubiera sido otro de los logros de su vida.
Se trata de un caso admirable, que salta entre todas las noticias de la semana, no solo por la minuciosidad con la que el señor Martínez planeó su funeral para que se convirtiera en un llamado a la alegría y un recordatorio de los vínculos que dan sentido a la vida, sino también porque, en un país acostumbrada a que la noticia de un fallecimiento sea traumática, habituado a la posibilidad de una muerte violenta y cansado de que el prójimo valga tan poco, el sepelio feliz de Martínez es una invitación a valorar la vida.
Nadie se quedó quieto durante la parranda vallenata. Todos los invitados asistieron con el propósito de darle las gracias a Mañe por haber muerto con la misma alegría con la que vivió, por haber dejado dicho, con ese funeral inolvidable, que morir de viejo rodeado por las familias de los hijos y de los amigos –dejando de legado la alegría– tiene que ser un alivio para el duelo.editorial@eltiempo.com

“Es una mezcla de sentimientos por su partida, pero lo despedimos con esta gran fiesta, como él quería”, aseguró Flor Martínez, la hija menor de Mañe.
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