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La paradoja

El transporte público tiene un doble desafío: ser alternativa y resistir financieramente.

Editorial .
El transporte público en general y el masivo en particular viven hoy la paradoja de ser parte del problema y parte de la solución. En efecto, la naturaleza de su actividad los hace foco propicio para la propagación del covid-19, y de ahí que haya sido uno de los primeros sectores en sufrir las consecuencias de la restricción. Sin embargo, ahora que se abre gradualmente la economía, estos sistemas resultan esenciales para el aparato productivo de una ciudad. Por tanto, la ecuación por resolver es: ¿cómo hacerlos eficientes, bioseguros y que, encima de todo, no se quiebren?
Es el dilema que hoy afronta TransMilenio, en Bogotá, que opera con el 100 % de su flota pero sin sobrepasar el 35 % de la capacidad para mover pasajeros, lo cual ha derivado en una caída de sus ingresos. Según la empresa, cada semana de pandemia el hueco para el sistema se acerca a 43.000 millones de pesos que deben ser asumidos por la ciudad a través del Fondo de Estabilización Tarifaria. De seguir así, ese hueco superará los 800.000 millones a final de año. Escenarios similares se viven en Pereira, Barranquilla y Cartagena.
Lo anterior ha planteado un debate en torno a cuál debería ser el futuro del transporte público y cuál la mejor manera de garantizar su sostenimiento. Es claro que con una capacidad al 35 %, el golpe para las arcas de Bogotá será considerable, de al menos un billón de pesos al año. Revisar los contratos con operadores, a quienes se les paga por kilómetro recorrido, se ve lejano. Y un operador público, como lo sugiere la Alcaldía Mayor, sería inoportuno en la actual coyuntura y generaría más gastos y menos ingresos para la ciudad, lo que agravaría el problema. En entornos urbanos más desarrollados, la solución la da la variedad de oferta –metros, trenes, tranvías, red de bicicletas, teletrabajo o carro compartido–. Pero Bogotá y demás ciudades colombianas aún están lejos de ello. El grueso de la clase trabajadora y de estudiantes acude al transporte público como única alternativa.

Es indispensable el apoyo del Gobierno Nacional a través de créditos o facilitando el traslado de recursos para estos sistemas.

Ello no quiere decir que no se pueda ensayar. Lo importante en la coyuntura actual es bajarle presión al transporte masivo por medio de una mayor presión para que las empresas modifiquen horarios, se estimule más el trabajo en casa o se use la bici (lo que ya se hace). Por otro lado, hay expertos que ven viable que la capacidad de ocupación pueda subirse del 35 al 50 %, sin que ello represente peligro, lo cual aliviaría el golpe a las finanzas. También sugieren controlar la demanda en portales y estaciones puntualmente.
Pero el problema de fondo sigue siendo de recursos, y ahí sí, como asegura la gerencia de TransMilenio, es indispensable el apoyo del Gobierno Nacional a través de créditos a largo plazo o facilitando el traslado de recursos para el sostenimiento de estos sistemas. Estados Unidos destinó 25.000 millones de dólares al sector. Comoquiera que sea, hace falta ahondar en el tema ante un futuro que, como advierte Forbes, hace prever que operar y sostener el transporte público será cada vez más difícil. Por ahora, hay que insistir en acelerar obras de infraestructura, no desfallecer en la implementación de nuevas formas de movilidad y priorizar el transporte público con más oferta, más frecuencias y flexibilidad horaria.
EDITORIAL
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