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La mala hora

Los retos que hoy afronta el Presidente lo obligan a dejar muy clara su capacidad de liderazgo.

Editorial .
Las encuestas siguen siendo el instrumento más adecuado que se tiene a la mano para medir el clima de opinión. Con motivo de los primeros cien días de gobierno de Iván Duque, esta semana se conocieron los resultados de dos de estos ejercicios de medición: uno a cargo de la firma Invamer y el otro por cuenta de Polimétrica. Se trata de un lapso que, como ya se planteó, no es suficiente para una evaluación a fondo –tiene razón Duque al afirmar que en cien días no puede transformar el país–, pero en el que sí es posible identificar retos y evaluar la manera como estos se han afrontado desde la Casa de Nariño, en estas primeras de cambio.
Consideraciones aparte, lo cierto es que ambas encuestas coinciden en una muy baja imagen favorable del mandatario. Mientras que la primera da cuenta de una caída de este guarismo de 53,8 % en septiembre a 27,2 % en noviembre, en la segunda –sin medición previa– registró apenas un 33 %, números que lucen exiguos y ciertamente preocupantes.
Tales resultados reflejan que el centro del espectro político le ha dado la espalda al Presidente, y a ello se debe añadir que incluso su propia colectividad, el Centro Democrático, ha mostrado más fisuras que cohesión a la hora de rodear al jefe de Estado. En este primer tramo no ha exhibido como partido de gobierno las mismas virtudes que sacó a relucir mientras estuvo en la orilla de la oposición.
Los datos de ambas mediciones también confirman que la consolidación de una clase media urbana con acceso a bienes y servicios –esquivos para generaciones previas– ha moldeado una opinión pública mucho más dada a la crítica y la movilización: algo sano en principio para una democracia, pero que sube el listón del talante requerido para los llamados a liderarla. La misma que en un porcentaje alto le dio su apoyo a Duque en las urnas y hoy exige ansiosa la satisfacción de sus expectativas.
En medio de aguas ciertamente turbulentas, los colombianos no perciben la mano firme del timonel llamado a conducir la embarcación a parajes más tranquilos luego de una tormenta, fruto del impacto que tuvo la presentación del proyecto de ley de financiamiento, que contempla, entre otros aspectos, un IVA del 18 % a los productos de la canasta familiar. Es una iniciativa crucial para las finanzas del país pero que, una vez presentada, ha carecido de un liderazgo claro y certero. También influyó notoriamente el eco que han tenido en la opinión las nutridas movilizaciones de los estudiantes para exigir que se destinen mayores recursos a la educación superior.
A estos dos sucesos se suma un deterioro del orden público como consecuencia del crecimiento de los casos de extorsión, de atentados contra la infraestructura y de un incremento alarmante de las cifras de hurtos en las principales ciudades. Hay que mencionar acá el aumento de 8,4 por ciento en el número de homicidios entre enero y octubre, en relación con el mismo periodo de 2017.

Aunque Duque ha querido gobernar en clave de conciliación, debe quedar claro que este estilo no excluye demostrar firmeza y capacidad para encontrar más sintonía con las emociones que marcan coyuntura

En este agitado contexto corresponde reiterar el llamado ya hecho desde estos renglones a que el Presidente forje un liderazgo excepcional. Tarea que comienza por enviar señales distintas de las que la gente ha percibido hasta ahora. Aunque se le reconoce su afán de lograr consensos, de apartarse de los discursos polarizantes y, en esa medida, de apostarle a gobernar en clave de conciliación, debe quedar claro que este estilo de ninguna manera excluye demostrar firmeza y capacidad para encontrar mayor sintonía con las emociones que marcan cada coyuntura. Se esperan de él pronunciamientos que siembren entre los colombianos la seguridad de que por más complejos que sean los retos que afronte la sociedad, el talante y el temple de su líder son los adecuados para sortearlos. Es en el marco de esta necesidad donde encuentra ya un límite claro el énfasis que a la hora de construir su imagen ha querido darle Duque a su faceta más casual y cercana a la cotidianidad y las aficiones de los colombianos.
Esta desconexión ha terminado opacando avances que el Presidente ha señalado en sus intervenciones de esta semana. Aquí figuran, entre otros logros, la disminución de la presencia de expendedores de droga en espacios públicos, la reducción de los homicidios en el bajo Cauca, la resolución de litigios que habían paralizado obras de infraestructura y la implementación de una política de economía circular, así como la de una ventanilla única de gestión laboral.
Que estas cifras correspondientes a sus primeros cien días sean un campanazo para que el primer mandatario replantee los aspectos de su gestión que así lo requieran. No sobra recordarlo: si a él le va bien, al país le va bien. Premisa que no impide poner los reflectores sobre las falencias que exigen atención rápida. Resta un extenso trecho para Duque, quien a lo largo de su vida pública ha demostrado contar con las herramientas, la formación y el carácter indispensables para implementar estos correctivos necesarios.
EDITORIAL
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