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La evolución de la Policía

La hoja de ruta presentada esta semana está enfocada en la dirección correcta.

Editorial .
Han sido muchas las voces en los últimos meses que desde diferentes orillas han llamado la atención sobre la necesidad de una transformación de la Policía Nacional. Estas tomaron fuerza tras el episodio de brutalidad policial que terminó en la muerte de Javier Ordóñez en un CAI del barrio Villa Luz en Bogotá, el 9 de septiembre del año pasado. Aquella noche, dos patrulleros hicieron uso excesivo de la fuerza y llegaron hasta a torturar a Ordóñez, quien llegó sin vida al centro asistencial al cual fue trasladado.
El hecho generó una ola de protestas frente a estas instalaciones policiales, lo cual fue el inicio de una deplorable jornada de violencia, exacerbada por actos de vandalismo y en la cual 13 personas perdieron la vida. Esas muertes son materia de investigación, y por algunos de esos casos la Fiscalía formuló cargos a tres uniformados.
Este episodio se sumó a otros tantos, como el caso en el que perdió la vida Dylan Cruz, en 2019, o las constantes denuncias que se han conocido, a instancias de la Fundación para la Libertad de Prensa, de abusos policiales, que ya venían advirtiendo sobre la necesidad de abrir la discusión respecto a qué está pasando en la institución.
Casos y diagnósticos que, comoquiera que sea, contrastan fuertemente con los innumerables episodios que a diario se conocen de miembros de esta institución que dan muestras admirables de su compromiso con el servicio a la ciudadanía. Este incluye la disposición constante a arriesgar hasta la vida por cumplir su misión. Así sucedió con la del patrullero Edwin Caro, asesinado por una persona a la que le pidió una requisa en Bogotá, y en el de los otros dos patrulleros asesinados en Riosucio, Chocó, como consecuencia del macabro ‘plan pistola’ ordenado por el ‘clan del Golfo’. Dos episodios que conmovieron al país.
El hecho de que la gran mayoría de los policías tenga una conducta destacable es una razón más para encarar las debilidades estructurales que pueden afectar la imagen de la Policía. Frente a esta realidad, expertos han señalado el desafío que tiene la institución de llevar a cabo ajustes a todo nivel que le permitan sintonizarse mejor con los cambios que ha experimentado la sociedad colombiana en el último tiempo. También con las nuevas realidades de la criminalidad, algunas de ellas resultado de lo que significó en este aspecto el acuerdo de paz con las Farc.
Conocedores del cuerpo policial han recalcado que es necesario resolver pronto el tema de los ascensos represados, que genera frustración. También se han referido a la importancia de que no prevalezca el ingrediente militar en la formación de sus integrantes, sino que este elemento sea uno más de un programa integral en el que tengan un lugar importante asuntos como los derechos humanos y la buena relación con todos los sectores de la ciudadanía. De ahí que sea una buena noticia el anuncio del plan de transformación integral de esta institución, presentado esta semana. Sus elementos más importantes apuntan en tal dirección.

El hecho de que la gran mayoría de los policías tenga una conducta destacable es una razón más para
encarar las debilidades estructurales que pueden afectar la imagen de la institución

La hoja de ruta da señales satisfactorias de haber atendido la preocupación mencionada sobre los procesos de selección y formación de los policías. De todo lo que se pretende implementar, sobresale el buscar mayor bienestar a los uniformados y sus familias a través, entre otros, de reconocimientos salariales; los cursos obligatorios que garanticen competencias mínimas en áreas tan sensibles como la del uso legítimo de la fuerza y la correcta atención al ciudadano; los nuevos exámenes preparatorios previos a los ascensos y el nivelar las normas disciplinarios con estándares internacionales de derechos humanos, así como la reclasificación de faltas disciplinarias y los cambios para que algunas de estas puedan ser tramitadas por vía administrativa, en aras de una mayor eficiencia en los procesos.
También hace parte del plan un nuevo estatuto disciplinario que crea una instancia responsable de velar por el respeto a los derechos humanos, que dependerá directamente de la Dirección General; la renovación de la estructura organizacional y, lo que más ha llamado la atención por ahora, un nuevo uniforme de tono azul. No es menor el detalle de que en el nuevo atuendo sean de mayor tamaño el nombre y el rango del uniformado, facilitando en todo momento y para todo fin su identificación. Y no solo eso, es innegable el contenido simbólico del cambio de verde oliva –que permanecerá entre quienes están asignados a zonas rurales– al azul: de alguna manera da señales sobre el ya referido equilibrio entre lo civil y lo militar en los manuales de formación de la institución.
Hay que decir, eso sí, que el camino trazado tiene por delante el reto de la ejecución. En el centro de la transformación está el proyecto de ley 463, actualmente en curso. Es de esperarse que sea tramitado en este periodo legislativo para así dar un paso decisivo hacia una modernización que, a juzgar por lo ya anunciado, es la correcta.
EDITORIAL
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