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Juguetes tristes

Juguetes tristes

El abuso sexual contra menores ha adquirido ribetes preocupantes: cada 48 horas se reporta un caso.

Pocas escenas han resultado tan conmovedoras recientemente como la registrada esta semana en la plaza de Bolívar de Bogotá. Unos 500 juguetes fueron exhibidos en ese espacio para simbolizar a los testigos mudos de una tragedia que debería mover los cimientos de la sociedad: el abuso sexual contra menores de edad y adolescentes.

No deja de ser paradójico que quienes promovieron la jornada de protesta –la organización Aldeas Infantiles SOS Colombia– hayan empleado para ello la figura que mejor refleja la alegría de niños y niñas: los tiernos osos de peluche y las muñecas con sus caras alegres. Sin embargo, fue el recurso al que hubo que apelar para llamar la atención de una conducta que a diario se cierne sobre los más indefensos ante el silencio, a veces cómplice, de la propia comunidad.

Según Medicina Legal, en los tres primeros meses de este año se practicaron en el país más de 4.300 exámenes médicos a menores luego de haber denunciado abuso sexual, lo cual significa que cada 48 horas se produjo un caso, y el 76 por ciento de ellos tuvieron lugar en el sitio de residencia del niño o la niña. Bogotá, Medellín, Cartagena y Cali son las ciudades donde más se reportan abusos.

Más compromiso de la familia en campañas de prevención y atención integral podrían revertir la tendencia de este flagelo.

Solo en la capital del país hubo en los primeros nueve meses de este año 2.252 episodios de abuso sexual contra niñas o adolescentes (84,9 por ciento del total), a razón de ocho episodios por día. Son actos criminales que suelen cometer miembros de la propia familia: un padrastro, un tío o un primo (88 por ciento de los victimarios). Las localidades del Distrito más afectadas son Kennedy, Bosa, Ciudad Bolívar y San Cristóbal.

Pero tan condenable como las frías estadísticas es la baja denuncia. Apenas el 30 por ciento de los casos terminan reportados ante las autoridades, lo que deja al descubierto, además de cierto grado de tolerancia, una falta de acción del aparato de justicia. Según Aldeas Infantiles, más del 70 por ciento de los abusos cometidos quedan en la impunidad, los procesos pueden tardar varios años y el testimonio de los pequeños acaba desdibujándose o simplemente no es tenido en cuenta.

Esa era una de las evidencias que quería dejar plasmada esta especie de plantón de juguetes tristes en el centro de Bogotá: la impunidad reinante en la mayoría de los casos, el mutismo de quienes están llamados a hacer causa común para proteger a niños y niñas de los depredadores sexuales y la orfandad en que se encuentran los menores. Aquí cobra vigencia lo revelado hace poco por el programa Bogotá Cómo Vamos, según el cual el 7 por ciento de ellos permanecen solos en casa o en compañía de otro menor. Mantener este estado de cosas alimenta conductas antisociales como las descritas.

Hay que comprometer más al entorno familiar en políticas de prevención, acercar y fortalecer el aparato institucional en las zonas más susceptibles de registrar este tipo de actos, llamar la atención de la sociedad para que denuncie sin temor cuando haya evidencia de ello y evitar así que los juguetes sigan simbolizando la tragedia y no la felicidad.

editorial@eltiempo.com

La organización Aldeas Infantiles SOS Colombia promovió un plantón en la plaza de Bolívar contra del abuso sexual de los niños.

Foto:

Héctor Fabio Zamora / EL TIEMPO

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