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El ‘Ucraniagate’

La charla de Trump con el presidente de Ucrania, lo enfrenta al proceso de destitución.

Editorial .
A diferencia de la compleja ‘trama rusa’, cuya investigación tardó más de dos años y que nunca pudo determinar con precisión si Donald Trump coordinó con Moscú para sacar ventaja en las elecciones del 2016, el ya bautizado ‘Ucraniagate’ lo ha puesto contra la pared, y aparentemente por una simple llamada telefónica.
Según la transcripción de la charla que accedió a divulgar la Casa Blanca ayer –que no es literal, sino un conjunto de notas–, Trump le habría pedido al presidente de Ucrania, Vladimir Zelensky, que investigara a Joe Biden y a su hijo Hunter, y para ello incluso le ofreció la colaboración del Fiscal General de EE. UU.
Joe es el aspirante demócrata con, hasta ahora, mayores posibilidades de ser su rival en la carrera por la presidencia del 2020, y Hunter trabajaba para una empresa energética de Ucrania.

Un presidente frágil, o que deba concentrar sus esfuerzos en defenderse, era un escenario poco imaginado para el último año de mandato

El sentido de la charla, que fue conocida a través de una denuncia de un informante de inteligencia, ha desatado un escándalo de impredecibles consecuencias, pues Trump habría estado usando el innegable poder de la Casa Blanca para lograr beneficios personales, o, para ser más claros, obtener información con la que podría sacar del camino a un rival que según todas las encuestas lo derrotaría en caso de ser el nominado demócrata.
Fue esa presunción, precisamente, la que terminó convenciendo al grueso del Partido Demócrata de que había llegado la hora de iniciar procedimientos de destitución. La líder de la Cámara, Nancy Pelosi, argumentó que las acciones de Trump constituyen una “traición a su juramento del cargo, a la seguridad nacional y a la integridad de las elecciones”, una suerte de “abuso de poder”, consagrado en la Constitución, que en su afán de no permitir que ninguno de los tres poderes públicos sobrepase sus atribuciones diseñó un complejo sistema de pesos y contrapesos.
Era bien sabido que Pelosi había resistido durante meses iniciar el proceso de impeachment por considerar que este beneficiaría a Trump en la carrera electoral, sin que nada hiciera pensar que se lograría su destitución.
Para la mayor parte de los republicanos, el escándalo es simplemente otra “cacería de brujas” de los rivales del presidente que aún no aceptan su victoria de hace tres años. En el peor de los casos, dicen, sus palabras a Zelensky quizá no fueron apropiadas, pero nunca como para destituirlo.
En qué terminará este embrollo, nadie lo sabe. Lo que sí es claro es que EE. UU. está atravesando un acontecimiento histórico, por cuanto Trump es apenas el cuarto presidente que vive bajo amenaza de destitución. Andrew Johnson (1868), Richard Nixon (1974) y Bill Clinton (1998) han sido los anteriores, pero ninguno fue hallado culpable. Nixon prefirió renunciar ante la inminencia de un humillante voto en contra.
Muchos ven en todo este proceso una formidable oportunidad que se le abre a Trump para relanzar su aspiración reeleccionista en momentos en que los sondeos no están de su lado. Para otros, la acusación llega en un tiempo crítico en el que EE. UU.
enfrenta enormes desafíos como la guerra comercial con China, las tensiones con Irán y la rivalidad con Rusia. Un presidente frágil, o que deba concentrar sus esfuerzos en defenderse, era un escenario poco imaginado para el último año de su mandato.
editorial@eltiempo.com
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