Más allá de las consideraciones que merezca el mecanismo a través del cual fue elegido Humberto de la Calle, así como de los detalles de la jornada, es necesario destacar que hoy el Partido Liberal cuenta con un candidato de credenciales notables que lo representará en la contienda para escoger al sucesor de Juan Manuel Santos.
Y hay que decir que se trató de un ejercicio democrático que permitió tomar una decisión trascendental para el tradicional partido. Que sean las bases las que decidan será siempre la alternativa deseable. Esto, independientemente de que sea así mismo deseable una participación mayor.
Humberto de la Calle celebró el Triunfo con sus seguidoRes. Lo acompañó su contender, Juan Fernando Cristo (der.)
Héctor Fabio Zamora / EL TIEMPO
Dejando atrás la cita en las urnas, se puede considerar como muy positivo para la colectividad y para el país que el llamado a aspirar a la jefatura del Estado por este grupo político sea alguien con el perfil del exvicepresidente y exjefe del equipo negociador gubernamental. El mismo que logró ponerle fin al conflicto armado que dejó más de ocho millones de víctimas.
De la Calle condujo acertadamente este diverso grupo de expertos, con un aplomo que le valió un reconocimiento generalizado al terminar la negociación. No fueron pocos sus sacrificios personales ni las complejas contingencias que pusieron a prueba su compromiso con la construcción de un mejor país para las generaciones venideras.
Este logro que brilla en su hoja de vida es suficiente para estar tranquilos a la hora de verificar los méritos de quienes aspiran a la máxima magistratura. Su presencia en el debate es motivo para albergar la esperanza de que este se dé lejos de los gritos y más cerca de los argumentos.
En un contexto en el que es innegable la pérdida de arraigo de instituciones y colectividades, lo cual supone enormes retos, en el ramillete de quienes se alistan para competir por la presidencia de la república hay, junto con De la Calle, suficientes aspirantes con trayectorias sobresalientes. Esas que se requieren para, justamente, liderar el resurgir de los partidos, fundamentales para la democracia.
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