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Crónicas marcianas

Fue una nueva experiencia seguir el aterrizaje de Perseverancia en Marte. Un logro en días difíciles

Editorial .
Fue una nueva experiencia, por decir lo menos, seguir el aterrizaje del rover Perseverancia –algunos prefieren hablar de “amartizaje”– en la superficie del planeta Marte. Despegó hace un poco menos de siete meses. Siguió los pasos de otras naves andariegas, Sojourner, Spirit, Oportunidad y Curiosidad, en la misión de traer muestras a la Tierra. Y en la tarde de ayer, gracias a la inteligente conducción de la ingeniera colombiana de la Nasa Diana Trujillo, fue posible seguir su vuelo, su cántico, su descenso de “siete minutos de terror”, su llegada a una superficie rota y misteriosa que –como lo advirtió el novelista Ray Bradbury en sus Crónicas marcianas– renovó nuestra capacidad de asombro y nos devolvió a la infancia.
Pasaron once minutos y unos cuantos segundos para que se supiera que Perseverancia había conseguido amartizar. “Tocó tierra”, dijo Swati Mohan, el jefe de la misión. Fue posible también ver los saltos y los gritos de júbilo de los científicos de la Nasa, que habían estado siguiendo la trayectoria con el corazón en la mano. Vino una primera foto curveada en blanco y negro: se vio la sombra del rover entre las rugosidades y los cráteres de la superficie marciana. Siguió el viaje, claro, la búsqueda de sonidos y de vestigios de vida, que será operado por cuatro directores de vuelo, entre los que se encuentra la ingeniera Trujillo.
Se ha querido explorar Marte desde finales de los años cincuenta del siglo pasado. En los últimos sesenta años ha habido misiones norteamericanas, rusas, británicas, japonesas, emiratíes, chinas e indias –y en los últimos meses han coincidido tres diferentes– que han ido dándonos luces sobre nuestro sistema solar. Pero todo se sintió nuevo en la llegada de Perseverancia, porque fue una reunión de la humanidad, un logro en tiempos difíciles, y el liderazgo de Trujillo fue la demostración de una nueva era en la que ni las nacionalidades, ni los géneros ni las lenguas podrán ser un obstáculo para reencauzar la vida en la Tierra.
EDITORIAL
Editorial .
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