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Duelo en Londres

Duelo en Londres

Este ataque terrorista se da en tiempos difíciles para el bloque, y obligan a replantear su futuro.

Vulnerables. Esa es la palabra que quizás mejor se ajusta al sentimiento del mundo frente al fenómeno del terrorismo internacional yihadista, que el miércoles volvió a atacar una de las ciudades símbolo de Occidente y una de sus instituciones más relevantes: Londres y el Parlamento británico.

Y no se perpetró un día cualquiera, sino cuando se conmemoraba un año de los atentados en Bruselas, en los que 32 personas perdieron la vida en el aeropuerto de Zaventem y en una estación de metro. Si se mira en un contexto mayor, el ataque llega cuando se celebran los 60 años del tratado constitutivo de la Unión y se viven tiempos difíciles por las crisis económicas, la llegada masiva y descontrolada de inmigrantes de África y Oriente Próximo, el brexit y el ascenso de liderazgos xenófobos y nacionalistas, golpes que han sacudido los cimientos del bloque y que obligan a replantear su futuro.

Cientos de personas rindieron un homenaje a las víctimas del ataque que dejó cuatro muertos.

Foto:

Joel Ford / AFP

Decimos vulnerables, porque las autoridades han reconocido que hacer un seguimiento de 24 horas, siete días, a miles de individuos que en algún momento han presentado signos de radicalización resulta imposible, más si se piensa que en las modalidades utilizadas recientemente, incluido el demencial atentado de Niza del 14 de julio pasado y el frustrado ayer en Amberes (Bélgica), no se usan fusiles de asalto ni explosivos, sino simples automóviles o camiones. Al terrorista de Londres le bastaron una pequeña camioneta, un gran cuchillo y un lugar emblemático para hacer estallar las alarmas. Parece sencillo montar una plataforma para el terror.

Está sobrediagnosticado que hay trastornos sociales y de integración entre las comunidades musulmanas europeas, para lo cual hay que llevar a cabo un trabajo multidisciplinario de largo aliento. Pero en lo inmediato, solo las labores de inteligencia y la colaboración ciudadana, e incluso actos de heroísmo como el del policía Keith Palmer, que ofrendó su vida para neutralizar al terrorista, servirán para contener un fenómeno que no afecta solo a Europa, Asia u Oriente Próximo, sino que es un golpe a la humanidad, que sigue engendrando este tipo de sentimientos, tan autodestructivos como contradictorios, pero por lo mismo imposibles de ignorar.

editorial@eltiempo.com

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