Hay algo claro, para bien o para mal, y es que el mundo no se va a acabar para Puerto Rico, que saldrá adelante. Este estado, que forma parte de los Estados Unidos de América bajo la figura de ‘libre y asociado’, vive hoy uno de los momentos más difíciles de su historia tras el paso por su territorio de dos devastadores huracanes: Irma y María, que dejó a la isla devastada y por lo menos 20 personas muertas. Una semana después, Puerto Rico no se repone: la mayoría de sus habitantes siguen sin los servicios básicos.
Estos fenómenos climatológicos golpearon, para colmo de males, una isla que ya afrontaba serias dificultades: sus deudas ascienden a los 73.000 millones de dólares, en materia pensional el déficit es de 50.000 millones, mientras que su infraestructura, así como sus sistemas de salud y educación, ya hacían agua.

Impactantes fotos satelitales muestran cómo quedó Puerto Rico tras el paso del huracán María
EFE
Como se puede apreciar, es un escenario catastrófico frente al cual hay que enviar un mensaje de solidaridad y apoyo. También procede reflexionar sobre lo que vendrá. Y aquí hay que citar lo dicho por su gobernador, Pedro Roselló, al diario El País de España, respecto a que se siente, pese a todo, optimista, pues ve por delante la oportunidad de construir un nuevo Puerto Rico, tomando nota de las durísimas lecciones que han dejado estas semanas.
Es verdaderamente alentador leer esas palabras. Y es que antes de hacer que un pueblo se quede patinando en el pantano de los falsos apocalipsis, que solo garantizan frustración y parálisis, hechos como este tienen también, si se saben aprovechar, la virtud de detonar cambios estructurales, de esos que se aplazan sistemáticamente hasta que pasan, vía tragedia, del último al primer renglón de prioridades.
Puerto Rico deberá no solo repensar su vínculo con Washington, eterna discusión que ahora tendrá matices completamente nuevos, sino también levantarse de las ruinas de una manera que sea también ejemplo para el planeta de resiliencia y adaptación a las nuevas realidades del clima. Los huracanes duelen, el reto de sobreponerse y adaptarse –que será el de no pocos lugares del orbe– emociona.
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