Por fin el expresidente de la Federación Colombiana de Fútbol Luis Bedoya declaró ante una corte de Nueva York en el marco del escándalo denominado ‘Fifagate’. Entre el lunes y el martes, el exdirectivo dio su versión de los distintos hechos de corrupción que en los últimos años se han producido en el entorno del fútbol suramericano.
Sus palabras fueron una ventana que mostró ese lado oscuro del balompié que durante mucho tiempo permaneció oculto, así la sospecha sobre su existencia fuera generalizada.
Bedoya habló de ofrecimientos de dinero por los votos de esta parte del mundo que permitieron elegir a Catar como sede de la Copa Mundo de 2022, de otros intentos de sobornos provenientes de la empresa privada y dio detalles de cómo otros intentos, estos sí exitosos y relacionados con derechos de televisión, nutrieron cuentas secretas suyas entre 2007 y 2015. Relató, incluso, un episodio particularmente sórdido que involucra un maletín con 96.000 dólares en efectivo.
Llamaron poderosamente la atención a observadores lo selectivo de su memoria y más de un titubeo al responder preguntas de los defensores de los otros exdirigentes vinculados a este caso. Hechos que tienen el potencial de que su estancia en el país del norte se plantee en el futuro en términos diferentes a los actuales. Bedoya goza de libertad y es testigo en este publicitado caso.
La justicia norteamericana deberá valorar su testimonio y, ojalá, a partir de él halar más la pita. Lo que se espera es que no haya contemplación alguna y que todos aquellos que ensuciaron el juego paguen. Y que los reflectores sigan sobre el fútbol.
Es la oportunidad de darle la transparencia de la que ha carecido en muchas de sus instancias, pero es bien sabido que esto puede implicar, para la afición, tener que tragarse más de un sapo, algo particularmente difícil en días premundialistas. Pero es necesario que quede muy claro.
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Luis Bedoya, expresidente de la Federación Colombiana de Fútbol.
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