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Adiós a un símbolo

Poitier fue un gran artista, pero también un activista: el hombre que marchó con Martin Luther King.

EDITORIAL
Este año comenzó aquí y allá con la muerte de varias figuras icónicas del mundo del arte y del entretenimiento. Sigue llorándose en Colombia, a modo de merecido homenaje, la partida del extraordinario actor Edgardo Román. Continúa lamentándose como debe ser la partida de uno de los nombres más importantes del llamado Nuevo Hollywood: Peter Bogdanovich, el cineasta que filmó La última película y Luna de papel. Sigue despidiéndose con honores a la actriz Betty White, al comediante Bob Saget, a la cantante Ronnie Spector. Pero, en el contexto de una democracia que trata de sacudirse sus viejos dilemas, ha resultado particularmente simbólico el adiós al magnífico intérprete Sidney Poitier.
Poitier es una parte fundamental de la historia del cine: baste mencionar películas como El sol brilla para todos, Los lirios del valle, Semilla de maldad, Al maestro con cariño, Adivina quién viene a cenar, En el calor de la noche y Héroes por azar para entender las dimensiones de una carrera que sigue enriqueciendo el legado del séptimo arte. Habría que sumarle a esos logros artísticos –a la mano de todos, hoy en día, en las diversas plataformas que sirven como archivos cinematográficos, como pequeñas cinematecas– el coraje de verdadero pionero con el que llevó a cabo la tarea de abrirles paso a los actores afroamericanos en un país que siempre ha vivido un pulso con el racismo, pero que en ese entonces, los años cincuenta del siglo pasado, empezaba a darse como nunca antes.
Sidney Poitier nació en Miami en 1927 en una familia bahameña. Volvió de una infancia difícil, y de la Segunda Guerra Mundial, para convertirse en actor. Ganó el Óscar, en 1963, luego de hacerse un nombre en el mundo del teatro y el mundo de la era dorada del cine por interpretar hombres negros que se alejaban de los estereotipos. Poitier fue un gran artista, sí, pero también un activista fundamental: el hombre que marchó con Martin Luther King, el ejemplo que, setenta años después, sigue siendo igual de relevante.
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