Que Medellín, la segunda ciudad de Colombia, haya tenido que declarar la alerta roja porque el aire que respiran sus habitantes alcanzó la peligrosa franja que torna malsano este elemento vital es apenas una muestra de lo que le espera al resto del país si no se toman en serio las medidas para garantizar su calidad.
Aunque la disposición, sin duda, es pertinente dado el aumento significativo de material particulado PM 2,5 (el más lesivo) en la atmósfera, lo ideal es que esto no ocurra, y menos atenuar sus daños con el argumento de que esto es un problema estructural de orden global.
Aquí no se permiten eufemismos, porque la contaminación es uno de los problemas más graves que enfrenta el mundo, a tal punto que es causante, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), de más de 7 millones de muertes cada año y del deterioro del bienestar de otra cantidad superior de personas, además de la desaparición de diversas especies y del oscurecimiento del planeta, condiciones que parecen insuficientes para forzar a las autoridades y a la comunidad en general a que se adopten medidas efectivas para frenar esta realidad.

En el primer día de la alerta roja ambiental en Medellín, muchos ciudadanos sacaron sus bicicletas para ir al trabajo y algunos, ante la contaminación del aire, le sumaron tapabocas.
Jáiver Nieto / EL TIEMPO
La lógica indica que cualquier acción en tal dirección debe partir de reconocer el problema e identificar plenamente sus causas, las cuales son tareas terminadas en la capital de Antioquia, porque diversos estudios la incluyen, desde hace varios años, entre las ciudades más contaminadas del continente. La misma OMS la ubica en un podio al lado de Cochabamba, Lima, Río de Janeiro, Monterrey, Guatemala y Belo Horizonte.
Al hablar de los determinantes, si bien la geografía montañosa del valle de Aburrá no permite un favorable recambio de aire, es claro que la responsabilidad directa recae sobre la industria con chimenea, los carros y motocicletas, que, sumados a combustibles nada limpios, son los causantes de por lo menos el 80 por ciento de estas partículas menores, además del 74 por ciento de las emisiones de dióxido de carbono, el 99 por ciento de las de metano y el 80 por ciento de las de óxido nitroso; todo esto, adobado con un crecimiento anual del 35 por ciento del parque automotor.
Sería injusto asegurar que no hay avances locales. Las cámaras de fotodetección que determinan violaciones de la revisión técnico-mecánica, el seguimiento específico a volquetas y otros vehículos pesados, el pico y placa ambiental y la dotación de los mejores sistemas de transporte masivo en el país, entre otros logros, son prueba de ello.
Sin embargo, como se aprecia, esto no ha sido suficiente. De ahí que se requieran acciones colectivas decididas y un compromiso integral del sector público, de la gran empresa, de los transportadores y de la comunidad en general, para cumplir un programa con una meta inapelable: limpiar el aire que se respira en Medellín.
Comprobado está que esta no es tarea de un solo sector; y sobre la premisa de que hay mucho en juego, el país queda pendiente de los resultados que con este objetivo tengan los paisas, porque si ellos pueden, todos los demás seguirán el ejemplo, empezando por Bogotá, que en este preocupante escalafón le pisa los talones a la Bella Villa.editorial@eltiempo.com
Comentar