Mientras el presidente Santos anunciaba el aumento de puntaje en las pruebas Saber 11 y lo calificaba como “un resultado sencillamente extraordinario”, el Ministerio de Educación completaba un mes y medio acéfalo, lo que confería al anuncio una sensación ambivalente. Gina Parody, la ministra que se había vuelto innombrable, había tomado una licencia el 30 de agosto con la supuesta tarea de vincularse a la campaña por el Sí y solo reapareció para renunciar al despacho al día siguiente de la derrota del Gobierno en el plebiscito.
Así como el anuncio del Nobel de Paz nos sorprendió en el peor momento del proceso de paz, el anuncio del aumento de los puntajes de la promoción 2016, después de la entrega de la cabeza de Parody a los cristianos y a sus aliados de extrema derecha, como única renuncia aceptada en la crisis, ratificaba ese estilo desconcertante de Santos que se asemeja al de un alumno salvado en el último instante por un carisellazo.
Obviamente, son buenas noticias la mejora en la prueba de Estado y el aumento de puntos en lectura crítica, lo cual puede indicar que los estudiantes y los docentes se están familiarizando con el formato de las pruebas y que están entrenándose en formas menos literales de leer. Sin embargo, a propósito de lectura crítica, no podemos perder de vista la manera acrítica como fue ‘castigada’ la Ministra de Educación por unas cartillas que, en sentido estricto, no habían sido creadas en su despacho, como lo sabe cualquier ciudadano que haya leído, de buena fe, los debates.
Si bien ya se ha dicho, es importante reiterar que las cartillas que motivaron aquellas marchas multitudinarias en todo el país –y en las que, ahora lo vemos claramente, se alinearon fuerzas del No antes del plebiscito– hacían parte de un proyecto de educación sexual que comenzó a trabajarse en las administraciones de Cecilia María Vélez, quien, como sabe cualquiera, fue ministra de Educación durante los dos cuatrienios de Álvaro Uribe. Ligada al trabajo de competencias ciudadanas, la propuesta de educación sexual del Ministerio tiene, como suelen tenerlo las propuestas curriculares, una continuidad que no depende de las decisiones personales de los ministros sino del trabajo de equipos técnicos. Incluso, hay quienes dicen que la ministra Parody no apoyó tanto como sus predecesoras ese proyecto y no obstante fue la que pagó las consecuencias de quienes pedían su cabeza como parte de una cruzada (de votos).
Este periodo de interinidad y silencio en una de las carteras esenciales, al menos en teoría, del gobierno Santos es un mensaje elocuente sobre el lugar real que ocupa la educación en Colombia, y no solo me refiero a la indiferencia presidencial frente a un ministerio sin jefe, sino a la de la de la sociedad colombiana, a la que no parece importarle que las políticas educativas se debatan sin argumentos técnicos y que se legitime el rechazo a la orientación sexual de una ministra como práctica política. Si eso de la “más educada” es más que un eslogan, no basta con mejorar unas décimas (según hemos pensado siempre que es estudiar), sino con mantener un proyecto educativo coherente y sostenible en el largo plazo: un proyecto ciudadano de paz y nación que requiere de líder, de ideas y de respaldo gubernamental. Eso es lo que esperamos del Presidente en un momento de tantos desafíos para la educación de las nuevas generaciones de este país.
Colofón: para ejercitar la lectura crítica. Dice el Ministro del Interior en su columna de ayer en EL TIEMPO: “Nadie pretendió con el enfoque de género incorporar a nuestro ordenamiento jurídico por la puerta de atrás la denominada ideología de género, que este Gobierno no comparte”. ¿Ustedes entienden?
YOLANDA REYES
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