¡Hola !, Tu correo ha sido verficado. Ahora puedes elegir los Boletines que quieras recibir con la mejor información.

Bienvenido , has creado tu cuenta en EL TIEMPO. Conoce y personaliza tu perfil.

Hola Clementine el correo baxulaft@gmai.com no ha sido verificado. VERIFICAR CORREO

icon_alerta_verificacion

El correo electrónico de verificación se enviará a

Revisa tu bandeja de entrada y si no, en tu carpeta de correo no deseado.

SI, ENVIAR

Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí.

Un año de incertidumbre

El problema más grave es la incapacidad presidencial de generar confianza.

Vladdo .
Más allá de que se tenga una buena impresión de un mandatario como persona, lo que cuenta son sus logros, y en el primer año de la administración de Iván Duque este balance es bastante modesto, empezando por su desempeño económico –que se suponía era el lado fuerte del mandatario– y siguiendo con los temas de seguridad, narcotráfico, empleo, protección del medio ambiente, etcétera.
Sin embargo, por encima de estos problemas, o en su raíz, lo más grave es la incapacidad presidencial de generar confianza, que es la principal preocupación que se percibe en el ambiente y tiene origen en una aparente desconexión del mandatario con la realidad del país, pues sus discursos van por un lado y las actuaciones de su gobierno van por otro o simplemente no van.
Eso se veía venir desde su posesión, en la que su tono mesurado y conciliador contrastó con el discurso incendiario y camorrero del presidente del Congreso, quien casualmente era el vocero de la bancada de gobierno. Desde entonces, los discursos del Presidente no producen ningún efecto ni se traducen en hechos; una cosa es lo que él dice y otra, lo que hace su gente, incluidos los congresistas de su partido.
Para algunos, esto se debe a la decisión de Duque de replantear la relación Ejecutivo-Legislativo. Ahora bien, si un gobernante quiere sacar adelante un plan de gobierno, es obvio que tiene que contar con el respaldo de un Congreso que transforme sus proyectos en leyes. Y para convertir a los congresistas en aliados hay dos caminos.

Los discursos del presidente no producen ningún efecto ni se traducen en hechos; una cosa es lo que él dice y otra lo que hace su gente, incluidos los congresistas de su partido

Uno es llegar a un pacto con el parlamento, accediendo no solo a la distribución de cuotas burocráticas entre los distintos partidos, sino a la repartija presupuestal, como se ha hecho tradicionalmente, con diferentes denominaciones: auxilios, cupos indicativos, ‘mermelada’, etcétera. Aunque la asignación de recursos entre los congresistas puede ser condenada a priori y tenga visos aberrantes, el problema de esta medida no es la transacción en sí misma; al fin y al cabo, en todas las democracias los parlamentarios se hacen elegir para promover leyes y buscar obras y apoyo económico para sus regiones. Lo malo en estos casos es la falta de transparencia en la destinación de esos recursos, que en no pocas ocasiones terminan en bolsillos de políticos corruptos que se los roban, bien sea directamente o por medio de testaferros, copartidarios o familiares que se enriquecen de la noche a la mañana, a costillas del erario.
La otra forma de alinear el Congreso es a punta de liderazgo. Con buena comunicación, propuestas audaces, planteamientos sólidos y seguimiento juicioso de sus iniciativas, un buen mandatario debería estar en capacidad de ganarse el espaldarazo del Congreso y, de paso, el apoyo de la opinión pública.
Con la ingenuidad propia de su inexperiencia, Duque optó por abolir de un tajo el intercambio de favores con los padres de la patria, medida muy aplaudida por la galería, pero de imprevisibles consecuencias. Al descartar una posible cooperación con el Legislativo, la única vía que le quedó fue la de la persuasión, tarea en la cual cometió todos los errores posibles, pues a su casi nulo poder de disuasión se sumaron su desconocimiento de la cosa política y las limitaciones de la ministra del Interior, teóricamente encargada de lidiar con el Congreso y quien falló estrepitosamente en esa tarea, tal y como pudo verse en el naufragio de las principales reformas anunciadas por el Gobierno.
Por eso, a Duque lo coge este 7 de agosto sin mucho que celebrar, con la economía en ascuas, el desempleo de mal en peor, la inseguridad disparada y el país sumido en la incertidumbre. Tras un año de inaugurado, el Gobierno no despega y el Presidente parece no darse cuenta.
puntoyaparte@vladdo.com
Vladdo .
icono el tiempo

DESCARGA LA APP EL TIEMPO

Personaliza, descubre e informate.

Nuestro mundo

COlombiaInternacional
BOGOTÁMedellínCALIBARRANQUILLAMÁS CIUDADES
LATINOAMÉRICAVENEZUELAEEUU Y CANADÁEUROPAÁFRICAMEDIO ORIENTEASIAOTRAS REGIONES
horóscopo

Horóscopo

Encuentra acá todos los signos del zodiaco. Tenemos para ti consejos de amor, finanzas y muchas cosas más.

Crucigrama

Crucigrama

Pon a prueba tus conocimientos con el crucigrama de EL TIEMPO

Más de Redacción