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Malos presidentes; pésimos precedentes

En la peor crisis de nuestra historia reciente, estamos en las peores manos.

Vladdo .
El problema de que una persona sin las calidades suficientes llegue a un cargo de alta responsabilidad del Estado no es el acceso al poder en sí mismo, sino el mal ejemplo que se deriva de una situación de esas. Para la muestra, el triunfo de Donald Trump en su carrera hacia la Casa Blanca. No obstante haber ganado legítimamente, en sus cuatro años demostró con creces que no estaba preparado para liderar a la primera democracia del mundo. Sin embargo, lo grave no es que Trump vaya a figurar en los libros de historia como el peor presidente de su país, sino que su elección marcó una pauta, sentó un precedente, un camino por seguir: si un tipo como él podía ser presidente de Estados Unidos –¡nada menos que de Estados Unidos!–, qué podría esperarse de la política en otros países menos importantes, con instituciones más frágiles...
Como ya se ha dicho antes en este mismo espacio, la presidencia de Trump empoderó a muchos políticos a lo largo y ancho del mundo que, siguiendo su ejemplo, decidieron salir del clóset. Ya no importaba ser xenófobo, ni machista, ni maltratador de mujeres, ni populista, ni tramposo, ni prepotente ni mal hablado. Nada. En definitiva, la campaña y las elecciones de 2016, y el consiguiente mandato de Trump, dejaron por el piso el nivel de cualquier contienda política en el resto del planeta. Desde entonces la arrogancia dejó de ser mal vista, ya no se necesita ocultar el nepotismo ni hay por qué cuidar el vocabulario. El cinismo se convirtió en virtud; el divisionismo, en amor patrio, y la chabacanería, en autenticidad.

Como en Estados Unidos en 2016, aquí entronizaron en 2018 a una persona que no era idónea para desempeñar un cargo tan importante como la presidencia. Y así nos va.

Colombia, desde luego, no fue ajena a esta influencia. De hecho, aunque entre 2002 y 2010 nuestro mesías criollo ya había exhibido algunos rasgos similares a los de Trump, la cosa no tuvo mayor trascendencia más allá de nuestras fronteras. Sin embargo, tanto en la campaña del plebiscito por la paz como en las elecciones de 2018, a sus discípulos y seguidores dejaron de importarles las formas y sacaron todo su arsenal de mentiras, noticias falsas y manipulación para que la gente saliera a votar invadida por la ira (en el caso del No) y por el miedo (en el caso de las presidenciales). Es verdad que las dos veces ganaron, pero lo hicieron no solo a punta de manipulación y cadenas falaces, sino haciendo promesas que no pensaban cumplir, como la eliminación del fracking, el aumento del salario mínimo o la reducción de la corrupción.
Como sucedió en 2016 en Estados Unidos, aquí entronizaron en 2018 a una persona que no era idónea para desempeñar un cargo tan importante como la presidencia. Y así nos va. Al ver el desgreño, los bandazos, los retrasos, la improvisación o el secretismo que rodean las medidas para contener la pandemia e implementar los planes de vacunación, se hace más evidente que en la peor crisis de nuestra historia reciente, estamos en las peores manos. Y ni hablar del deterioro de la seguridad –en las ciudades y en el campo– o de la crisis social, que cada día se agudiza más. Y, si tenemos un presidente incompetente, sería ingenuo pretender que tuviéramos un gabinete admirable. Entre otras cosas porque debe de ser muy difícil aceptarle un ministerio a un presidente de tan pocos quilates, por más carro blindado y escolta oficial que ofrezca.
Lo mismo que en el asunto Trump, y guardando las proporciones, lo más lamentable es que si Iván Duque es malo como presidente, es peor como precedente. Queda la impresión de que si él pudo, cualquiera puede. Que Dios nos tenga de su mano.
* * * *
Colofón. Me cayó como un baldado de agua fría la renuncia de Roberto Pombo, quien me abrió generosamente las páginas de este periódico. Pocos como él para combinar la sensatez, la tranquilidad y el sentido del humor en una profesión que produce tantos y tan frecuentes sobresaltos. Hará falta.
Vladdo
puntoyaparte@vladdo.com
Vladdo .
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