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Duque, el espectador

En su afán de no pelear con nadie, Duque corre el riesgo de quedar mal con todo el mundo.

Vladdo .
Acto I. El 7 de agosto, el presidente del Congreso, Ernesto Macías, pronuncia una incendiaria proclama contra el gobierno saliente y que se aparta de los anuncios de concordia y unidad esbozados hasta ese momento por Iván Duque. Acto seguido, en su primer discurso, el nuevo mandatario no dice ni mu sobre las beligerantes palabras de su copartidario y todos nos quedamos sin saber si las arengas de Macías habían sido conocidas de antemano por Duque, quien actuó como si la cosa no fuera con él.
Acto II. La ministra de Minas y Energía, María Fernanda Suárez, inicia una gran controversia al afirmar que se la va a jugar por el cuestionado fracking. Esta propuesta contradice de palmo a palmo el compromiso adquirido por el candidato Iván Duque, quien en su campaña descartó esa posibilidad para la exploración de petróleo. ¿Y qué ha dicho al respecto el Presidente? Ni una palabra.
Acto III. En el Congreso Empresarial de la Andi, el ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, desata toda clase de especulaciones cuando anuncia la creación de “un Sisbén de los ricos”. Es obvio el escándalo, pues la palabra ‘Sisbén’ va de la mano con un concepto de asistencia estatal para personas con escasez de recursos y no para los más pudientes del país. Fue una desafortunada metáfora, pues lo que se pretendía, o se pretende, con esa propuesta es realizar un censo de las personas con más ingresos, para que paguen más impuestos. En todo ese debate, el presidente Duque tampoco dijo nada.

El presidente se ha convertido en un gran espectador de su propio gobierno; pues no es él quien pone ni maneja la agenda.

Acto IV. En su cuenta de Twitter, el senador del Centro Democrático y jefe natural del partido de gobierno, Álvaro Uribe, plantea, sin ninguna base técnica, incrementar el salario mínimo. La idea, más propia de un populista que de un estadista, es instar al Presidente de la república a pedirle al Congreso facultades extraordinarias para expedir el aumento salarial por decreto. Aunque se trata de una iniciativa que involucra directamente al primer mandatario, este tampoco dice nada a favor ni en contra. Hace mutis por el foro.
Acto V. En la Convención Bancaria, Carrasquilla vuelve por sus fueros y desencadena otra polémica nacional, al proponer gravar con el IVA todos los productos de la canasta familiar. Las reacciones no se hacen esperar y aunque la discusión se toma los medios y las redes sociales, el Presidente de la república, para variar, brilla por su ausencia.
Acto VI. En un debate en el Congreso, la senadora del Centro Democrático María Fernanda Cabal recrimina a Iván Duque por mantener la misma cúpula militar que acompañó hasta el final al presidente Santos y a la que ella califica de “inservible”. A pesar de la gravedad de las acusaciones, que ponen en tela de juicio el prestigio de las Fuerzas Militares, el mandatario guarda un silencio muy comprometedor.
Acto VII. En el Congreso de Confecámaras, el ministro de Defensa, Guillermo Botero, arremete contra la protesta social, al declarar que las manifestaciones son financiadas con dineros ilícitos, procedentes de grupos vinculados al narcotráfico y a mafias internacionales. Como era de esperarse, tal denuncia agitó el ambiente, en una época en la que muchos activistas sociales son perseguidos y asesinados en todo el país. Esta vez, por fin, Duque reaccionó y recordó que la protesta social es un derecho; aunque no se atrevió a confrontar directamente las declaraciones de su ministro.
En estos ejemplos –a los cuales podrían sumarse varios casos más– se puede ver cómo Iván Duque se ha convertido en un gran espectador de su propio gobierno; pues no es él quien pone ni maneja la agenda del país. Y, en su afán de no pelear con nadie, corre el riesgo de quedar mal con todo el mundo.
* * * *
Colofón. Mientras más se demore Carrasquilla en renunciar, más va a desgastar al Gobierno.
VLADDO
Vladdo .
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