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Hora de hablar en serio

La ciudadanía está más empoderada que nunca y nadie puede declararse vocero de los manifestantes.

Vladdo .
Uno de los problemas que han surgido con la rimbombante conversación nacional planteada por Iván Duque es que hasta ahora parece una charla de yo con yo, pues sin querer queriendo el Presidente se ha dedicado a llamar a sus tertulias a diversas personalidades que si bien no son necesariamente afines al Gobierno, tampoco representan a la oposición, ni mucho menos a los organizadores del paro. Es decir, no constituyen una ‘amenaza’ para los planes oficiales de imponer una agenda definida de antemano en Palacio, con unos objetivos muy específicos y una estrategia aparentemente destinada a cambiarlo todo para que todo siga igual.
Sería un error que el Gobierno desaprovechara la oportunidad de abrirse a nuevas propuestas para buscar fórmulas que le permitan atender, así sea en parte, las demandas de la ciudadanía, que se está expresando multitudinariamente, tal y como se pudo apreciar una vez más el domingo pasado en el concurrido Canto por Colombia.
El Presidente no la tiene fácil, pues las exigencias del comité del paro no solo son numerosas, sino que cubren un amplio espectro de la realidad nacional, que va desde la protección de los líderes sociales hasta la defensa de los recursos naturales, pasando por el cumplimiento de los acuerdos de paz y el derecho a la educación, entre otras cosas.
Y a propósito del comité del paro, surge la inquietud sobre su representatividad, pues la participación de la gente superó con creces las expectativas de quienes hicieron el llamado inicial a la manifestación del 21N. Luego de ver la presencia variopinta de quienes han salido a las calles, se confirma que la ciudadanía está más empoderada que nunca y que nadie puede declararse personero de los manifestantes en su conjunto.
Es imposible saber cuántos de los que salieron a marchar aquel jueves feliz se sentían identificados con los anquilosados directivos de la CUT o de la CGT. Lo que sí es seguro es que una buena cantidad de los que decidimos caminar en medio de la lluvia no lo hicimos motivados por ningún líder sindical ni en respuesta a los llamados de político alguno.

Solo queda acudir a un intermediario independiente que genere confianza entre el gobierno y la ciudadanía

Yo, por ejemplo, decidí participar en esa marcha para protestar contra la pasividad del Presidente frente a los grandes problemas del país, contra su falta de liderazgo y contra su hipocresía, pues con demasiada frecuencia dice una cosa y hace otra. Y estoy seguro de que, al igual que yo, había muchos que no seguían el libreto de ningún caudillo, sino que se guiaban por sus principios, sus convicciones y su conciencia.
En resumidas cuentas, detrás de las movilizaciones que hemos visto puede haber tantos dirigentes como causas, lo cual hace muy difícil identificar a un portavoz que pueda hablar en nombre de todos los que protestamos.
De modo que tenemos, por un lado, un Presidente inexperto y agobiado por las circunstancias que, en lugar de escuchar, tiene sus propias líneas rojas y que convoca una conversación nacional con el único propósito de ratificar sus decisiones. Y en la otra orilla encontramos una muchedumbre indignada que reclama en las calles, con una representación dispersa e insuficiente a la hora de unificar tantas voces descontentas.
Así las cosas, dadas la debilidad y la terquedad presidencial y la limitada e inasible representatividad ciudadana, solo queda acudir a un intermediario independiente con capacidad de crear una atmósfera de confianza entre una delegación del Gobierno y una vocería popular mucho más amplia que el Comité del Paro. También se necesitaría definir como punto de partida un temario mínimo en el que no haya asuntos vedados ni bolardos ideológicos que obstaculicen el intercambio de conceptos. Únicamente así se podría iniciar un verdadero diálogo nacional que no debería extenderse hasta mediados de marzo.
¿Será mucho pedir?
puntoyaparte@vladdo.com
Vladdo .
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