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Sorprendió Petro

El presidente sorprendió con un discurso de estadista. De estadista por moderado y por democrático.

Hay que comenzar por decir que Petro sorprendió positivamente al país. Y lo sorprendió precisamente porque también sorprendió a los sectores más radicales que lo han acompañado y a los sectores más radicales que lo han confrontado. A estos dos últimos pareciera que los sorprendió negativamente.
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Sorprendió al país positivamente porque los colombianos estamos agotados de padecer una polarización que, además de los sufrimientos que nos ha dejado la violencia, ha llevado a la política y a la discusión pública a extremos de irascibilidad e irracionalidad insostenibles. Cuando Petro, en el discurso de su posesión, hace un llamado a la unidad nacional y a la paz está igualmente haciendo un llamado a la superación histórica de la polarización pugnaz que nos viene dividiendo como sociedad.
Petro ha hecho el llamado. Ahora somos nosotros, como ciudadanos y como dirigentes, quienes tenemos la obligación de sentarnos a pensar y decidir cómo responder a su llamado. Yo, personalmente, lamento que los sectores más radicalizados de lado y lado, aún sin que Petro hubiera concluido su discurso, de manera irascible e irracional, salieron a insistir en la cadena de insultos, descalificaciones y declaratorias de guerra política a sus adversarios con el mismo encono con que transcurrió la campaña electoral. Como si Colombia no hubiera decidido ya quién es el presidente del presente cuatrienio.

Mientras el tiempo va realizando su tarea, los sectores radicales de un lado y del otro seguirán en su error.

Los antiuribistas obsesivos siguieron entonando las trompetas de guerra contra un sector de la sociedad, y los antipetristas salieron a seguir haciendo exactamente lo mismo. Es como si jamás hubieran comprendido el mensaje bíblico en el que la mujer de Lot se convierte en estatua de sal porque no pudo dejar de mirar al pasado. Fue incapaz de mirar al presente que le abría un horizonte hacia el futuro.
Pero la inmensa mayoría de los colombianos, la Colombia silenciosa, no nos dejamos encorralar por ninguno de los extremos. Por eso, porque no anidamos los odios y las prevenciones atávicas de la historia que debemos superar, somos capaces de disponer el corazón para darnos, entre todos, una nueva oportunidad de relacionarnos distinto, de pensar juntos y distinto, de dar un paso hacia la construcción entre todos y distinto.
A veces da la impresión de que a los colombianos nos cuesta mucho aprender de la experiencia. Aún hay colombianos conservadores que siguen teniendo una hostilidad atávica con los liberales y aún hay liberales que siguen conservando un rencor terco hacia los conservadores como si la violencia liberal-conservadora no hubiera sido superada en la historia.
Ayer, el presidente Petro nos sorprendió con un discurso de estadista. De estadista por moderado y por democrático. Los radicales del Pacto Histórico quedaron insatisfechos porque no copó las expectativas ideológicas de sus fundamentalismos, tales como el anuncio de impuestos confiscatorios, de expropiación de tierras, de hostilidad contra la empresa privada. Los del otro lado también quedaron insatisfechos porque no salió el Petro radical enemigo con quien ellos esperaban seguir justificando su sentimiento hostil. A los unos y a los otros les pasó como en el cuento aquel del niño que esperaba atemorizado al coco y se puso furioso porque quien llegó fue una persona de carne y hueso con la mano tendida que no llegó a tragárselo.
Por lo pronto, mientras el tiempo va realizando su tarea, los sectores radicales de un lado y del otro seguirán en su error. Ante lo cual solo me resta recomendarle al presidente Petro que no se desanime, que no desmaye y conserve esta nueva estatura de estadista. Que persevere y no desmaye en el compromiso sagrado que adquirió con sus palabras expresadas como testimonio histórico ante el pueblo colombiano de construir una paz, una justicia y la reconciliación que esperamos.
VIVIANE MORALES HOYOS
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