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En orden y con libertad

Esta obra debiera llegar a todos los ciudadanos de esta nación en crisis moral.

Víctor Manuel Ruiz
Si nunca será suficiente insistir en que la emergencia moral (ya antigua, pero de reciente evidencia pública) desatada sobre toda la institucionalidad colombiana no debe quedarse en airadas protestas de ciudadanos éticos ante tanta infamia, ni en alharaquientas promesas oficiales para erradicar el relajo de un Estado que no le cumple a la sociedad, también es verdad que el optimismo sigue vigente cuando, ante el fragor de la desvergüenza y el delito, algunos compatriotas nos deparan, con sus obras y su ejemplo de vida, serios motivos de reflexión sobre las verdaderas causas y consecuencias de nuestra polifacética realidad descaecida.
En ese contexto, encuentro útil y oportuno el libro que con título similar a esta columna publicó (abril/17) el Fondo de Cultura Económica y sobre el cual trata esta simple reseña, pues no pretendo posar de crítico estructural, ni formular reparos de fondo y forma ni, menos aún, plantear criterio dispar, para nada de lo cual tengo autoridad, conocimiento ni aptitudes. Solo quiero dejar aquí el registro de un hecho bibliográfico fortunosamente dedicado a mostrar, a letrados y profanos y en palabras de elegante sencillez, por qué somos como somos los colombianos a partir de la raigambre histórica que nos ha determinado como súbditos de un Estado ausente y, por ende, como miembros de una comunidad que, enclavada en el variopinto escenario político latinoamericano, aún no acaba de hacer compatibles, como debiera –con miras al bien vivir–, el orden y la libertad.
La muerte del anciano padre del autor, porque mientras camina por una calle de Medellín es atropellado por un motociclista que ignora las normas de tránsito urbano, es el punto de partida no para escribir su autobiografía ni cosa parecida, sino para consignar, en 250 páginas, el resultado de sus vivencias, observaciones, lecturas, viajes, investigaciones, prácticas y demás fuentes del conocimiento en las ciencias sociales, siempre para concluir, entre mucho, que el comportamiento del común de la ciudadanía en la cotidianidad de este país muy poco se aviene a las reglas establecidas por la normativa cultural, y que por eso la vida se hace menos grata, más complicada y a menudo azarosa.
Tratándose de una temática que a simple vista habría razón para entrever densa y difícil, habida la urdimbre que la informa con elementos tocantes a derecho, sociología, política, justicia, cultura, religiones y partidos, derechos y deberes, acatamiento y desobediencia, convivencia y polarización, tutela y desamparo, violencia y paz, límites y extremos, tolerancia y fanatismo, autoridad y desorden, mucho más, la verdad es que su diáfana formulación (con gran riqueza literaria) invita a disfrutarla sin pausa: al final se verá completo el beneficio derivado de acceder, con gusto, interés y desaprensión, a su contenido, esencialmente pedagógico.
Así que, en mi sola condición de lector ajeno a horario fijo, sin pretensión de enjuiciar a fondo (con aires de suficiencia) un acápite siquiera de El orden de la libertad, yo creo entender que esta obra de prevalente carácter tripartito –sociológico, jurídico y político–, emanada de sólido acervo cultural, lograda sobre criterios de honda raigambre histórica y elementalmente destinada a enseñar cómo vivir y dejar vivir en sociedad, debiera llegar a todos los ciudadanos de esta nación en crisis moral, urgidos de recordar que los cánones de convivencia social rigen para acatarlos, sin más.
Su autor, el distinguido jurista, académico, investigador, escritor y columnista Mauricio García Villegas, merece por ello justo reconocimiento.
VÍCTOR MANUEL RUIZ
vimaruiz@hotmail.com
Víctor Manuel Ruiz
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